—¿Están "estudiando"?
No, para el público presente, no es lo que están pensando.
Si retomamos la conversación anterior entonces se darán cuenta que es un gran malentendido.
Por ahí, hace cinco minutos, Simón fue descubierto por mí y la molestia que tenía era más que evidente y él lo sabía.
—Dime —exigí dejando el celular con más calma de lo que parecía en la mesa.
No estaba diciendo nada y que se retrasara en caer con toda su mierda solo incrementó mi enojo.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Perdón por aceptar el trabajo de un desconocido que estaba molesto contigo?
—¿Vos me crees pelotudo?
—Si lo ves así...
No voy a poner excusas ya que se que mi propia frustración y cierta conciencia de mi mismo me motivó a tomar su cabello y jalarlo. Sus ojos se abrieron en sorpresa, al igual que yo, que no creía que haría eso. Intenté soltarlo cuando su mano tomó mi brazo con fuerza.
—Dime que no me jalaste el cabello, estúpido.
Como pude me solté de su agarre cuando él me empujó marcha atrás y avanzó hacia mí queriéndome trastabillar de nuevo. Pero lo evité lanzándolo a la cama y yendo hacia él.
Y se supone que soy más fuerte, pero de alguna forma logró zafarse de mí y usar mi propia técnica para tumbarme boca abajo en el acolchado.
—¡No se vale del pelo! —dijo en lo que logré agarrar su cabeza.
—¡Lagartija de dos patas!
—¡¿Eso acaso es un insulto, consentido?!
—¡Deja de llamarme así! ¡Ay!
El pellizco en mi mejilla me impulsó para levantarme con peso y todo para aplastarlo.
—¡No seas brusco! —exclama soltando un gemido y queriendo zafarse de nuevo.
—¡Y tú no vayas tan rápido!
Y no me di cuenta de lo ruidosos que fuimos hasta que su hermana fue la que acentuó el estudio como otra cosa que no logro entender. Ambos nos soltamos algo jadeantes y la puerta es tocada otra vez.
—Chicos, digan que pasa.
—Tienes tiempo de sobra decime quien mierda te habló —digo alzando una mano al cielo en demanda.
—Que no se, tarado, todo fue anónimo.
—A la mierda.
La puerta se abre de golpe y Susan aparece un poco con los ojos tapados y con un sonrojo que acapara sus mejillas.
—¿Están en cuero? —pregunta con timidez y tanto yo como su hermano nos levantamos de un golpe.
—¡¿Qué?!
—¡Digan si o no!
—¡Que no, tarada! —exclama Simón levantándose.
Un suspiro de alivio se escapa de Susan pero no dura mucho cuando nos analiza algo extrañada de cómo estamos.
—¿Qué pasó?
—A tu hermano le pagaron para...
La mano, y una mirada que podría confundirla como la de mi madre, me detiene en mi protesta. Ya no hay amabilidad, simpatía, ni siquiera algo que me diga que está dudando. Está enfadada.
ESTÁS LEYENDO
Los últimos dos vasos (En proceso)
Humor"Perfección en persona, un chico con una cajita de chicles y unos vasos que tomaron al llegar tarde a una fiesta. ¿Quién diría que así uno se arma un buen chisme?" ********* Daniel Curtis es el chico al que le exigen perfección. Simón Rivera es el c...