Capítulo 5: Derek

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Cuando leí la dirección que me envió el señor Miller en un mensaje, me quedé de piedra.

Sabía que David Miller era uno de los hombres más ricos de la ciudad, pero no me imaginé que viviría en una mansión tan impresionante.

Miré atónito a mi alrededor cuando el taxi me dejó en la puerta, casi atiné incluso a cerrar el automóvil, tan embelesado como estaba con el lugar.

Aquella casa era enorme, majestuosa y asquerosamente cara.

Di un golpecito por inercia en el cristal de la puerta trasera del taxi antes de marcharse, sin apartar la vista de la construcción ni un segundo.

Me alisé la camisa con las manos, aquello era de un postín del que yo nunca estaría a la altura. No obstante, venía a trabajar.

Anduve hacia la puerta principal.

La mansión estaba protegida por una alta verja de hierro de color bronce. A partir de ahí, una mini ciudad de la que era dueño David Miller.

Un hombre uniformado se acercó desde el interior de la casa, al otro lado de la verja, cuando llamé al timbre.

—Buenos días —me dijo.

—Buenos días. Tengo una cita con el señor Miller.

—¿De verdad? —preguntó con una ceja alzada.

—Sí, ¿quiere que le enseñe el mensaje y la llamada? —pregunté un poco a la defensiva.

Que utilizara aquel tono jocoso para dirigirse a mí no me había gustado en absoluto.

Entonces el hombre curvó sus labios con una sonrisa y noté mis músculos destensarse.

—Derek Dawson, ¿verdad?

—El mismo.

—Le espera en su despacho. No se preocupe, le acompaño.

Asentí con la cabeza y el hombre abrió la puerta para que yo pudiera entrar.

No me entretuve en ese instante en admirar los cuidados jardines que rodeaban el casoplón, ni tampoco el rico aroma que desprendían las flores que se mezclaban con el color verde del césped, los matorrales y los árboles, creando así un paisaje muy bonito.

Tendría tiempo más tarde de poder admirar todo aquello. En ese instante solamente me interesaba pensar en lo que el millonario tenía que decirme.

—Por aquí, a la derecha —me indicó el señor uniformado cuando nos vimos en el interior de la casa.

Majestuosa por fuera, pero por dentro también.

El lujo no escatimaba en la decoración ni en el mobiliario.

Incluso había piedra natural incrustada en las paredes, y me apostaba el cuerpo entero a que los habitantes de aquel lugar, no habían pasado frío ni calor en la vida.

No quise tampoco quedarme embobado con todo lo que estaba viendo, pero lo hubiera hecho con gusto.

—Ahí está —me indicó entonces.

—Muy bien, gracias.

—Buena suerte. —Me guiñó un ojo y se dio la vuelta para emprender su camino hacia otro lugar.

Ni siquiera sabía cómo se llamaba, pero eso no importaba en aquel momento.

Respiré hondo y toqué a la puerta de madera maciza con los nudillos.

No sabía por qué, pero el corazón me iba rápido, como un conejo a punto de ser cazado sin que pudiera hacer nada por remediarlo.

—Adelante.

Niñero por sorpresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora