Capitulo 20:

2K 217 101
                                    

A penas pude dormir. Si es que tener pesadillas se le puede llamar dormir. König durmió pegado a mi pero cuándo el reloj frente a mi marcó las 5:00 AM, ya no pude seguir durmiendo.

Me levanté y me vestí, me escabullí en silencio fuera de la habitación y me puse la capucha de la sudadera negra que traía. Me dirigí rápidamente a todas partes donde Horangi pudiera estar, hasta que lo encontré en la cafetería preparándose una taza de café, al girarse y verme casi se le cayó la taza entre las manos.

—¡Con un demonio Bonnie! — se llevó la mano al pecho y sus chiquitos ojos descubiertos se abrieron ligeramente más de lo normal — ¿Qué carajos... crees que haces? Soy muy joven para morir del puto susto.

—Perdona.

Respiró profundamente antes de tratar de relajarse de nuevo.

—Esta bien. Dime... ¿Qué haces tan temprano? El entrenamiento no empieza hasta las seis.

—Necesito un favor — me acerqué despacio — esa tal Rose. Necesito que me digas donde encontrarla.

Horangi titubeó.

—¿Q-qué? ¿Por qué?

Suspiré pesadamente antes de dar otro paso más cerca.

—Somos amigos ¿No es así?

—Pues, sí... obvio chica.

—Entonces necesito que me digas donde puedo encontrar a esta mujer.

—Oh... yo... no estoy seguro sobre si... — di otro paso.

—Solo quiero conversar.

Él alzó una ceja.

—Algo me dice que no eres mucho de las conversa — negué con la cabeza — ¿König sabe de eso?

—No. Y necesito que no le digas. Por favor Kim, solo necesito hablar con ella. Necesito decirle que se haga a un maldito lado o...

—¿O qué? — él me miró fijamente enarcando una ceja.

—No seas pesado.

—En absoluto — sorbeteó su café sin dejar de mirarme — sé que eres lo suficientemente inteligente como para no hacer una estupidez. Pero, no confío en Rose. Así que... — tomó otro largo sorbo y yo me sorprendí de que no se quejara de lo caliente — voy a ir contigo.

—¿Qué? Absolutamente no — me eché para atrás — solo dime donde carajos está o me voy a poner a buscar cada maldito hospital hasta que encuentre a su marido moribundo.

—Que oscura eres... Mickelson.

Encogí los hombros pellizcando un pedazo de pan del mesón de la cocina.

—No vendrás... conmigo.


Dos horas más tarde...


—¿Qué? — acusó Horangi mientras estacionaba en el hospital — te dije que no te iba a dejar venir sola. Si haces algo o te pasa algo König es capaz de colgarme de las pelotas.

—Cobarde.

—Y seguro tu tienes más huevos por venir a intimidar a una mujer.

—No vengo a intimidar a nadie. Solo vengo a marcar los puntos sobre las íes.

—Sí, claro — Horangi extendió la mano.

—¿Qué?

—Tu pistola...

𝑩𝑨𝑫 𝑹𝑶𝑴𝑨𝑵𝑪𝑬 ➝ 𝑲𝑶̈𝑵𝑰𝑮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora