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-Ha sido un error de identidad, era un prisionero sin identificación y acusado de graves delitos.

-¿Un error?, ¡no hubo ningún error!, ¿espera que crea eso?, los demandaré por esto, pagarán todos, desde el primero al último de ustedes.

La voz de Bennet se hacía más fuerte a medida que avanzaba y retumbaba por el frío corredor.

Cuando el oficial que lo acompañaba se detuvo frente a una puerta y la abrió con desgano, los ojos negros del ruso recorrieron la habitación rápidamente, ofuscado por no encontrar lo que buscaba. Pero al volver la vista a uno de los rincones... Su expresión cambió por completo.

-¡Yoongi! -exclamó, y en un segundo se arrojó a su lado-. Mi ángel...

Pero su ángel parecía perdido en algún limbo lejano, sentado en el suelo, acurrucado en el ángulo más alejado, abrazando sus rodillas con la mirada fija al frente y la expresión más indiferente que nunca. Bennet acarició su pelo y le echó los brazos al cuello, pero apenas si obtuvo un parpadeo como respuesta.

-Qué te han hecho, mi vida... -No era una pregunta, era la confirmación a sus temores más profundos. Yoongi fijó en él sus ojos muertos y suspiró, agotado.

-Llévame a casa, Bennet... Quiero irme de aquí.

Su deseo fue más que una orden. Como un tigre enfurecido, Bennet lo tomó en brazos y logro sacarlo de aquel lugar. Ya en el coche, rumbo a la seguridad de su hotel no dejó ni por un momento de abrazar a su pequeño, que se pasó el viaje en silencio observando cómo poco a poco la ciudad despertaba para recibir a un tímido sol que no parecía querer terminar de asomar.

Una hora después Yoongi no había dicho mucho, pero lo justo fue suficiente para que su tutor comprendiera a la perfección todo lo que había sucedido dentro de aquellas infames paredes.

Así era su pequeño, pocas palabras, conciso y al núcleo, por más fuerte y difícil que fuera la realidad. Sin derramar ni una lágrima, sin quebrar su voz siquiera había relatado lo que creyó necesario, y ahora descansaba tendido en la cama, tapado con las mantas hasta el cuello, con la mirada resignada y perdida en la claridad del nuevo día que ya se presentaba nublado y gris como su propia alma.

Bennet, en cambio, se paseaba eufórico por la habitación, fumando como un loco y expresando su frustración contra su teléfono celular mientras hablaba con el principal de sus abogados.

-iSí, Artur, sí, te digo que lo golpearon!, no, no tanto como para acabar en el hospital, pero lo hirieron. Sí... Sexo oral, no... no, dice que no... Si él lo dice, le creo, no necesito ningún médico que me lo confirme. ¡Te digo que lo maltrataron mucho!, ¡tenemos que hacer algo, no voy a permitir que esto quede así!... No, no puedo tranquilizarme, han herido a mi niño, ¿cómo esperas que me ponga?, no lo sé, le preguntaré... ¿No se puede evitar eso?... Bien, pero te advierto que si él no quiere nadie lo tocará, ¿me oyes?, si, ya sé que es mejor para nosotros, pero ya lo han humillado lo suficiente como para hacerlo pasar por esto también. Está bien, te llamaré. Adiós.

Visiblemente irritado, cortó el teléfono con tanta fuerza que crujió entre sus manos.
Arrojándolo a un lado se acercó a la cama de Yoongi y tomó asiento junto a él, acariciando sus manos con preocupación y ternura.

-Yoongi quiere que te revise un médico, así podrá constatar que lo que dices es cierto. No me mires a mí, mi ángel, yo te creo hasta la última palabra, pero dice que necesitaremos las pruebas o será tu palabra contra la de ellos.

Yoongi suspiró, agotado.
—¿Para qué?, ¿qué pruebas pretenden hallar?, te digo que no lo hicieron ellos, sino con... -la oración quedó inconclusa. Los ojos se le llenaban de lágrimas de furia-. Tal vez hubiera sido mejor si lo hubieran hecho, si al menos uno me hubiera...

Sangre Sobre el Hielo (Yoonmin)Where stories live. Discover now