Capítulo quinto: Reunidos

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El castillo de la reina; un enorme palacio estilo victoriano en la cima de una montaña que por más que te acercas si no eres invitado no podrás llegar. A su alrededor se expande un enorme laberinto que consiste del pueblo y otros lugares a los que no sería muy bueno llegar. El laberinto conecta todo el país de las maravillas gracias a enormes pasillos de arbustos que a su vez son difíciles de hallar. Comenzando desde el bosque sombrío, llegando al desierto congelado y pasando más allá del río de lágrimas. Todo Wonderland es como un enorme laberinto con muchas formas de entrar y solo pocas para salir.

El jardín de naipes un hermoso jardín decorado con flores de diamantes y arbustos de corazón. En su mismo medio se encuentra una enorme mesa de trébol en la que se pueden sentar un total de diez personas. Justo la cantidad de personas que estarían sentadas dentro de poco. El jardín de naipes gozaba de una espléndida vista hacia el este de Wonderland y era justo la mejor hora para verlo: la hora del té.

El primero en llegar fue el comandante de la defensa "espada" Psycho Mad. Ese era el puesto que estaba encargado a servir su familia y él siendo el mayor ocupaba ese rango sin problemas. El Alice que lo acompañaba, aunque dormido, era el menor de los cuatro y el primero en entrar a Wonderland, Arthur Britter. Quien descansaba inconsciente en los brazos de su escolta como la reina les había llamado.

Al verlo entrar lo primero que pensaron los guardias era que el joven rubio estaba muerto, mas grande fue su sorpresa al enterarse de que solo estaba inconsciente. Por sobre todo Psycho se rehusaba a soltarlo, diciendo que era su deber escoltarlo hasta la reina. Lo que en realidad parecía una excusa para mantener al chico en sus brazos.

Las puertas hacia el jardín se abrieron y las reinas inmediatamente pidieron un lugar donde recostar al chico. Luego procedieron a pedir la información recaudada por el joven Mad. Quien, mientras tomaba una taza de té, explicó lo poco que logró saber del rubio antes de dejarlo inconsciente. Obviando la parte del beso, que no era necesaria.

Con la llegada del conejo es que comenzó la diversión.

White Ravy el Guardián de Corazones y bueno... Llegar con una marca en una de sus orejas notablemente morada y que obviamente había sido creada por una mordida, dejaba mucho que pensar. Lo más interesante, no se había dado cuenta del hecho y nadie planeaba decírselo pronto.

—Voy tarde —El joven White revisaba por enésima vez su reloj de bolsillo, mientras apuraba al mayor de los Alice.

—Llevas diciendo lo mismo desde el principio. ¿No te cansas?

—No. —Volteó a verlo con una mirada no tan agradable y luego siguió caminando—. Ya llegamos. —Abrió la enorme puerta que llevaba al famoso jardín, encontrándose con la presencia del mayor de los Mad y las reinas ya reunidos—. Volví a perder —susurró frustrado el conejo.

—¡White! ¡Noto que has disfrutado! —Los ojos ambarinos de Mad se fijaron enseguida en esa peculiar marca en su oreja. Comenzando a reír descaradamente, mientras se acercaba al más bajo—. ¿Qué te ha tocado?

El joven conejo, ajeno a la causa de la gracia se dispuso a ignorarlo y seguir con su presentación ante la reina.

—Reinas, aquí les presento al Alice que he capturado.

—Más bien el que te ha capturado —Mad seguía riendo sin ganas de parar pronto.

—No creo que sea gracioso. Más bien delicioso —Las risas de Psycho pararon en seco. Procesando la voz que acababa de escuchar.

Un tono que le sonaba familiar y para nada agradable. Se volteó a ver al dueño de dicha voz y para su sorpresa encontró un rostro desconocido. Profundos ojos afilados de color negro, a primera vista. Con la luz del sol pudo notar el leve toque de azul en ellos. El dueño de dichos ojos era considerablemente alto, más que él. Siendo la primera persona a la que tenía que alzar un poco su mirada para verlo. Su cabello marrón rojizo caía en su rostro y le daba la apariencia de un criminal. Su sonrisa burlona en labios marcados y figura masculina. La forma en que caminaba orgulloso hacia la reina... Todo le gritaba algo que no podía comprender. Había algo en ese Alice. Su perfección era digna de alabanza y lo que él veía en esos ojos que le gritaba un peligro que bien conocía, el peligro de la locura.

Wonderland, Am I Right? (YAOI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora