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Apenas pisó el hielo, las tribunas parecieron derrumbarse en aplausos, Yoongi dió una vuelta veloz por el perímetro de la pista, con la frente en alto y la mirada desafiante hacia el jurado, las cámaras de televisión y las decenas de periodistas que dispararon hacia él sus flashes con la agresividad de un ataque mafioso. Allí estaban todos, desde Noruega hasta Argentina, cada país, esperando obtener "la foto", "la entrevista", "la noticia" que recorriera el mundo. Y si eran muy afortunados... La primicia de la primera y gran derrota del campeón de campeones, Yoongi los odiaba cada día más.

Haciendo caso omiso a los gritos desaforados de sus jóvenes fans, se deslizó hasta el centro mismo del estadio, deteniéndose exactamente sobre la unión de los cinco aros olímpicos, con sus colores velados por la gruesa capa de hielo que los cubría, y permaneció inmóvil, en posición, esperando que la música diera comienzo a su programa. Esos segundos eran lo más difícil de todo, los instantes previos al gran momento, en que las cientos de almas presentes caían en un silencio de muerte y él podía sentir su propia respiración, los fuertes latidos de su corazón impulsando la sangre a todo su organismo. Eran milésimas de segundos en que sentía sus rodillas flaquear y al mismo tiempo la obligación de mantenerse estático y atento, a la espera de esas notas musicales que parecían tardar una eternidad en surgir, hasta que finalmente... todo comenzaba.

Los primeros acordes se propagaron a toda velocidad por el recinto, y lo mismo hizo Yoongi por la pista. Él no servía para melodías lánguidas y agonizantes, o mejor dicho, ese tipo de música no le servía a él, tenía demasiada energía dentro y muchas cosas para mostrar. Enseguida el público, maravillado y ansioso, adoptó el ritmo con sus palmas, ávidos por absorber la magia que despedía su rey de los hielos. La primera combinación llegó pronto, un cuádruple toeloop, triple toeloop, triple loop, ¡impresionante!, gran parte de la gente no entendía la importancia de aquellos saltos, pero, ¿qué importaba?, disfrutaban de la belleza de ese joven regalándoles su talento en preciosas figuras y gráciles movimientos, con gestos irónicos y ondulaciones sensuales que entregaba a su público con una pasión desinteresada. Coordinación perfecta con la música que les llegaba al alma, intercalando triples con la naturalidad de quien sortea un obstáculo insignificante, sin detenerse un momento siquiera a recuperar un equilibrio que nunca perdia.

La melodía avanzaba, y también la danza, la coreografía era exquisita. Una nueva combinación de saltos preparó a todos en sus asientos, un primer cuádruple... Un segundo... Y un tercero... Yoongi aterrizó limpiamente sobre el hielo para continuar adelante, dejando a un estadio mudo de incredulidad. Tardaron varios segundos en reaccionar que habían sido testigos de algo nunca antes visto en la historia de ese deporte, tanto así que cuando prorrumpieron en estruendosos aplausos el ruso ya comenzaba su serie de giros.

Hermosas figuras realizadas en revoluciones a gran velocidad, subiendo y bajando sobre su eje, para luego tomar impulso y continuar rotando en bellas formas, agraciadas aún más por el color y el brillo de las luces reflectadas sobre él.
Yoongi reinició su vuelo con delicadeza, deslizándose sobre una sola pierna, la otra extendida con gracia hacia atrás, mientras los espectadores ya lo aplaudían de pie, y los relatores saturaban sus transmisiones con comentarios exaltados, sabiendo ya que se hablaría de aquel día durante años. Pero el rizado no había terminado, dispuesto a hacer historia, retomó su presentación aún con más énfasis, reavivando los aplausos y acompañamientos de la gente que ya se había rendido por completo a sus encantos, realizando nuevos saltos y combinaciones nunca antes vistas, superándose cada vez más en complejidad y belleza.

La música enloqueció y con ella el público, ahora estaban todos de pie, aplaudiendo al
unísono el compás de la melodía, y abajo, sólo en el hielo, Yoongi danzaba como poseído bajo el poder de aquellas palmas. Su cabello flameaba, de aquí para allá, siguiéndolo un paso atrás en cada movimiento, mientras él agitaba sus brazos en el momento preciso a cada pulso, golpeando con tanta fuerza la pista en sus brincos que una suave llovizna de hielo era despedida en cada repiqueteo de cuchillas, lo controlaba una energía diabólica. Con el rostro encendido se desplazaba de un extremo a otro, incitando a todos a perderse con él en aquel torbellino que creaba su propio cuerpo.

Sangre Sobre el Hielo (Yoonmin)Where stories live. Discover now