IV

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Todo el lugar se quedó en sumo silencio, las deslumbrantes luces que estaban encima mío, se dirigieron a una de las mesas, sin poder ver a detalle la figura que había en ella, pero a simple vista, parecía la silueta de un hombre.

Todo mi entorno comenzó a tornarse negro, mi cabeza comenzó a palpitar, y mis piernas comenzaron a debilitarse.

Sin poder contenerme más, caí al suelo, me cabeza rebotó contra la madera, y en un abrir y cerrar de ojos, me desmayé.

🥂

Sostuve mi cabeza con delicadeza, una fuerte pulsación retumbaba.

—Joder —me quejé.

Me levante de inmediato al escuchar la puerta rechinar, apoyé las dos manos en lo que parecía ser un colchón y me aleje pegando sobre la cabecera.

Una mujer algo mayor entró a la habitación con una charola de plata en sus manos.

—Buen día señorita Sarah, es un gusto tenerla de nuevo aquí —hablo con emoción en su voz, a decir verdad, me perdí a media oración.

¿Que carajos?

Todo entró en confusión, la mujer dejó la bandeja sobre el costado de la cama y se retiró dejándome completamente confundida.

¿Sarah? ¿Acaso ese era mi nombre?

Las preguntas no tardaron en acumularse en mi cabeza, solo bastaron unos segundos para que me quedara atónita y como una estatua en mi lugar. Me sentía aterrada. Miles de vendan estaban por todo mi cuerpo, justo debajo de estas, se podían ver las gasas. Mi cuerpo había dejado de doler, ahora solo permanecían los recuerdos.

Me acerqué con precaución a la bandeja pudiendo ver unos pancakes con fruta a sus costados y un vaso de lo que parecía ser jugo de naranja.

Hice una mueca de asco, odiaba el jugo de naranja, era lo único que lograba recordar. El ácido y desagradable sabor de la fruta, pero tampoco estaba como para exigir.

Tomé el plato y lo coloqué sobre mis piernas, tomé el cuchillo y partí un pequeño pedazo metiéndolo a mi boca. Puedo jurar que una lagrima cayó sobre mi mejilla, el sabor supo irreal, deje el tenedor a un lado y tomé el pancake sobre mis manos para empezar a comerlo con desesperación.

Sin poder contenerme tomé el vaso de jugo y tomé un gran trago.

—Come más despacio, te ahogarás.

—¡Joder!

Deje caer el vaso sobre la cama, me levante con rapidez y me aleje hacia una de las esquinas de la habitación, mire todo mi alrededor pero no había nadie.

—No te asustes, no hay nada de que temer —la voz de distorsionó un poco haciendo estática. Tape mis oídos y cerré mis ojos con fuerza—. Lamento eso.

Finalmente logre encontrar de donde venía la voz, dos cámaras estaban en las esquinas y a la par un par de bocinas.

—¿Me están espiando? —pregunté sin respuesta alguna.

Me mantuve en el mismo lugar sin saber que hacer o decir, la puerta se abrió, di un pequeño respingón del susto, me encogí mas sobre donde permanecía, cerré mis ojos y comencé a decir palabras sin razón.

Mi próxima perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora