El noticiero

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Me duché, desayuné, y me fui a casa de Luis, quien me recibió despierto, recordando solo entonces que olvidé llamarlo, y al entrar a su casa, antes de sentarse a desayunar señaló el televisor, para luego meterse una tostada en la boca.

Miré la pantalla un momento, pero el noticiero matutino no me decía nada, aparte de que había un aumento en los índices de ataques cardíacos entre personas mayores de 30 años, asi que pegué una mirada a mi amigo, que tomó el control del aparato y empezó a cambiar de canal. Su dedo índice volaba sobre el botón de avance, y, mientras las imágenes iban pasando, no podía entender cómo lograba descifrar algo, hasta que se detuvo en otro noticiero.

Traté de escuchar lo que decían, pero al parecer, la noticia que Luis estaba buscando estaba a punto de terminar, por lo que me indicó que mirara el titular.

"Muchacha de 16 años fue hallada ahorcada en su habitación"

Miré a Luis, sin terminar de conectar del todo las ideas, a pesar de lo cual, tenía un pequeño nudo en el estómago.

—Se llama Sofía Merat.... -él se quedó mirándome, y, tras no ver entendimiento de mi parte, aclaró: —La chica de ayer, a la que defendiste... La encontraron ayer en la tarde, pero no logró suicidarse. Ahora está internada en el hospital Joaquín Domingo Soto.

De pronto, las palabras de la muchacha en el sueño tenían sentido, lo que no resultaba para nada tranquilizante, sino más bien escalofriante.

—Definitivamente tus gustos no son los más normales, o tú no eres normal.

No estaba escuchando las palabras de mi amigo. Lo único que me interesaba en ese momento era ver a Sofía, y preguntarle si efectivamente habíamos compartido un sueño. La ansiedad me ganó y me puse de pie. No podría esperar a que volviera para tener las respuestas que necesitaba, tenía que ir a verla, en ese mismo instante.

—Luis, ¿puedes encubrirme?

—Por supuesto, —dijo este, y, acto seguido, bebió un largo trago de leche. Su reacción no alcanzó a sorprenderme, pues, era costumbre el cubrirnos en cosas de ese estilo — Pero ¿Qué debería decir?

—Basta con decir que estoy enfermo. — me dirigí a la puerta, y Luis continuó.

—Aunque... tiene que haber algo detrás de ese repentino interés, algo que no me has dicho.

—Sucedió anoche... cuando regrese te cuento todo, ¿Ok?

—Ok, —metió otra tostada a su boca y continuó: — a todo esto, ¿seguiste mi consejo?

—Sí, y tiene mucho que ver con esto. — abrí la puerta, dejando a Luis con cara de intriga al salir, y solo ahora entiendo lo mucho que debo agradecerle, pero claro, con lo terco que soy, no es algo que se me de muy bien.

Me dirigí a la parada de autobuses que llegaban hasta el centro, tomé el primero que pasó con destino hacia el hospital, y una vez estuve afuera del recinto miré mi reloj, eran las 9:30 A.M. y el primer bloque de seguro ya habría acabado. Caminé hasta llegar al interior del hospital, de fachada blanca e infraestructura impoluta, pues, había sido renovada hacía no mucho, y cuando estaba a punto de cruzar las puertas hacia la recepción, me percaté de algo en lo que no había reparado: aquella era la primera vez que faltaba a la escuela sin autorización y, además, la primera vez que iba en contra de las reglas sin el fin de disgustar a papá. Llegué al mesón de consultas del edificio, donde me señalaron el tercer piso en la sección de cuidados intensivos, habitación N° 8, al lado de pediatría.

Subí las escaleras corriendo hasta llegar, y al acercarme a la numeración indicada, encontré a varios de periodistas fuera de la habitación, mas, no parecían estar hablando, sino simplemente esperando. De pronto, de mis espaldas escuché un llamado.

—Disculpa, ¿vienes a ver a Sofía? — volteé para mirar sobre mi hombro y descubrí a una pareja, de unos 40 a 45 años de edad.

—Sí... ¿ustedes son sus padres? —de pronto, los periodistas se acercaron rápidamente, comenzando una miríada de preguntas que debieron tomar tan desprevenida a la pareja, que simplemente se mantuvieron en silencio, algo incómodos por la situación.

—Creo que deberían tener un poco de consideración. No es el mejor momento para preguntas. — dije sin pensarlo siquiera, como si la molestia también me hubiese alcanzado, lo que atrajo la atención de tres de los periodistas, una mujer y dos hombres, mientras los otros siguieron intentado. — ¡supongo que no tienen hijos como para comprender la situación ¿verdad?!—dije casi gritando, lo que a mi impresión convenció a los periodistas que seguían intentando.

—Muchas gracias... —dijo la madre de Sofía una vez los periodistas se hubieron marchado, apoyó la cabeza en el hombro de su esposo al tiempo que cerraba momentáneamente los ojos y comenzó a llorar en silencio.

—Lo siento, pero el horario de visitas no es sino hasta la una —Dijo el padre. — si quieres, podrías venir a tomar un café con nosotros. —aquella confianza me sorprendió, aún ni siquiera habían preguntado mi nombre y ya me invitaban a tomar algo, así que acepté, más que nada para no parecer mal educado.

Nos dirigimos a la cafetería del primer piso, donde, mientras el señor Merat iba por los cafés, la señora comenzó a hablarme.


Sentimientos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora