Cap.-1 Octavia (La Visión).

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Un gigantesco y abrasador sol en el horizonte lo ilumina todo, pero a la vez, todos huyen aterrados de su presencia.

Un grupo de guerreros Harcórs avientan libros y muchas otras cosas a una enorme hoguera, se ríen celebran y danzan extasiados alrededor de las llamas que poco a poco, dejan ver los esqueletos carbonizados en su interior.

Inesperadamente de las arenas emergen barios guerreros Helir, con sus dagas blancas acaban con las vidas de los Harcórs, que nada pueden hacer ante la ferocidad con la que los pequeños Helir ponen fin a sus vidas.

De repente los cielos se ven inundados por miles de cruceros espaciales, saliendo de las infinitas bodegas que tienen las naves de la cofradía, oscureciendo las brillantes arenas del desierto.

Pero en medio de un infinito mar de arena, empiezan a desmoronarse las enormes dunas, una gran duna comienza a elevarse desenfrenadamente por sobre las demás, como si se tratase de un volcán estallando desde las profundidades.

La arena de la sima empieza a disiparse dejando a la vista la reseca piel de una criatura colosal, de sus fauces emergen barias hileras de colmillos, con su rugido ensordecedor pareciera que intentara devorar las naves que llenan los cielos.

El gusano de arena es tan grande que cubre al temible sol con su imponente ser, pero a su alrededor surgen otros gusanos más pequeños, encajando sus dientes en el gusano más grande que no puede hacer nada, pues más y más gusanos surgen de las arenas, devorando cada centímetro de su cuerpo, provocando que el enorme gusano lance un rugido mucho más estremecedor que el anterior.

Cap.-1 Octavia (La Visión).

Entonces despierto, levantándome de golpe para tomar con fuerza el brazo que estaba frente a mí, mientras tomaba grandes bocanadas de aire, sentí como la dueña del brazo comenzaba a acariciar lentamente mi cabeza para tranquilizarme, y fue entonces que pude escuchar lo que me estaba diciendo.

—por favor, tranquilícese señorita... solo fue una pesadilla— lentamente mi respiración se fue normalizando, y aflojé un poco mi agarre para no lastimar a su dueña, aun así hundí un poco más mi cabeza en su pecho, percibía como mi cuerpo aun daba pequeños espasmos, pero de repente la chica tomo mi hombro y se levantó rápidamente, quedando a un lado de mi cama junto a mí; no sin antes decir en voz baja como un susurro —perdóneme— un pequeño golpeteo se escuchó del otro lado de la puerta de mi habitación escuchándose una voz algo rasposa del otro lado.

—señorita Octavia, si se encuentra despierta, ¿me permitiría pasar?— mire a la chica a mi lado que ya había adoptado una postura de firme, con un pequeño asentimiento ella dio el permiso para entrar, al hombre del otro lado; el hombre tenía un plumaje gris oscuro y su ojo izquierdo poseía un tono grisáceo como si tuviera cataratas, pero lo que más destacaba eran los dos zarpazos ya cicatrizados por el tiempo, uno ubicado a un costado del ojo izquierdo y el otro sobre el mismo, aun así el hombre no perdía su porte elegante; el me miro intuyendo que algo había pasado —señorita, ¿le ha ocurrido algo?—.

—nada importante Harlock, solo una insignificante pesadilla— le respondí rápidamente, pero eso no impidió que el hombre le lanzará una mirada desaprobatoria a la Helir a mi lado —de cualquier forma, ¿cuál es el asunto que te ha traído tan temprano a mis aposentos?—.

—la dama Katarina, me ha pedido que le avisara, que la espera lo más pronto posible para almorzar en el comedor superior— dijo el hombre con una amable sonrisa, pero que claramente se notaba su descontento al hablar sobre la dama Katarina.

—muchas gracias Harlock, iré enseguida—.

El hombre hiso una pequeña reverencia, pero antes de retirarse pude notar la cara de desdén que hiso a mi acompañante; al retirarse no pude evitar soltar un pequeño suspiro y antes de que me terminara de levantar, ya me estaban esperando con una bata de seda negra la cual la chica me coloco con mucha delicadeza, mientras yo me anudaba la bata, la Helir ya iba rumbo a la puerta, pero suavemente la tome del brazo y con la mirada baja le pedí —Loona, por favor... no comentes nada de las pesadillas— ella se inclinó hacia mí y con una mano en el pecho dijo —como usted ordene, mi dama—.

Zars GoeshaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora