V

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Los siguientes días habían sido eternos para mi, lo único que había sucedido, era Ruth, la señora encargada de traerme comida. Intente varias veces entablar una conversación con ella, pero simplemente me evitaba y salía de la habitación.

Más de una vez salí a explorar la casa, me alivio un poco saber que no permanecía encerrada en la habitación, pero ni una sola persona vivía aquí, o era lo que yo pensaba.

La curiosidad me carcomía el cerebro, quería saber quiénes eran estar personas, y de donde tenían tanto dinero para permitirse vivir en un lugar como este, o bueno, al menos para tenerme a mi, en un lugar como este.

Por otro lado, no podía dejar de pensar en la pequeña Alicia, mi pequeña e indefensa hermanita. Mas de una vez en las noches lloré por ella, y lo que debía estar pasando por culpa mía, inevitablemente el pecho empezó a dolerme y las lagrimas no tardaron en hacerse presentes sobre mis lagrimales.

Me paré de la cama y me mire sobre el gran espejo que había a lado de la puerta, mi silueta ya no estaba tan descuidada, ya que había tomado un largo baño, fue difícil, pero lo logre. Solo recordaba con asco los hombre que me tocaron mi sexo, y que habían hecho que odiara mi cuerpo.

Toque con delicadez mis mejillas, todo ante mi profunda mirada sobre el espejo, mis manos fueron descendiendo, tocaba cada parte de mi cuerpo, recordando lo bello que era antes de que sufriera, o al menos lo que lograba recordar.

Toque mis piernas llenas de cicatrices, y grandes moretones. Recordaba cada látigo que golpeaba sobre ellas, recordaba mis lagrimas, mi dolor, mi suplicas. Pero eso no sirvió de nada, sin importar que, me trataron como una escoria.

Proseguí con mis brazos y mi pecho,  un color violáceo estaba sobre mis muñecas, recordando las esposas con las que me sujetaban y después de ellos me golpeaban hasta quedar inconsciente. Mis pechos dolían, de las moles de veces que los...malditos hombres los tomaron en sus bocas, y los chuparon y jalaron como si fueran dos pelotas de antiestrés.

Decidí ya no seguir más, limpie las lagrimas de mis mejillas y me tire a la cama, enrollé todo mi cuerpo sobre las sabanas, sufriendo un poco en al proceso, el roce hacía que las cicatrices ardieran.

NARRADOR OMNISCIENTE

Desconocido

El gran y poderoso hombre, temido por cualquier persona en Alemania, estaba recostado sobre el asiento de su oficina, mirando la pizarra frente a él.

Wie er entkommen sein könnte.

Pensó el, apoyo sus manos en el escritorio y tomó el pequeño pero filoso cuchillo que había a su lado.
Se levantó de golpe y tomó cada una de las fotos que habían en la pizarra, hasta detenerse en una.

Una pequeña rubia, su piel lucia alegó descuidada, algunas hematomas decoraban su cuello, la joven no volteaba a la cámara, si no a su costado, el miedo ahogaba sus ojos, sus lagrimales estaban húmedos, sus ojos rojos, todas las señales de maltrato.

El hombre todo su foto y pasó la punta del cuchillo por su cuello.

—Ich werde dich finden, kleine Ratte. —exclamó, con rabia.

Unos toques sobre la fina madera de roble lo desconcentraron, tomo la foto de la mujer, y la guardo en uno de los cajones, con las demás, solo las desecho a la basura.

Un joven pelinegro asomó su cabeza por la puerta, llevaba unas gafas redondas, un traje de vestir negro y unos zapatos recién ilustrados, Hugo, su asiente de confianza.

—Welche Neuigkeiten hast du für mich. —preguntó el hombre.

El joven pasó y cerró la puerta atrás de el, con pasos seguros camino hacia su jefe, dejando una carpeta negra sobre su escritorio.

El intimidante hombre la abrió, quedando asombrado con lo que sus ojos veían, cada palabra hacia que su furia creciera, apretó sus puños haciendo que sus nudillos se hicieran blancos.

—La joven está en Estados Unidos, Señor.

El hombre con furia se levanto de su asiento y tiro de las hebras de su cabello.

—!¿Que demonios está haciendo allá?!

—No lo sabemos señor, registramos todo, no tiene familia en Estados Unidos, su única familia está aquí, en Alemania.

El hombre todo la carpeta y la repaso de nuevo, notando algo muy peculiar en ella, su nombre.

Sarah Schwarz

Schwarz...

Probó el apellido sobre sus labios con rabia.

El apellido de su mayor enemigo.

El hombre no dijo nada más, arrojó la carpeta a la basura y se tiró nuevamente al escritorio. El joven al ver esto hizo una mueca y se retiró.

El eco de la puerta resonó en la oficina, causándole fastidio al hombre.

Sarah Schwarz

Una fría brisa recorrió todo mi cuerpo, causándome un escalofrío.

Abrí los ojos de golpe al notar que no estaba en la habitación.

Grandes árboles sobre mi alrededor, a simple vista no lograba ver su final. Un césped verde, largo y bien nutrido estaba por todo el suelo, acompañado de algunas floresillas que salían de él. Había un colchón blanco en el piso, en el que estaba yo.

¿Como es que había terminado aquí?

Me levante con precaución pero volví a caer al escuchar el sonido de las aves empujar las hojas, mire a todo mi alrededor tratando de buscar alguna salida, pero parecía estar encerrada entre un montón de árboles.

Un curioso búho me miraba fijamente, trague saliva mirándolo con atención, era realmente bello. Era blanco como la nieve, algunas de sus plumas se podría decir que eran tornasol, dándole un toque de belleza. Giró su cabeza hacia un costado sin dejar de observarme.

—Hola amiguito. —le hable, como si fuera a entenderme.

Pero para mi sorpresa estiro sus alas y vino directo hacia mi. Por instinto me apoyé con ambas manos en el colchón y me fui haciendo hacia atrás.

El búho reposo sobre el césped, aun sin despegar la mirada de mi, comencé a ponerme nerviosa, tenía unos muy grandes ojos.

—¿Te gusta mi búho?

Una voz resonó por todo el lugar, mire todo mi alrededor asustada.

Después de unos minutos el búho alzó sus alas nuevamente y voló árboles arriba. Los arbustos a lado mío comenzaron a moverme, esperando de todo me quede donde estaba sin mover ni un músculo, tal vez si no me movía, no me verían.

Pero no fue así, una curiosa niña rubia apareció de los arbustos, llevaba el cabello suelto y una ropa que a simple vista se veía bastante costosa.

La pequeña no dijo nada, se quedó mirándome con curiosidad, como si fuera un objeto raro.

—Hola, Soy Charlotte, pero puedes decirme Lottie.

***

Nota: ( Hello, antes que nada. Lo lamento si el capituló les parece corto, quería darles un capituló después de tanto tiempo, ya actualizaré seguido, 😘

¡Todas las traducciones estarán en los comentarios de cada frase!)

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⏰ Última actualización: Jan 28 ⏰

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