3. Rubio, día, morena, noche.

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Maratón 1/2.

Ella se separó de mí como acto reflejo.

— Siento que no eres mucho de pedir disculpas — dije con la voz muy ronca, luego de un rato de no haber hablado y haber sentido tantas cosas, para aligerar el ambiente.

— No te equivocas — dice y baja los escalones, dándome la espalda.

— ¿Entonces por qué...?

— ¿Qué hablamos sobre tu curiosidad? — me interrumpe, por su voz, podía sentir como controlaba sus impulsos de soltarme un insulto.

— Disculpa, es que no puedo evitar sentirme empujado a preguntar.

— Pero... — se voltea y me encara desde abajo — ya sabes lo que dicen del gato que le gustaba fisgonear — susurró. Ignoré el tono sombrío de sus palabras y me enfoqué en su disculpa.

Aunque nuestra conversación no fue nada del otro mundo y estuvo cargada de energía pesada, sabía, muy en el fondo, que ella también quería seguir hablando conmigo. Pero no podía seguir estando con ella si mi único pensamiento en ese momento, debía ser mi novia. Mi novia, Angelina, Leah. Debía. Pero no lo era.

Eso estaba mal, lo sabía.

Decidí tomar silencio, imaginando un escenario en dónde yo me despedía de ella y seguía mi camino hacia los adentros de aquella fiesta que me aburría, pero cuando dejé de imaginármelo no sucedió nada, soñé despierto.

— Entonces... — dije luego —, ¿quién te invitó?

— Por ese tono, cualquiera diría que te disgusta mi presencia — cierto, lo dije en un tono muy malo. Ladeo la cabeza, disculpándome en silencio —. ¿Qué pasa, Fax? ¿Te pongo nervioso? — dice y yo abro los ojos significativamente —, descuida, solo bromeo... o no — ella estalla en una carcajada y yo la miro entre confuso y divertido, eso ni siquiera dio risa, pero, Dios santo... que linda sonrisa tenía. Era radiante, sentí como si me estuviera inyectando alguna droga, heroína quizás, la adrenalina que en ese instante corría por mi sangre con esa risa, hacia que me sintiera tremendamente orgulloso de ser quien se la provocara —. En fin — dice limpiando las lágrimas que salían de sus ojos cuando se calmó por fin —, conocí a una chica pelirroja el miércoles y me invitó, es todo.

— No conozco a ninguna chica pelirroja — frunzo el ceño.

— Está bien — sube uno de los escalones con una sonrisa —, eso confirma que no lo sabes todo en el vida, te hace más real.

Vuelvo a tragar horrible tras esa mirada.

No podía seguir así.

— ¿Quieres que vayamos a buscar a esa amiga tuya misteriosa? — le pregunto, con el objetivo de seguir más tiempo con ella.

— Es un misterio para ti solamente, rubio — sonrío, pero me volteo y empiezo a caminar hacia la entrada. La noche no se me hizo tan larga como había esperado.

[***]

La conseguimos en una esquina, justo frente a la cocina, era pelirroja como bien dijo la chica, chica de la que... sorpresivamente no me sabía el nombre.

— ¡Cielo! — grita la pelirroja. Era mucho más alta que la otra, unos centímetros, sin embargo, más baja que yo, (eso es decir mucho si tenemos en cuenta de que mido casi 1.86), con mucha más masa corporal pero tan definida, que no creo que le importe, creo, igual cada cabeza es un mundo. Era de tez blanca, se veía con una textura de porcelana, muy cuidada, su cabello crespo, entre afro y liso tenía destellos naranjas, casi a la altura de los hombros, brillaba como el fuego. Sus ojos eran casi tan verdes como los míos, no estaba muy maquillada a comparación de la morena, ya que, ella solo tenía mucho rubor en sus mejillas, brillo en los labios y una sombra de ojos marrón claro.

Sus brazos rodearon el cuello de la morena y pude notar sus manos medianas, sus dedos un poco gruesos y sus uñas delicadas sin pintar.

— Atenea — dice la muchacha, apartándola de ella misma —. También hablamos sobre esto — le dice seriamente.

— Lo sé, lo sé, pero no puedes esperar a que cambie mi necesidad de afecto físico de la noche a la mañana.

— Eso es exactamente lo que espero — Atenea hace un puchero, me mira de arriba hacia abajo y luego me dedica una sonrisa pícara. No sentí nada.

— ¿Y este guapetón quién es, amiga? — alza una ceja en dirección hacia ella —, ¿tu novio?

— En realidad... — empiezo a decir.

— No es mi novio, Atenea. No seas entrometida — Atenea sonríe y me sorprende como se toma tan bien el tono de voz de ella.

— Vale — arrastra la "a" — lo pensaré dos veces la próxima vez que me entre la curiosidad — por lo que veo, no solo había discutido conmigo sobre ese tema —. Vengan y les presento a mi novio — Atenea nos empieza a arrastrar hacia la cocina.

En ese momento, me llega una llamada de Tina.

Se me había olvidado por completo que no había venido solo.

Pido disculpas a las chicas y me quedo afuera.

— ¿Aló?

— ¿Dónde coños estás, Fax? Te he reventado el celular a mensajes y a llamadas y me vienes a responder una hora después.

— Disculpa no tenía...

— Harol se puso mal — me interrumpe sin importarle lo que tenía para decir —, esta pálido y dice que lo único que tiene que hacer es dormir para mejorarse — escucho que suspira. Mierda, mierda y más mierda, tenía que haber estado más pendiente de Harol cuando lo vi en aquel mal estado —, ¿puedes venir por nosotros y ayudar a Isa a cargarlo al auto?

— ¿Dónde están? — me adentro en la cocina para, al finalizar la llamada, poder despedirme de la morena, no podía irme antes de eso, no quería. La veo hablando con dos muchachos, uno negro alto y otro más bajo con el cabello castaño, intentaba coquetear con ella... el lenguaje corporal lo decía todo, frunzo el ceño y la pelirroja agarra la mano del negro. Al verme entrar, ella se voltea a mí y espera a que me acerque, cuando ve que no me acerco, le hago un gesto con la mano para que espere y ella asiente confundida con el ceño fruncido.

— Estamos en la piscina, no nos hemos movido, date prisa, por favor. Estoy muy preocupada...

Con eso, colgó.

Me acerco a la morena y la veo con cara de circunstancias.

— ¿Qué ha pasado? — se preocupa.

— Mi amigo... — me detengo y miro a los presentes, Atenea tiene los ojos muy abiertos, el negro me mira sin expresión alguna y el bajito con una ceja alzada —, tengo que irme.

— Entiendo — me dice.

— ¿Cuándo volverá a verte? — con eso su rostro se ilumina con una sonrisa.

— Yo te encontraré, rubio. No te librarás de mí tan fácilmente.

— También está este otro problema...

— Lo sé, tu novia. Tranquilo, te encontraré sin llamar la atención, me encantan los desafíos — me guiña un ojo y me siento tan fascinado por nuestras interacciones que casi olvido la razón por la que me estaba despidiendo, Harol...

Me acerco a su cara y le doy un beso en la mejilla.

— Hasta pronto — le dije y salí apresurado de la cocina en dirección a la piscina.

***************

primer capítulo de la maratón, están por pasar cosas que sorprendentemente ni yo me esperaba y me gustaría ver sus caras al terminar de leer.

no tengo nada que decir en realidad, solo no olviden votar por la historia si les gusta o recomiéndenla chamo, no les cuesta nada.

besitos.

Hasta que la muerte llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora