Edad: 4 años.— ¿Cómo se les llama a las personas tristes? —preguntó con curiosidad la pequeña niña. Levantó la cabeza para ver a la cara al hombre que la tenía sentada en una pierna.
El hombre hizo cómo si pensara detenidamente— Rotas. Las personas tristes son las que están rotas por dentro.
— ¿Tú estás roto? —ella notaba cómo su padre discutía con su madre a diario. No se veía específicamente feliz.
— Si. Podría decirse que si.
— ¿Por qué? —volvió a formular otra pregunta, con sus ojos irradiar inocencia.
El hombre suspiró y observó la calle frente a él, ambos sentados en el porche de la casa.
— Por que lastimo a las personas. Y al hacerlo, las rompo. Y eso me hace sentir mal, hasta quedar igual que ellas.
— ¿Lastimas a mamá?
— La lastimé. Y...también a otra mujer. —negó levemente con la cabeza— No debería contarte al respecto. Pero, si agregamos el hecho de que soy un desempleado, sin amigos y con una esposa moribunda, no podría verme más patético al contarle mis problemas a mi hija.
Le sonrió de lado a la pequeña y esta le devolvió el gesto emocionada por oírlo.
Y aun que lo hizo en ese momento. Ella no recordaría de lo que le habló. Era demasiado pequeña, para que en un futuro se acordase de aquel hombre, su padre.
. . .
El cielo se tornaba gris, las nubes opacaban el brillante sol de verano y las gotas empezaron a caer con fulgor sobre la pequeña casa celeste en las últimas calles del condado de Forwand, Atlanta. Dentro de ella se encontraba la pequeña Blake en su habitación, terminando de guardar sus cuadernos en la mochila junto a sus útiles y una pelota de plástico que le habían encargado en la escuela para la materia de Educación Física. Aun que no entendía por qué la llevaba si no participaba, ya que, no era buena en deportes.
Cuando tuvo todo listo, se metió al baño y lavó sus dientes de arriba a abajo mientras tarareaba esa chirriante canción del comercial de pasta de dientes para niños. La odiaba, pero lamentablemente para ella, era muy pegajosa. Al terminar fue directo a su cama, extendió las suaves sábanas y se metió debajo de ellas acomodándose hasta quedar en una posición agradable para ella.
Tenía todo listo. Había preparado la cena para cuando su madre llegara del trabajo, lavó todos los trastes sucios, preparó el almuerzo para mañana e hizo su tarea.
Tenía todo un plan de quince años dónde en primero se graduaría como la mejor de su clase, en segundo iría a Yale, tercero; conseguiría trabajo en psicología y cuarto; ya establecida económicamente se casaría en el campo al aire libre y formaría su propia familia.
Blake se consideraba alguien precavida y ordenada.
Pero por ese momento sólo quedaba dormir y descansar. Apenas cerró sus ojos, cuando el fuerte sonido del trueno se escuchó muy cerca del lugar. Sobresaltada, se escondió debajo de sus sábanas tratando de protegerse del miedo que llenaba todo su cuerpecito. Pero no había servido de mucho, sus pies sobresalían, ya que ella había crecido demasiado esos últimos meses y su cama le quedaba muy chica al igual que todas las cobijas de princesas que su madre aún le compraba.
Tenía que decirle que debían de cambiar de sábanas. Tal vez si tenía suerte podría escoger unas estrellas, como las que había visto en el centro comercial de la ciudad. El ruido de la puerta abrirse abruptamente la sacó de sus pensamientos. No podía ser su madre, eran las nueve de la noche y su turno terminaba a las diez en punto. Además de qué jamás hacía ruido al entrar para no despertar a Blake. Con mucho miedo, la niña bajó las escaleras de su hogar con paso precavido. Al llegar a la cocina, tomo un sartén y caminó sigilosa hasta la entrada. Levantó el traste y cuando iba dar su grito de guerra, la vió. Suspiró y salió de su escondite sin temor.
— Mamá —la llamó.
Ann, una mujer de cabellos cafés y unas cuantas notables canas, la miró alterada, pareciendo atemorizada. Cerró con candado la puerta y las ventanas a los lados. Sin decir una palabra tomó de los hombros y la guió rápidamente hasta la cocina. Blake se asustó con la actitud extraña de su madre, debía ser algo preocupante, porque si un adulto se asustaba significaba que algo horrible pasaba. Ann abrió Las puertas de la alacena y sacando todo lo que había dentro metió, a su hija.
— Mamá, ¿qué sucede? ¿Qué está pasando? — la mujer la ignoraba, murmurando cosas apenas entendibles. El ruido de la puerta y paredes siendo golpeadas una y otra vez la hicieron dar varios pasos atrás. Miró por la persiana de la ventana y la volvió a cubrir por completo. Gruñidos traspasaban y se hacían presentes por toda la casa.
— E-es muy tarde para huir. Necesitarás comida...Si, comida.
Volvió con su hija y metió varios paquetes de botellas de agua con ella, antes de cerrar la puerta, la miró.
— ¿Mamá?
— Escúchame, cariño. —habló con la voz temblorosa— Te dejaré aquí ¿si? Sólo por un rato. Estaré justo a un lado de la puerta, pero necesitaré que no hagas ruido. ¿De acuerdo?
Blake sólo asintió con temor.
— Estaremos bien. Te lo prometo.
Y ella quería creerlo.
— Se fuerte —besó su frente— Júramelo, ¿si?
— Si.
Cerró la puerta lentamente sin dejar de ver a su hija con un nudo en la garganta . A Blake le empezó a faltar el aire, pero no faltó a su promesa y guardó silencio. Minutos después la puerta fue abierta, el ruido de las numerosas pisadas que empezaron acercarse la asustaron. Blake guardó silencio, lo más que pudo aunque moría del miedo. Hizo lo que su madre le pidió, incluso cuando oyó el desgarrador grito y la sangre empezó a escurrir por todo el piso llegando a sus pies. Pusó una mano en su boca, no podía respirar, no podía. Y después todo fue negro, todo desapareció a su alrededor.
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THE WALKING DEAD - Blake 1
FanfictionEste es un fanfic de The walking dead empezado desde la temporada 1. Esta primera parte (The Walking Dead - Blake 1) es centrada en Blake y la siguiente parte será centrada en el interés amoroso de la protagonista, Carl Grimes. [The Walking Dead f...