Una tranquila conversación se podía escuchar en el interior del templo de Crisea. El tiempo había sido generoso con los dos dioses y su hija, por lo que podrían aprovecharlo para pasear por los jardines como una buena familia.
A Blutig aún le costaba procesar todo, ¿qué podía pensar de un mundo tan inusual como este? Dioses cuyas miradas expresaban emociones distintas y que en su interior temblaban de miedo sin saber hablar con la verdad por delante. Tenía muy claro que su misión en este planeta sería tener la suficiente paciencia para encontrar la paz, retirar ese miedo, aunque para ello tenía que saber la verdad.
Su objetivo estaba claro cuando vio a sus padres.
—¿Hija? —preguntó Kersmark, mirandola con dulzura.
—¿Si, papá?
—Vi que te interesaste mucho en los juguetes tecnológicos que te hice —comentó con cierta ilusión.
—Son... curiosos —admitió, mirando los juguetes de su mano con detenimiento.
Kersmark miraría de reojo a su mujer con una sonrisa. Christel soltó un ligero bufido.
—Puede que le interese la tecnología, pero hace poco le preguntó a Lihuco sobre sus abanicos y el armamento que tiene guardado —comentó Christel.
Kersmark soltaría una leve risa ante su actitud.
—¿Te lo has tomado como una competencia? —preguntó Kersmark.
—Pensaba que lo era —respondió Christel, parpadeando varias veces sus ojos.
Kersmark no pudo evitar reír, contagiando también a su mujer.
Aquello era visible a los ojos de Blutig, dos dioses que por dentro compartían lo más íntimo, aunque por fuera tuvieran unas apariencias que intimidaran demasiado.
Sus padres eran un poco extraños, al menos era lo que pensaba cuando los veía actuar así con ella, pero diferente hacia los demás. Lo vi con aquellos dioses, que con su actitud querían mostrar una cosa, pero en verdad tenían demasiado miedo.
Y eso era lo último que deseaba Blutig.
«Capaz mis padres quieren que me interese en sus cosas, pero tengo claro que mi camino será distinto a los suyos. Son buenos, lo sé, pero en hay algo que me pide tomar un camino distinto. Uno más pacifico mediante la conversación. Aquel asesino esta formando el desastre, dejando rastros de sangre para crear conflictos y peleas —opinó Blutig en silencio mientras miraba a sus padres—. Yo he visto en algunos de ellos lo mismo que yo. Una paz necesaria».
Lo había analizado bien: La luz mostraba un rostro nervioso e intranquilo al igual que su elegida. El ruido era un paranoico y silencioso junto a la guardiana, solo que era una observadora silenciosa. Por último, la naturaleza era prudente y calmada, posiblemente el más inteligente y maduro de todos.
—Estás muy callada hija mía, ¿todo bien? —La pregunta de su madre hizo que Blutig despertara.
—Sí, solamente recordaba la visita que tuvimos hace poco —respondió Blutig—. Todos eran muy raros, ¿son siempre así?
—Cada uno tiene una personalidad y actitud, es normal —respondió Christel con una sonrisa cariñosa
Blutig comprendió que su madre la cuidaba y protegía de todo sin importar el qué, lo que dejaba pensativa a Blutig.
«Intentaré sonreír más para que no te preocupes por mí, madre. Juro que este planeta será bello en donde tendrás tu merecido descanso», pensó Blutig.
Durante la caminata en los jardines cercanos al templo, sentía una presencia intranquila, al principio pensó que era su padre, pero sabía que no era él ya que no había nadie que lo volviera un ser sin sentimientos, alguien que fingía ser insensible.
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III - El último Sistema: Código del caos [G.O]
FantasiOscuridad, luz y ruido eran los primeros elementos que habitaron en el planeta de la paz, un lugar donde tres dioses lograron establecerse en distintos puntos de la montaña. La luz estaría en lo más alto donde el sol les daba la vida, el ruido al la...