III

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Me levanté de golpe con la respiración frenética al escuchar una fuerte alarma retumbar en mis oídos, mire a mi alrededor. Un respiro de alivio sale de mis labios al ver que estaba en el mismo lugar.

La puerta frente a mi se abrió repentinamente, me sobresalté al ver a las mujeres correr por el pasillo, algunas hablaban entre ellas animadamente.

Con precaución bajo un pie de la cama, en el momento en el que este toca el suelo un escalofrió me recorrió, el suelo estaba helado, tomé la puerta asomándome por el pasillo sin lograr ver em final de la fila.

La chica de ayer llego frente a mi causándome un respingo.

—Ven—, me tomo de la muñeca y me ingreso a la fila quedando atrás de una cabellera roja. —tienes que quedarte aqui, en la entrada te preguntaran tu nombre, tu dirás; desconocido. —asiento mientras le veo irse.

Miro mis manos con nerviosísimo, una fea sensación comienza a recórreme todo el cuerpo, la fila avanza un par de pasos, miro detrás mío, todas las mujeres tenían la cabeza baja, sin mostrar ninguna expresión.

Miro a mi alrededor, todas estamos dentro de un claustrofóbico pasillo, mi cabeza logra tocar el techo y mis brazos están a poca distancia de las paredes.

Finalmente llegue hacia el hombre, el pronuncio una palabras que no entiendí, pero imagine que preguntaba por mi nombre.

—D-Desconocida... —respondí nerviosa.

El hombre me miró de soslayo, hace una mueca y abre la puerta dejándome pasar.

Nuevamente me encuentro en la colorida habitación en la que estuve ayer, esta vez, la observe con mas detalle, por mi lado pasa una mujer en ropa interior, llevaba un poco de maquillaje en su rostro y estaba peinada con una coleta. No se le veía ningún rasgo de preocupación al contrario de mi, quien me encontraba con una expresión aterrada, sin saber a dónde ir, tomé rumbo hacia ellas en busca de respuestas.

—Disculpen...

Antes de que ellas pudieran darse la vuelta una mano tomó mi brazo.

—Aqui estas, ven, tengo que prepararte. —la mujer me jalo llevándome al otro lado de la habitación, me sentó en una de las sillas y se fue nuevamente.

Me mire al espejo, mi figura no estaba igual de horrible que ayer, pero aun me veía sucia y maltratada, con las yemas de mis dedos toque mi rostro con delicadeza, mis ojos tenían un bonito color café claro y mis pestañas estaban algo largas a simple vista. Reí alzando mi mentón para poder verlas mejor. En mis mejillas había un par de cortes, pero ya no eran tan notorios, y ya no había suciedad en mi rostro gracias al baño de ayer.

Por el espejo mire a la mujer viniendo hacia mi, venia con una caja en sus manos y ropa colgada en un gancho que estaba sobre su dedo. Dejo la caja en el suelo y la ropa sobre ella.

—Muy bien, necesito que vayas a esa cortina roja, y te pongas eso. —señalo la ropa colgada en el perchero, negué de inmediato.

—Eso ni siquiera podría llamarse ropa, me estas pidiendo que este desnuda. —repliqué tomando valor.

Ella soltó un suspiro, puso ambas manos en sus caderas y me miro con indiferencia.

—Escucha, no tenemos mucho tiempo, por el bien de las dos, necesito que vallas y te cambies. —espetó molesta.

Y sin mas remedio me pare, ella soltó un suspiro y me entrego la ropa, apenas lograba divisar las cortinas, ya que gente caminaba y corría de un lado a otro.

Apare la tela moviéndola a un lado, había un pequeño banco y un espejo frente a mi, el espacio no era muy grande, pero servía para cambiarme con comodidad. Empecé desplojando mi pijama, las cortadas sobre mis muslos ardieron un poco, pero no era nada que no hubiera sentido antes, tome la parte de abajo de mi suéter y la alce, saque ambos brazos de las mangas y lo deje caer al suelo.

Mi próxima perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora