Capitulo 4
Alastor sabia que aquella noche, Anthony se había levantado a recorrer el lugar por si mismo, sabía que estaba harto de que lo siguieran, pero también sabía cómo era Valentino. Llevaba un tiempo en este lugar y había visto un sinfín de vejaciones por parte de aquel doctor. Se hacía el inocente, el que quiere ayudar a los demás y lo único que hacía era ocupar su poder para violar a los reclusas que él encontraba atractivos. Se levantó, fue hasta la sala de terapia, tomó la grabadora y se dispuso a seguir al rubio en la oscuridad. Lo encontró al lado de Valentino, hablaban sobre algo que no podía escuchar, de pronto el moreno se abalanzó encimay lo aprensionó, besándolo. Algo en el interior del castaño cambio, empezó a hervirle la sangre, su corazón latía desenfrenado, aún más al verlo sin ropa, desvalido y con el rostro contraído por la desesperación. Aquella sensación la conocía, pero algo había cambiado, algo era nuevo y no sabía cómo describirlo. Sentía su sed de sangre al tope, quería ir, interrumpir y masacrarlos, pero no tenía las herramientas adecuadas, además, Anthony aún le servía, no era el momento, quería saborear aún más aquel sentimiento que lograba despertarle. Miro hacía un lado y vio aquel demonio que siempre le aconsejaba y acompañaba, no le dijo nada, simplemente sonreía sádico y supo que había tomado la decisión correcta. Pero no quería ver qué alguien más tomara el cuerpo del rubio, los interrumpió y se contuvo lo que más pudo para no asesinar a Valentino, no podía en aquel momento, necesitaba ser discreto. Anthony lo abrazo y el no supo como reaccionar, nadie jamás lo había abrazado de aquella forma tan cariñosa, se puso nervioso, pero no le aparto. Se separaron y caminaron silenciosos a su celda.
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Después de aquel suceso, no pudo dormir, aún no podía olvidar el cuerpo níveo que resplandecían bajo la luz de luna, su cuerpo delgado, sus curvas, sus caderas, sus glúteos, su cuello, todo era perfección pura. Quedó despierto, no podía conciliar el sueño, no con todo aquel calor que lo envolvía. No podía controlarse pero debía hacerlo, aún no era la hora, quería disfrutar el cuerpo y matarlo a sus anchas, en su sótano, con sus materiales ¿Por qué aquel sentimiento era tan potente? Jamás le había pasado, con nadie. Nadie le había despertado un sentimiento tan fuerte y violento de sangre, excitación y placer. Tuvo que hacer algo para mitigar las ganas y no se le ocurrió de otra que hacer una pequeña escena y que lo llevarán a la celda de aislamiento, allí en soledad de seguro que podría calmar su mente, pero, tuvo el efecto contrario, no podía olvidar ningún detalle de la piel de Anthony, algo en el había despertado y no podía calmarse de ninguna forma. Anthony quedó muy preocupado, no sabía que era lo que Alastor tenía en su mente. La noche anterior se veía normal, calculador, frío pero a la vez con un aire de protección, amistad quizás. Lo había salvado, sin pedir nada a cambio y el se lo agradecería de por vida. Paso la semana y Alastor volvió y actuaba como el mismo de siempre, pero en aquella semana Anthony había pensado más de la cuenta y se sentía culpable. Valentino era un ser asqueroso, pero lo había tocado en los lugares correctos y le había echo sentir un placer que hace tiempo no experimentaba, su cuerpo había reaccionado a sus dedos morenos y se sentía más culpable que nunca. Debería sentir solo asco, pero en cambio, su cuerpo lo traiciona y ahora pasaba las noches en vela tratando de controlar el impulso de tocarse, aunque la soledad y al no tener cerca a Alastor, le ayudaba a calmar aquella necesidad, pero eso fue tan solo por una semana, ahora vivía con la presencia del de ojos rubí cerca, tentándole, porque si, en vez de Valentino, se imaginaba al castaño tomando su lugar, siendo apresado por el cuerpo canela, por aquellos ojos penetrándolo y se derretía con tal solo imaginárselo. No había pensado en su compañero de aquella forma, pero al ver lo varonil que había sido al enfrentarse al doctor, su percepción cambio y empezo a notarlo como un hombre.
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Una noche de sofocante calor, el aire se caldeaba dentro de la celda, el rubio al sentir la respiración acompasada del castaño y el saber que estaba encima suyo en el camarote, fue mucho para su mente, había llegado al momento culmine de su desesperación. Sin quererlo empezó a masajearse por encima de la ropa, tratando de detenerse, quería dejar de hacerlo pero su mente lo traicionaba, haciéndole llegar un montón de recuerdo del de ojos rubí, imaginándoselo sin camiseta, llamándolo con aquella voz sensual. Se bajo los pantalones y la ropa interior y tomo su pene erecto masturbándose en silencio, tratando de reprimir los gemidos que amenazaban con salir de su garganta ¿Se había vuelto completamente loco? No entendía como estaba tocándose estando su compañero ahí mismo. Su cuerpo lo traicionó y se sacudió de placer soltando un Al… que no pudo completar, tapándose la boca al instante. Ahí en el medio de la oscuridad vio aquellas perlas sangrientas que lo miraban, se asusto pero no pudo soltar sonido, detuvo su actuar quedando totalmente al descubierto.
-Sigue—le ordenó despacio, pero Anthony no podía moverse, aquello parecía surreal. Alastor bajó de su camarote, se colocó encima del rubio, tomo la blanca mano y la puso de nuevo en su miembro—sigue—volvió a repetir y está vez Anthony empezo a mover su mano despacio, de arriba abajo mientras era observado por Alastor. Este no se movió de arriba del de ojos azules, contemplaba los movimientos, los cambios de facciones, los suspiros y las sonrojadas mejillas. Cada vez aumentaba más y más el ritmo, Anthony había perdido totalmente la cordura y ahora en su mente, solo abundaba el placer. Estaba próximo a terminar, pero no quería manchar a su compañero.
-Al, debes quitarte—su voz sonaba agitada.
-No—dijo tajante, sabía que el orgasmo venía próximo y el quería presenciarlo.
-Vamos, Al, sonrisas, no quiero que me veas así—pero su mano no se detenía, tentaba al destino.
-Correte—aquella orden fue el culmine, termino en su mano, tratando de no salpicar al castaño. Alastor lo observó, se acercó al rostro sonrojado del contrario, casi rozaron los labios pero nada paso, el castaño se retiró a su recamara y guardo silencio. Anthony se levantó, lavo aquel desastre y se volvió a acostar, pensando en lo que había pasado, no podía conciliar el sueño, su corazón bombeaba a toda potencia y aún sentía el calor del cuerpo canela encima de eéll. Cerro los ojos conteniendo el aliento, intentando dormirse.
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Sentía una necesidad insana de averiguar quién era Alastor. Había estado mucho tiempo en aquel lugar pero nadie lo conocía realmente. Charlie le dijo que el simplemente se había acercado y que jamás las había juzgado, incluso le permitió ocupar aquella casucha deshabitada en dónde se reunían para sus encuentros amatorios.
-Es muy amable, siempre tiene una sonrisa en el rostro—dijo la rubia, pero la castaña, pareja de Charlie, no opinaba lo mismo. Decía que algo no estaba bien, a veces lo encontraba hablando solo, murmurando por los rincones ¿Era aquello normal? Sabía que estaban en un sanatorio, pero la mayoría era encarcelado de manera injusta.
-Como tú o como yo, como ser homosexuales ¿Acaso eso tiene algún sentido? Pero creo que Alastor realmente merece estar aquí—susurro por lo bajo, sabía que el de ojos rubí tenía una capacidad sobrehumana de darse cuenta de todo a su alrededor.
-¿Pero sabes la razón?—aun nadie le decía nada concreto.
-Nifty tiene más información, es la más cercana y la que más ha compartido con él –La pelirroja no dijo nada útil, solo que Alastor le devolvió la autoestima y la capacidad de sonreír después de haber llegado al manicomio.
-Mi esposo fue muy cruel, pero Alastor me trató con cariño, me dijo que nos iba a sacar de aquel lugar y yo le creí—sonreía, siempre estaba feliz y nada la perturbaba. Seguía al castaño con una fe ciega, aunque no sabía nada de la vida de éste. Pero algo había sacado en claro, a todos los había ayudado de una u otra forma, a todos los trataba con cordialidad y casi con cariño, con amistad. Decidido, quería saber con quién estaba lidiando, se preparó para sacar el archivo que había en la habitación de los doctores. Allí había un mueble y tenían las fichas clínicas de todos en aquel lugar, por supuesto estaba la de Alastor. Se escabullir en la noche, con un par de herramientas improvisadas en su bolsillo, para poder abrir la puerta. Cuando llegó y sintio el click que le indicaba que la puerta se había abierto, pudo respirar un poco en paz. Debía admitir que se sentía nervioso ¿Con qué clase de persona se encontraría? ¿Alguien normal, cuerdo o totalmente lo contrario? Abrió los cajones con la misma técnica y busco nombre por nombre hasta hallarlo Alastor Moreu, apellido francés. La primera pista que poseia. Los dedos le temblaban y no podía calmar los latidos que sentía en su cien. La primera pagina mostraban sus datos personales. Tenía su misma edad, vivió en new Orleans, hijo de inmigrantes africanos y franceses, casado ¿Casado?.
-¿Te diviertes, querido?—aquella voz lo hizo sobresaltarse, gritar de espanto y dejar que la carpeta cayera al suelo.
-Alastor—su voz temblaba, lo había pillado.
-Si tenías dudas podías haberme preguntado, pensé que teníamos confianza—sonreía, no parecía molesto.
-Yo, es que…—no sabía que decir.
-Ven, vamos, te contaré lo que quieras—le tendió la mano. Era amable, atrayente y quería confiar en él. Miro la carpeta que yacía en el suelo. La tomo, la ordeno y la guardo en el mismo cajón donde estaba, siguió al castaño por la oscuridad, teniendo únicamente su mano como guía.
-Estas casado—su voz sonaba triste, decepcionado, no tenía idea que a Alastor le gustaban las mujeres, su corazón se había echo ilusiones por lo que había pasado la noche anterior.
-Solo en papel, no la amo—sentencio. Parecía sincero, pero cualquiera parece sincero en la noche, en plena oscuridad, hablando en susurros.
-¿Te gustan las mujeres?—llegaron al patio, el viento helado corría y Alatsor acercó su cuerpo al de Anthony, estrechándolo por la cintura.
-¿Qué es gustar querido? No importa quien sea mientras le tenga estima y tenga una sonrisa en su rostro—le sonrió mirándolo directamente a los ojos. Anthony observo lo hermoso que se veía a la luz de la luna, se sonrojo desviado la mirada.
-Eres francés—
-Y tu italiano, somos vecinos ¿no?—obvió el minúsculo detalle que el supiera algo de su vida sin haberle dicho jamás nada, pero lo que importaba era aquel momento , jamás habían hablado como lo estaban haciendo ahora, estaban en un abrazo estrecho, los dos solos sintiendo la calidez del contrario.
-Es cierto—sonrió por primera vez en la noche.
-¿Alguna otra duda? ¿Alcanzaste a leer algo más?—
-N-no—respondió turbado. La cercanía le estaba afectando, ya no podía mantener la cordura.
-Me alegro que sea así—con una de sus manos acaricio la mejilla nívea, sintiendo la suavidad de la piel de durazno. Acercó el rostro del rubio al suyo propio y lo beso suavemente en los labios, fue un toque, un roce pero para Anthony significó la vida. Volvieron a la celda en un silencio, pero que no fue para nada incómodo. Alastor miro de reojo y vio aquel ente sonreír y asentir con la cabeza, lo había echo bien, por ahora, había evitado el desastre, había estado cerca.**
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"Manicomio"
Fanfiction"En el siglo XX, si querías, podías internar a un familiar en una casa de locos, solo bastaba tu testimonio." Actualización todas las semanas.