#05: Cariñitos.

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En ese día del lunes, las nubes hacían grises soltando agua en toda la ciudad, las lluvias eran demasiado fuertes y el frío traspasaba las paredes de su humilde hogar. Mientras Guillermo se iba al trabajo, Lionel se metía en su computadora para ver si lograba conseguir alguno, pero nadie quería contratar a un muchacho sin ningún tipo de experiencia en absolutamente nada; había abandonado la universidad, ya que sus padres dejaron de financiarla al enterarse que el castaño estaba esperando un hijo, dejando sus estudios a medias y su única ayuda para la vida laboral.

Jamás espero crecer tan rápido, antes era un niño y ahora es un hombre que debe hacerse cargo de una criatura.

Respiró profundo cuando se dio cuenta que no iba a tener ninguna posibilidad de encontrar un trabajo ese día, le dio un pequeño sorbo a su mate y cerró la laptop, rezando internamente a que sus plegarias se cumplan y finalmente dejar a su esposo descansar un poco de la sobrecarga.

Lo menos que podía hacer por él era cocinarle, dejarle las cosas limpias y darle amor cada vez que podía, y vaya que Guillermo tenía mucho amor para dar, porque aún podía sentir las palpitaciones en su entrada después de haber tenido intimidad la noche anterior. Un fuerte sonrojo se había posado en sus mejillas al recordar las posiciones en las que lo puso, el cómo con su miembro era capaz de llevarle al paraíso.

Era como en las épocas de antes, en donde el castaño se saltaba las clases para ir a un motel a pasarla bien con su rizado, él seguía amando su cuerpo, aún le parecía bastante sexy pese a todas las cosas por las cuales había pasado, pese a que había quedado embarazado y ahora era el padre de su hijo.

Cerró los ojos momento y le dio otro sorbo a su mate, para segundos después, escuchar como Ciro empezaba a soltar pequeños gritos avisándole a su padre que ya había despertado de su siesta de rutina; Lionel respiró hondo, para luego levantarse de la mesa e ir en dirección hasta el cuarto de su hijo. No estaba demás decir, que el rizado y el castaño estuvieron de acuerdo completamente en pasar al niño a su habitación, la cual estaba pintada con hermosas nubes y un tapete de juegos que le habían comprado.

— Buenas tardes, mi vida... ¿Dormiste bien...? — Preguntó con amor el mayor de los dos, a lo que el pequeño rizado respondió de forma inmediata a la voz de Lionel con balbuceos eufóricos.

El castaño se había acercado hasta la cuna de su bebé, dándose cuenta de que este ya hacía con una sonrisa en el rostro mientras alzaba sus manitas para que su papá lo tomase en sus brazos; y eso hizo, con bastante delicadeza, el castaño había cargado al menor, para después dejarle plantada en una de sus mejillas un sutil y hermoso beso.

— Has crecido demasiado... cada vez estás más pesado. — Habló, para luego bajar al bebé sobre el tapete de juegos que estaba en una esquina del cuarto; podía observar a la perfección como el menor se arrastraba en dirección a sus juguetes que ya hacían en su canasto (Y por supuesto, Lionel desinfectaba a cada momento), podía ver a la perfección como sacaba un juguete para morder y un sonajero, el cual lo empezó a sonar como si no hubiera un mañana.

Lionel le había acompañado, sentándose en las afueras del tapete que estaba lleno de colores y formas. — ¿A qué quieres jugar hoy, mi amor? — Preguntó, para luego ver cómo el niño pequeño le entregaba a su padre una cabra de peluche, la cual le había traído recuerdos de su niñez, ya que él, alguna vez jugó durante horas con ella.

"¿Qué se supone debo hacer con esto...? " Se dijo a sí mismo, viendo como el menor se giraba de un lado para el otro mientras tenía el juguete para morder en la boca. Mientras más crecía, más se daba cuenta de que era cada vez más difícil de entender, su lenguaje corporal cambiaba casi todos los días; y ahora que tenía cuatro meses, le era imposible no darse cuenta de que su bebé estaba creciendo, ya había empezado a desarrollar más control de sus movimientos, ahora más que nunca, le encantaba morder todo lo que ve, se llevaba los pies a la boca para masticarlos y también sus pequeñas manitas.

CIRO | MechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora