Mi cabeza lograba dar vueltas al tratar de recordar cuanto tiempo llevaba en este espantoso lugar. El concreto debajo mío se mostraba frío, al intentar pararme mi piel se adhería haciendo mas doloroso el proceso. Mi cuerpo se tambaleo y caí de nuevo a las aguas negras salpicándome. Mire mi cuerpo con nostalgia, recordando los inicios, donde no lucía tan espantoso.
Mis muslos llevaban los daños más graves, un cálido color morado bajaba por todo mi muslo grueso, el color se recorría desde mi parte íntima hacia mis rodillas. Las marcas de los latigazos de encontraban por arriba, algunas recientes y otras simplemente de hace años.
Mis tobillos y mis pies no se encontraban tan dañados, pero aun así dolían como un infierno. La palma de mi pie se encontraba dañada debido a los vidrios de la habitación, mientras que mis tobillos lucían rojos debido a los grilletes.
Una fría lágrima rueda por mi mejilla antes de poderla contener.
No recordaba nada, ni siquiera mi nombre, solo el vago recuerdo de hace años...
Toda la habitación era una laguna, lo que hacía que mi cuerpo se tornara de un color azul cálido mezclado con lila. No lograba parar el temblor, a decir verdad, después de años aún no lograba acostumbrarme a la frialdad del lugar.
No recordaba un color más allá del gris, los grandes muros que me cubrían.
Una pequeña rubia yacía encima mío, mientras tomaba sus muslos y la parte trasera de su cuello y la arruyaba, intentando que conciliara el sueño. Me pesaba verla llorar todos los días mientras murmuraba el nombre de sus padres, así que mi mejor opción era hacerla dormir.
Hace dos meses que estaba conmigo, fue arrojada hacia mi como si fuese un pedazo de basura, al principio, ella desconfiaba de mi y rogaba que no le hiciera daño, lo cual hizo que se me encogiera el corazón.
La pequeña se llamaba Alicia.
Conforme pasaba el tiempo los gritos de las mujeres en las habitaciones de alrededor de iban intensificando, lo que me daba a entender que estábamos en temporada de ventas. Yo, por el contrario, evitaba hacer el más mínimo ruido ya que no me iba tan bien.
El oxígeno iba disminuyendo cada vez más debido a que los guardias no abrían mi puerta hace días. Por lo regular, a mi ya no me tomaban, enfocaban sus miradas en las nuevas presas. Hace tiempo que yo perdí la esperanza de salir, pero aun conservaba un poco por la pequeña Alicia, que no pasaba de los ocho años, anhelando cada día que ella saliera de este lugar.
El grito de una mujer me hizo sobresaltar, la pequeña talló sus ojos con la palma de sus manos, yo de inmediato me incliné sobre ella mostrándole mi calor, en un pestañeo quedó rendida otra vez.
¡Por favor, no!
Los gritos de la mujer no cesaban, el sonido del látigo rebotando sobre la piel llegaba hasta mis odios, envolví con mi cuerpo a Alicia mientras tapaba sus oídos.
Despues de un largo periodo la mujer cesó, creo que había sido todo, pero mi cuerpo se desvaneció al escuchar la puerta de mi habitación abrirse. Antes de poder reaccionar tomar mi brazo con fuerza haciendo que la pequeña cayera en seco al suelo.
—¡No! ¡No se la lleven! —Alicia se incorporó e intentó correr hacia mi pero un fuerte empujó hizo que cayera de nuevo al suelo.
La puerta se cerró con más fuerza de la necesaria, escuchaba a Alicia gritar y pegarle a la pared. Con mis rodillas y manos permanecía tirada en el suelo, mis piernas temblaban al igual que mis labios, me encontraba aterrada.
—Levántate. —ordenó uno de los hombres.
Con las pocas energías que me quedaba logre reincorporarme, sin esperar un segundo más tomaron mis muñecas y me jalaron sin delicadeza alguna.
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Mi próxima perdición
Narrativa generaleLa pequeña mujer rubia, la cual ha estado encerrada por cinco años en un lugar de mala muerte. Cada día qué pasa, su vida parece ya no tener sentido, los fuertes golpes que golpeaban su delicada piel, parecían ya no sentirse. Pero una gran y podero...