—Espero que aquí te encuentres como en casa —dijo el señor Miller cuando abrió la puerta de mi nueva habitación, justo la que daba pared con pared con la de Carrie—. La casa es tan grande que nadie ha usado esta estancia todavía.
Asentí con la cabeza, agradecido.
—Vaya, muchas gracias, señor Miller.
Él me dirigió una breve sonrisa.
—Es lo menos que puedo hacer. Además, necesito que estés pegado a ella las veinticuatro horas del día. Sabes que viajo mucho y que mi mujer... —carraspeó antes de autocorregirse—, mi exmujer, se mudó a Australia.
—No se preocupe, haré bien mi trabajo —le aseguré a pesar de no tenerlas todas conmigo.
Aquella niña parecía ser sumamente insoportable, pero no sabía cuán equivocado estaba hasta que pasé algunos días junto a ella.
—Lo sé, Dawson. Como te dije, en tu contrato entran tus necesidades básicas, como también el techo y todo lo que necesites mientras estés aquí. Siéntete libre de pedir al servicio lo que precises.
—Muchas gracias —repetí.
—Gracias a ti. Cada semana ingresaré tu salario en la cuenta bancaria que me facilitaste cuando firmaste el contrato. Además, añadiré una cantidad extra que podrás gastar junto a Carrie en todo lo que ella precise. Aviones privados o cualquier medio de transporte que deseé utilizar para moverse por la ciudad. Aunque ella dispone de dinero.
—De acuerdo. —Asentí con la cabeza.
—Deja tus cosas —dijo señalando con la mano derecha la maleta que había arrastrado hasta la habitación con todas mis pertenencias—, me gustaría que la saludaras.
—Como usted quiera, señor.
En ese momento apenas tuve tiempo de admirar el habitáculo, pues hube de acompañarle a tocar la puerta de al lado, la que pertenecía a la habitación de Carrie.
Pero era una estancia muy amplia y decorada de forma minimalista.
Con paredes pintadas de un blanco impoluto, parecía atraer toda la luz natural del exterior, por lo que se convertía en un espacio muy luminoso.
Una gran cama de matrimonio en el centro y a la derecha una mesita de noche de madera de roble.
Un armario empotrado y una pequeña mesa redonda justo al lado de un gran ventanal con vistas a los jardines del lugar, los cuales admiré el primer día que pisé el territorio de los Miller.
A la izquierda, un gran baño con ducha de hidromasaje y todo lo necesario para una experiencia única de autocuidado.
Había trabajado para gente adinerada, pero nunca me había visto en la situación de poder disfrutar de tanto lujo.
No había mal que por bien no viniera, y ese era el lado positivo de tener que aguantar a una criatura como Carrie.
Sentía el corazón trotar con fuerza en mi interior, y todavía no sabía diferenciar si eran nervios por volver a verla y que reaccionara como una mañaca consentida, o anticipación por saber si aquel día llevaría de nuevo las prenditas de ropa para dormir puestas como la vez anterior, las cuales marcaban sus bonitas curvas.
No.
No quería fijarme en ella.
No quería observarla desde mi posición como si fuera una mujer cualquiera, sino como una niña pija a la que tenía que cubrir las espaldas y nada más.
Pero tenía ojos en la cara y una polla entre las piernas.
Mi instinto de hombre siempre me avisaba cuando tenía delante una mujer bonita.
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Niñero por sorpresa
HumorCuando Derek Dawson, un atractivo guardaespaldas que necesitaba dinero con urgencia, accedió a proteger a Carrie Miller, no se esperaba en absoluto que su vida diera un giro inesperado. Carrie Miller, una niña pija e insoportable, estaba dispuesta a...