"La dolorosa verdad"

53 10 0
                                    


Capitulo 9

-Tenemos que irnos—El castaño sufría fiebre, delirios, su cuerpo estaba todo sudado, con escalofríos. Anthony, con una pobre toalla le enjuaga el rostro y trataba de darle todo el confort que le permitía la situación

-Debes descansar—le acariciaba el rostro caliente. Lo miraba preocupado, no sabía que como estaba la herida ni nada.

-Estoy bien Anthony—sonó áspero—afuera hay un montón de cuerpos, tenemos que irnos antes de que nos encuentren— no pudo evitar que se levantará. Pero antes, le cambio los vendajes, le limpio la frente sudorosa y con ayuda, fueron desplazándose por el follaje, podían sentir el miedo, las pisadas de la policía, la adrenalina correr por sus venas. Anthony pensaba en la conversación con Husk. El sabía que no le mentiría pero se rehusaba a creerle ¿Caníbal? No, asesino, podía soportarlo, el también lo fue en su vida pasada con su padre, pero eso a comerse a la gente, un escalofrío le recorrió la espalda. Después estaba lo de presa, eso parecía confirmar las palabras del pelinegro, pero ¿Y entonces por qué Alastor se interpuso entre el y la bala? Si fuera alguien sin importancia lo hubiera dejado morir ¿No? Por ahora nada sacaba pensándolo, necesitaban huir lo más pronto posible. Por otro Alastor tenía un desastre en su mente. El demonio rojo le repetía a cada rato la apalabras más hirientes posibles “inútil“mira lo que hiciste, te pusiste en riesgo tú” “Anthony no lo vale, puedes encontrar otra presa” su cabeza dolía, sentía que iba a explotar, además la fiebre hacía que todos sus sentidos se sintieran pesados, ni si quiera sabía dónde estaban, solo le quedaba en confiar en el rubio y eso hizo que el demonio rojo le golpeara el estómago con fuerza. Anthony vio como Alastor se derrumbaba de dolor, tomándose el estómago

-¿Qué ocurrió?—se preocupo de verlo sin aliento, gruñendo de dolor.

-N-nada—dijo en un leve susurro. Anthony frunció el cejo.

-Si queremos sobrevivir debemos confiar el uno en el otro. Tendrás que contarme tu historia tarde o temprano—lo levanto y siguieron el camino. Quizás por días, quizás por horas, la mente afiebrada del castaño no sabía distinguir que sucedía. Pronto se detuvieron en un lugar abandonado, lejos de la ciudad, perdido por el país. Anthony vio por el alrededor y literal no había nada, fue hacia afuera y busco un poco de agua, se había llevado la toalla y una botella del otro escondite, volvió junto al castaño que se veía aún peor que en la mañana. Remojó la toalla y se la colocó en la frente, lavo la herida y con un pedazo de su ropa volvió a cambiar los vendajes sucios. La sangre había parado y ya parecía que estaba empezando a cicatrizar. La expresión de Alastor se veía más calmada, suspiro aliviado al sentir el frío del trapo en su frente caliente. Miro a Anthony y este lo miraba con enojo y lastima. Sabía que ya no podía ocultarle más su vida, habían traspasado una barrera, el demonio aún seguía retándolo, diciéndole palabras a su oído y aquello se le hacía insoportable.

-Tienes razón, Anthony—dijo al aire. Pasado horas de silencio, de cambio de trapo con agua y oscuridad. La noche se cernía sobre ellos y el rubio se sobresalto por aquellas palabras.

-¿En qué?—

-Debemos confiar el uno al otro, pero después de lo que te diré cada uno tomara su camino –Anthony abrió los ojos.

-¿Qué? No puedes decidir por ti solo—se levanto por la impresión de las palabras. No quería pensar un futuro sin Alastor, ya lo amaba más que a si mismo.

-No puedes quedarte a mi lado, es muy peligroso –por primera vez en su vida estaba siendo sincero—ven—extendió los brazos y Anthony dudoso, se acercó y lo abrazo, procurando no aplastar la herida. El cuerpo del castaño estaba caliente al tacto, podía sentir su corazón latiendo nervioso, su respiración agitada.

-Alastor te amo ¿No lo entiendes?—había cedido a las leves caricias que le hacía su pareja.

-Si y por eso mismo debes alejarte. Tú no me conoces—

-Me contaste que estabas casado—

-Y eso es cierto, también lo es mi apellido. Pero de ahí ¿Qué más conoces?—silencio fue la respuesta del rubio—desde pequeño he visto un demonio—sintio los gritos de este ente en su oído, advirtiéndole que no le contara—sus dedos desgarraban su piel y el, estoico intentaba aguantarlo—aquel demonio de cabellera rojiza y termo del mismo color me ha aconsejado como vivir mi vida—Anthony se separó del cuerpo del castaño y miro hacia alrededor, encontrado la estancia vacía.

-¿Está aquí ahora?—

-Si, de echo está muy enojado, me intenta detener—chasqueó la lengua. Aquel golpe le había dolido enserio—el me dice a quien debo matar y quién no—

-Yo también mataba gente, era de la mafia—trataba de justificar al castaño  en una medida desesperada para que jamás tuvieran que separarse.

-Conozco cada detalle de tu vida, cariño. Me aseguré de averiguar todo y se también, que eras excelente en tu trabajo—le sonrió, una sonrisa sin brillo, cansada. Tomo el mentón del rubio y le acaricio la mejilla, aquellos gestos le hicieron sonrojarse.

-Estamos iguales, no tenemos que separarnos—

-No es tan facil—suspiro—ahora viene la parte difícil—Anthony trago duro—Cuando me encontré con Husk, el me vio y por ello mi esposa supo lo que hacía. Ella es la única presa que se me ha escapado, bueno y tu—Anthony perdió el color en su rostro, eso confirmaba sus sospechas.

-Pero estoy aún vivo ¿Eso significa algo?—hablaba atropelladamente, su voz temblaba.

-Espera, te estás adelantando—le siguió acariciando. Sabía que está sería la última oportunidad que tendría con el rubio y eso hacia que su corazón doliera más que las ofensas y golpes del demonio.

-Bien, continua—cerro los ojos, no quería escucharlo pero sabía que era lo mejor para su relación.

-Preferí que me declararán insano y me internaron en el manicomio. Fue hace uno o dos años, ya no recuerdo bien las fechas. Mi esposa no pudo hacer nada y yo iba y venía a mi antojo—

-¿Podías salir?—abrió su boca aún más sorprendido.

-Claro, yo era quien movía todos los hilos dentro. Seguía matando. A mis víctimas, pero ya no era lo mismo. El demonio no estaba satisfecho, le entregaba gente de poca monta—no podía negar que empezaba a sentir miedo. El mataba por deber pero Alastor por placer.

-¿Te gustaba?—se aventuró a preguntar.

-Amaba matar, sentir la sangre entre mis dedos, el olor putrefacto de las carnes, la desesperación de las víctimas—Anthony intento alejarse un poco del castaño pero este se lo impidió con las manos—me gustaba disfrutar sus tiernas carnes y comerlas con satisfacción—listo, Husk tenía toda la razón y ahora están atrapado con un caníbal, asesino, esquizofrénico.

-¿Dónde entramos nosotros?—fue un susurro apenas audible, aún no salía del shock de lo que le había comentado
-Cuando entraron las chicas supe que ellas eran unas víctimas formidables, las tuve a mi lado por lo mismo, para poder asesinarlas algún día—las lágrimas se atropellaron en los ojos zafiro.

-¿Fuiste tú?—

-Si, querido. Yo mate a Niffty, a Charlie y Vaggie y no me arrepiento. Fueron buenas víctimas para el demonio—ahora si Anthony tomó su distancia y se abrazo a si mismo, asustado del hombre que tenía delante de el.

-No, pero y Rosie…—

-La inculpe yo, debía deshacerme de ella, pero matarla no valía la pena. Al demonio le daba asco su ser y carne y francamente, a mi igual—lo relataba sin sentimientos, como si contara cualquier echo cotidiano, sin emoción en su voz. Pero odiaba relatarlo, cada palabra que salía de su boca le hacía sentir asco de mismo, ya que eso iba a alejar a Anthony ¿Por qué lo hacía? Ya se había acordado porque se había enamorado del rubio, sin remedio alguno.

-¿Y Valentino?—

-A el no tenía planeado matarlo, pero te hizo daño, no podía permitirlo—

-¿Y yo?—estaba realmente asustado. Estaba atrapado al medio de la mano con un asesino que lo había elegido y de seguro lo iba a matar tarde o temprano.

-Eso es lo curioso. Al principio fuiste solo una presa, pero más te conocía, más crecía mi deseo, mi curiosidad—los ojos escarlata brillaron—me enamore de ti Anthony, eso al demonio no le gusto. Por eso mate a Valentino, por eso te ayude a escapar y por eso recibí la bala por ti. Ya no puedo matarte, no lo haré, por mucho que el demonio quiero probar tu carne—Anthony se sobresalto—y por eso te estoy contando esto. Debes alejarte de mi, te mentí, mate a tus amigas y ahora no estarás seguro de que si te puedo o no matar ¿O me equivoco?—Anthony bajó la mirada, se sentía culpable por tenerle miedo a la persona que más amaba en este planeta.

-Al, sonrisas—Alastor sonrió ante el apodo—tienes razón—empezo a llorar desconsoladamente—te amo, más que a mi mismo pero después de esto ¿Cómo estar contigo? Mataste a Charlie a Vaggie y Niftty, no puedo, no debo…—negaba con la cabeza.

-Ahora debes irte, encontrar tu propio camino—se sentía devastado. Estaba soltando lo único bueno en su vida.

-Pero te amo, no quiero terminar así—se hincó en el suelo, a la altura de Alastor y lo abrazo con cuidado, el castaño le correspondió el abrazo, sellaron aquella conversación con un beso.


**

"Manicomio"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora