"Entre las cuerdas"

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Capitulo 7

 Se despertó entre sus lujosas sábanas y al lado estaba su hermosa esposa. Suspiro cansino mientras se levantaba y colocaba su bata de algodón. Se dirigió a su gran cocina y se tomó una gran taza de café con su “añadido especial” ,predio la radio para escuchar las noticias matutinas y el titular que escuchó hizo que escupiera todo el contenido de su taza.

“Anthony Russo y un par de reclusas se escaparon del sanatorio santa María de la congregación de los sacerdotes del este. Entre los reclusas están: Charlie Morningtar, Vagatha Do santos y Alastor Moreu”

Dejo de escuchar, un escalofrío le sobrevino en la espina dorsal. Está junto al hijo de puta de Alastor, por supuesto que le conocía, todo el bajo mundo le conocía ¿Cómo Anthony se había aliado con él? ¿No había escuchado los rumores? Rápidamente se posicionó en el teléfono y llamo a todos para que le ayudarán a buscarle, necesitaba salvarlo, su vida corría peligro  junto al castaño.

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Había amanecido y apenas habían dormido, por diferentes motivos. Charlie y Vaggie decidieron separar los caminos, tenían en mente una ruta diferente y Anthony seguiría hasta el final a Alastor. Se despidieron entre promesas de volverse a reencontrar y así el castaño y el rubio, partieron hacia New Orleans, capital de los inmigrantes franceses, africanos, el vudú, la magia y la buena música. No podían permanecer mucho tiempo, alertarían a las autoridades en cualquier minutos y solo tenían una ventaja de uno o dos días como máximo. Alastor necesitaba volver a sus tierras, de su antigua casa, necesitaba un par de herramientas que no iba a encontrar en otro lugar, sería rápido y después iría a sus demás escondites, porqué si, tenía más escondites, no era imbécil, estaba preparado para situaciones como ésta, por lo que al llegar a su antigua morada fue rápidamente al sótano, armó un bolso y se fueron a otro escondite a pasar el resto de la tarde. Anthony recorría la casa con su mirada inquisitorial, allí se podía apreciar rasgos de la personalidad de su amado. Todo estaba forrado de un color rojo sangre, un poco impactante a su gusto, con detalles dorados, delicados, victorianos. Una gran cabeza de venado sobresalía arriba de la chimenea y aquello le hizo temblar levemente, no le daba buen augurio tener un animal muerto en la pared, si vivieran juntos todo aquello se iría. Sonrió, sonrojado pensando en su vida juntos, adoraba la idea de hacerlo, de tenerle para siempre. Pero pronto termino su ilusión ya que tenían que moverse, no podían quedarse en la misma casa, pero descansarían en otro lugar, estaban exhaustos, apenas habían dormido, no habían comida y necesitaban urgente un baño. Todo aquello pudieron realizarlo en el otro escondite, lugar más pequeño, escondido bajo tierra, dónde había una cama y una cómoda dónde pudieron descansar. Así Anthony se acostó en el mullido colchón y se rindió totalmente al mundo de los sueños, sin percatarse de nada a su alrededor.

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Charlie y Vaggie habían parado en un hotel al medio del camino, se veía paupérrimo pero no podían ser tan quisquillosas. Al entrar la morena suspiro aliviada ya que habían sobrevivido y se habían separado de Alastor quien jamás le cayó bien. Charlie fue hacia el baño para darse una ducha y Vaggie se quedó en la cama, acostada con los ojos cerrados, relajada, no sintió cuando un ente se metió en su cuarto y las observaba de la oscuridad. Cuando la morena abrió ojos, ya era demasiado tarde. Se encontró cara a cara con unos ojos color sangre y unos colmillos peligrosamente cercanos a su rostro. Intento gritar pero sentía que su cuerpo estaba envuelto por unas cuerdas negras que la aprisionaron, sintió una risa sádica, unas manos con garras afiladas que le desgarraban la piel. Se rindió cerrando los ojos, llorando lágrimas amargas. Sintió el grito de su amada en el baño, sintió el olor a fierro impregnar el aire, después espero su propio fin, un cuchillo se enterró en su cuerpo, pudo sentir como la vida se arrancaba de su alma, poco a poco todo se iba oscureciendo hasta la nada.

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Alastor vigilaba el cuerpo menudo del rubio y lo acariciaba levemente por encima. Anthony despertó y encontró aquella adorable escena, no pudo evitar acurrucarse al lado del castaño. Empezaron un juego de besos y caricias leves, amorosas hasta que la intensidad fue subiendo cada vez más. Las manos empezaron a explorar los cuerpos contrarios, sabiendo exactamente dónde tocar.

-Tengo algo que quiero probar ¿Me dejas?—estaba con la camisa abierta, los labios irritados por los beso y la voz más ronca de lo usual.

-Lo que quieras, bebé –Anthony estaba expectante. Desde el armario,  Alastor saco un par de cuerdas y sin decirle nada emepzo a amarrarlo de una forma muy específica a Anthony. Este quedó con las manos detrás de su espalda, con la cuerda rodeándole desde el pecho hasta la pelvis, sin posibilidad de zafarse. Trago duro, estaba a la merced del castaño. Alastor no desaprovechó, relamiéndose los labios empezo a morder toda la piel expuesta, provocándole heridas, el rubio se había acostumbrado a la brutalidad de su amante, estaba empezando a gozar del dolor que le provocaba. Bajo su lengua por los pezones erectos, estimulándoles con la punta de su traviesa lengua, Anthony gemía, arqueando la espalda por el placer. El también quería tocar, pero Alastor le contestaba con una sonrisa un más traviesa, bajando la manos por las piernas, pasando peligrosamente por la ingle sin tocarla—vamos, cariño –se estaba empezando a desesperar.

-Esas no son formas de pedirlo, quiero que me ruegues—apretó el muslo níveo, con fuerza, dejándole marca. El rubio se sobresalto, estaba ocupando más fuerza de lo habitual .

-¿Cómo te voy a rogar?—pregunto desconcertado. Pero obtuvo un apretón más fuerte, a tal punto que las uñas afiladas se enterraron en su carne haciéndole sangrar.

-Dilo—fue una orden, su voz sonaba molesta, con irá. Anthony se asustó un poco, no entendía que estaba pasando pero por ahora era mejor no llevarle la contraria.

-Por favor, tócame, te necesito, necesito tu pene, tus manos, a ti—dijo cerrando los ojos por la vergüenza. Alastor lo miro y sonrió, asintiendo, aquello lo había complacido. Beso la pelvis, tragándose el glande semierecto de su amante. El de ojos zafiro gimió complacido, empezó a penetrar aquella húmeda boca sin reparos. Alastor lamía como un experto, tocando todo a su alrededor y cuando vio que su pareja estaba a punto de correrse se detuvo, tapo la punta con un dedo y miro a Anthony a los ojos—sonrías, vamos—estaba agitaeo, la boca entre abierta, quería correrse, necesitaba hacerlo. Alastor sonrió ante la escena tan erótica que se desarrollaba. Volvió a tocar el tronco del glande de su pareja, bajando hasta la entrada. Con sus dedos emepzo a dilatarlo de a poco, introduciendo uno y después otro, viendo como las paredes ya estaban húmedas, calientes. Anthony siguió gimiendo, buscando más contacto, moviendo su cadera simulando embestidas. Estaba al límite, su enamorado lo había llevado hasta un estado de nula conciencia, donde solo había placer. Sin previo aviso lo penetró, de una estocada se enterró entre sus glúteos y el rubio grito, pero no sé dolor, si no de sorpresa. Eso es lo que quería, se relamió los labios e intento moverse, pero sus brazos apresados no le permitían tanto movimiento. Alastor tomo una de la alargas piernas ,la poso en su hombro y le fue dando con toda la fuerza que poseia, se volvió loco, el ritmo era salvaje, brutal. Anthony gemía fuerte, no podía evitarlo, sus glúteos estaban rojos, sus caderas moradas con marcas de dedos, ya que el castaño los enterraba con fuerza.

-Eres increíble Anthony—le jadeo en la oreja. Sin avisarle lo cambio de posición, ahora estaba con su rostro enterrado en el colchón mientras sus caderas estaban levantadas, Alastor no perdió el tiempo, volvió con el mismo ritmo frenético, de un animal enjaulado.

El rubio no sabía cuánto tiempo había pasado, solo podía sentir placer, ya se había corrido un par de veces, Alastor aún seguía torturándolo, penetrándolo con la misma intensidad. Su cuerpo dolía, las cuerdas estaban lastimando su piel, dejando heridas. Pero era feliz, era realmente feliz al lado del castaño y sentía que no podía acallar aquello sentimientos

-Te amo—le dijo en un susurro apenas audible, pero el castaño lo escucho. Se detuvo, lo miro con asombro, sonrió y se corrió dentro de el, abrazando la menuda figura que se había desmayado después de decir aquella dulce palabra. Sin esfuerzo le quitó la cuerda, lo limpio y se acostó, tapándolo con un cubre.

-No sabes cuan importante eres para mí, querido—el demonio se  acercó para observar bien al rubio, lo intento tocar pero se detuvo, sabía que la carne iba a ser jugosa, tierna y joven.

-Bueno hecho—le dijo y volvió a las sombras. Alastor no cabía de regocijo, pronto se rindió a los brazos de Morfeo.

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