catorce.

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A pesar de ser casi verano, Hyunjin nunca sintió tanto frío como esa noche, cuando abrió la puerta de su casa y la encontró a oscuras.

Sintió su respiración cortándose cuando entró y sus zapatos pisaron cerámica rota junto a flores destrozadas. Los jarrones estaban rotos.

Su estómago se tornó más pesado aun cuando subió las escaleras, siguiendo el rastro de feromonas que había en el aire, su cuerpo temblando en anticipación en el momento en que se detuvo fuera de la habitación matrimonial.

Recordó a su madre frente a él, sonriéndole mientras le decía que Minjeong esperaba un hijo suyo, junto al descubrimiento de toda la verdad de Jeongin. Y ahora Felix debía saberlo todo, y tenía claro que eso el omega jamás se lo perdonaría.

Pero Hyunjin quería rogar por ese perdón, aunque no lo mereciera.

Entró al cuarto, viendo inmediatamente a Felix de rodillas ante el armario, una maleta a medio hacer a su lado.

Un raspón doloroso se asentó en su garganta.

—Lix —susurró, su voz temblando.

El omega se detuvo, bajando sus hombros, pero sin voltearse.

Hyunjin se dio cuenta de que estaba llorando.

Dio dos pasos con la intención de ir a consolarlo, sin embargo, antes de poder hacerlo, Felix habló:

—No te me acerques.

Obedeció, su corazón rompiéndose ante la petición.

Felix puso unas cosas más en la maleta antes de cerrarla, y luego se volteó, su rostro destrozado, con sus ojos rojos e hinchados y sus labios temblando.

Sin embargo, Hyunjin nunca lo encontró más hermoso y lejano que esa noche.

—¿Dónde está Jeongin? —preguntó Felix, poniéndose de pie.

Hyunjin humedeció sus labios.

—Está con Minho, en casa de Jaehyun —respondió.

Felix asintió, sin mirarlo realmente, y agarró la maleta. Sin añadir nada más, comenzó a caminar hacia la puerta, dispuesto a irse de allí y nunca volver.

Ante ese pensamiento que llegó a su mente, Hyunjin lo tomó del brazo, deteniéndolo.

—Perdóname —susurró, desesperado—, Lix, mi amor, por favor, perdóname–

—De todas las omegas en este mundo —sollozó Felix—, ¿por qué con mi hermana, Hyunjin? —su expresión se quebró —Me mentiste a los ojos. Me dijiste que sólo fueron unos besos, que no la conocías...

Su alfa gimoteó en respuesta, desesperado, queriendo sostener a su derrotado y apenado omega en brazos, protegerlo de todo el daño y decirle que todo iba a estar bien, aunque fuera sólo una vil mentira.

Hizo el amago de abrazarlo, pero Felix no se quedó quieto: lo empujó bruscamente, su rostro todavía lloroso, pero sus ojos con una rabia que no vio allí antes.

—Lix, por favor, te lo ruego...

Entonces, Felix hizo algo que nunca habría imaginado posible en la vida.

Felix lo abofeteó en la mejilla, soltando ya no hormonas de pena, sino también de odio, desprecio e ira.

—¿Tan... tan idiota e iluso me creías como para que jamás lo fuera a descubrir, Hyunjin? —gruñó, dando un paso y haciéndolo retroceder por el aturdimiento —¿Tan patético me consideras, Hyunjin?

Sintió sus ojos llenos de lágrimas, pero sabía que se lo merecía. Lo que hizo era imperdonable, eso lo tenía claro. No sólo engañó a su omega, a la pareja que escogió, sino que también destrozó a Felix, el hombre que amaba, por un par de copas y su actitud.

kilig ୨ৎ hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora