Capítulo 14: Oscuridad y locura

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«No me mientas así —pidió Ànima—, no me mientas con algo tan grave como eso porque me voy a sentir horrible».

Había un punto donde Ànima no podía despertarse por todo lo ocurrido. Era difícil, más ante las palabras que había recibido por parte de Pyschen, que hicieron despertar algo desde lo más profundo de su alma. Era un recuerdo, uno bloqueado por tantísimos años que siempre había creído que era un estigma por sus acciones.

Una por no acercarse al exterior. Una por no tener amistades. Una por perder a sus padres. Todo tipo de posibilidades que al final, la respuesta estaba en un hecho que jamás pensó que ocurriría.

Entró en un estado de pánico cuando veía aquellas imágenes a gran velocidad. Veía a dos jóvenes chicas agarradas de la mano, caminando de un lado a otro. Una siempre sonreía, la otra no. Una siempre brillaba, la otra no. Siempre eran un contraste, pero su familia amaba a ambas por igual.

Hasta que el cambio llegó, pero no de la forma que podían esperarse muchos.

—¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible? —se repetía Ànima entre susurros, unos que solo podía escuchar ella al estar en esa sala oscura donde se encontraba sentada con las piernas abrazadas—. No es posible. ¿Cómo lo es? No la conozco de nada, es imposible.

Susurros hablaban a su alrededor, unos que lograban alterarla. Se levantaba del suelo, chillando para que se alejaran de ella, pero estas no hacían caso, se acercaban cada vez más hasta llegar a su oído.

—Tú lo buscaste. Tú lo decidiste. Te aferraste a una opción tan poco probable y acabaste bendecida de la peor forma posible.

Ànima sin querer tragó saliva, reviviendo así la historia que aquella alma tenía. Una que jamás debería olvidar.

—¡Radow! Levantate, venga. No tenemos todo el día —avisó una voz. La de su madre.

Para comprender bien la historia, hay que tener en cuenta un hecho que Ànima le era difícil de ver. El concepto del alma.

—¡Voy, mamá! —gritó aquella que se llamaba Radow.

Ànima era un poco consciente de que el alma era eterna y que todo lo que hacía en diversas vidas, siempre era olvidado al estar en un nuevo cuerpo, empezando una nueva vida. Tal concepto lo suyo no solo por lo que le enseñaron los Cutuis, sino que también por su familia.

«Estoy viendo la historia de mi pasado, pero ¿por qué? Pensaba que eso era imposible».

A pesar del terror, siguió aquella chica llamada Radow.

De primeras ya le parecía interesante aquella joven no más de dieciocho años. Vestía con ropas ligeras y cómodas con diversos colores que a la mayoría le quedaba bien. En esta ocasión, combinaba su chaqueta marronácea junto a su camisa negra y pantalones similares al color de su chaqueta. Antes de atar sus deportivas blancas, se miraría en lo que parecía ser un espejo para arreglar su cabello castaño.

La forma en como se lo peinaba y la figura de su rostro era similar a la de Ànima.

«Soy yo. Este es mi yo del pasado».

—Perfecto —diría Radow con una gran sonrisa.

Miró su espaciosa habitación blanca, decorada con miles de dibujos que Ànima no podía comprender a excepción de los muebles que sabía cuales eran su función, al menos algunos de ellos.

Una vez salió de su habitación hacia el pasillo, se pondría enfrente de una puerta con una pequeña señal colgada en el pomo que ponía "no molestar". Radow tomó aire con una sonrisa traviesa y pondría sus manos cerca de su boca:

III - El último Sistema: Código del caos [G.O]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora