5: Unos vasos rojos.

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—Y por esa razón debes venir.

Detengo el golpeteo que doy con el lápiz a la mesa al oír esas palabras y cuando recuerdo que alguien más está en la casa. Justo detrás de mí.

Ximena esta vez se pasó usando una táctica muy ingeniosa de pedirme ir con ella hoy a una fiesta que de nuevo presiento que va a resultar catastrófica nuestra presencia de nuevo. ¿Por qué? Porque es la fiesta de Carol de nuevo.

Ahora mi madre tiene una expresión dubitativa. En parte se que teme que llegue mal o peor, que no llegue a casa siquiera. Pero también de que esté muy aislado y sea el chico que se pierda de las diversiones de la juventud.

—No sé...

—Por favor, lo cuidaré —asegura mi amiga haciendo que mi madre frunza el ceño.

—¿No que debe ser al revés?

—Serán un par de horas antes de medianoche y lo traeré en sus cuatro sentidos.

De nuevo lo medita, en lo que sentimos otra presencia en la casa.

—De acuerdo —responde mi padre para mi suerte y viendo a mamá —. Deben irse a divertirse un rato.

En sus brazos se encuentra Josephine quien balbucea un poco y sonríe al ver que mi amiga está haciendo muecas para llamar su atención. Mi madre sigue en su expresión meditabunda hasta que al ver a mi hermana jugando con las pulseras de Ximena la devuelve a la realidad.

—¿A qué hora?

—A las ocho.

—De acuerdo. Ayuda a tu padre a traer las bolsas del super.

Me encargo de ello después de dar una mirada a mi amiga para hacerle saber que va a haber una bonita charla entre los dos. O espero que eso entienda.

¿Acaso se puede decir más con los ojos que con palabras?

Dile eso al chico de los ojos color del pasto.

—Puerta abierta —exclama la voz de mi madre desde la cocina cuando Ximena y yo subimos a mi cuarto.

Giro los ojos, divertido por ello al igual que Ximena que guarda una carcajada. Se sienta en mi silla mientras balancea sus piernas mientras que acomodo uno de mis libros y cuadernos en el mueble arriba de mi cama.

—¿Aún guardan esperanzas?

—Tú los conoces —respondo para sentarme en la cama —. A propósito, ¿qué pasó entre tu y Carol para que hayas reaccionado así?

Su buen humor desaparece como lo esperaba para dar paso a una mueca disgustada. Este tema le agrada tanto como para beber café amargo, acuoso y frío. Y para ser directos, a ella no le gusta el café.

—Bueno... De nuevo se comportó como una ogra y me dijo que yo soy en sí la peor, y eso.

Forma un puchero cuando ve mi rostro y nota que se que lo que me ha dicho solo es la versión censurada. Quizá Chris sepa más, incluso Lorenzo, pero quisiera enterarme de ella ante sus intentos de evadir a esa chica a pesar de que tengan varios amigos en común.

—¿Algún día lo superará? ¿O yo?

—¿No lo hiciste?

—Sigo adelante, pero después de haberla expuesto y sabiendo que ella estuvo mal... —comenzó a decir pero se interrumpe frustrada —. Era mi mejor amiga y todos esos chicos también.

Quiero decirle que pronto ya no va ver de nuevo a esa chica, que todo debe importar muy poco, que ella misma sabe que es una buena persona. Pero, como casi siempre, se borra esa expresión frustrada y pesimista, dando paso a su habitual máscara de cándida y buen humor.

Los últimos dos vasos (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora