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Observame fijamente, conecta tus ojos con los míos de una manera tan profunda que no te permita mentirme, ni mentirte. Mírame, después de besarme fugazmente con la excusa de que todo es un error, y entonces ahí, solo en ese preciso momento, me tragare nuestro engaño, la farsa que relata un amor perfecto o un odio incapaz de amar, pero si es necesario, miénteme. Explícame el por qué, despreciame con una y mil razones sin dejarte llevar por mis caricias. Deberás lograrlo, y allí es donde debes atreverte a engañarte, a engañarnos. Rebusca en lo más profundo de tu odio, y encuentra las agallas que se necesitan para decirme un te odio sabiendo que es una gran mentira para ambos.
