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-¡Yoongi!, ¡¿dónde demonios te habías metido?!, por Dios, ¡casi me matas de la angustia!
                             
Bennet cortó el teléfono que estaba a punto de utilizar, seguramente para hacer otra de las cientos de llamadas que había realizado tratando de localizarlo, y cerró los ojos juntando sus manos en un gesto instintivo de agradecimiento y alivio. Sobre la mesa yacían desparramados una agenda abierta y dos paquetes de cigarrillos vacíos. Ahora Bennet apagaba el último de sus cigarros, aplastándolo nerviosamente en el cenicero que se rebalsaba de colillas, se acercó a Yoongi con la camisa desalineada, sofocado por los nervios y con un gesto que no terminaba de decidirse entre ser de enojo o de alivio.
                             
-¿Qué diablos tienes en la cabeza?, ¿cómo se te ocurre desaparecer así sin avisarme al menos que te vas? -exigió con el ceño fruncido y los ojos húmedos de preocupación-. Creí que te habían secuestrado, que Park te había hecho vaya Dios a saber qué salvajada, hasta pensé que algún fanático te había asesinado, ¡por Dios! -volvió a exclamar, ocultando el rostro entre las manos como si fuera a echarse a llorar. Parecía realmente consumido por la angustia y al borde de un ataque de nervios, pero cuando luego de un momento reapareció entre los dedos temblorosos, sonreía aliviado, al parecer dispuesto a olvidarlo todo ante la alegría de haber recuperado su tesoro perdido-. De acuerdo, no digas nada si no quieres, no es asunto mío dónde estuviste. Estás bien y estás aquí a salvo conmigo, es todo lo que me importa -concluyó con un suspiro, elevando el rostro para besarlo.
                             
Pero grande fue su sorpresa cuando, en vez de responder con sus labios, Yoongi le contestó con sus puños, sentándolo en el suelo de un solo y certero golpe. Cayó pesadamente sobre su trasero, sin ningún signo de dolor aparente, y allí permaneció inmóvil, mirándolo aún con un estúpido aire de sorpresa. Era claro que no tenía la más mínima idea de dónde había venido eso, y mucho menos del por qué, pero tampoco tuvo mucho tiempo para meditar al respecto. Apenas si había reaccionado cuando las fuertes manos del ruso lo levantaron por el cuello y lo derribaron nuevamente de otro golpe en pleno rostro.
                             
-¡Yoongi! -exclamó desesperado al ver que su pupilo volvía a tomarlo para golpearlo una y otra vez sin ninguna intención de detenerse-. ¡Basta!, ¡¿qué haces?!, ¡basta!
                             
Pero Yoongi, inconmovible y más frío que nunca, continuó castigándolo mecánicamente, sosteniéndolo con la derecha, golpeándolo con la mano izquierda, sin respiro, hasta que pronto el rostro estuvo cubierto de sangre.
                             
-¡Detente!, ¡basta, basta! -chillaba Bennet intentando inútilmente repeler la agresión, retrocediendo como podía, derribando todo lo que chocaba, cruzando los brazos frente a su rostro mientras continuaba recibiendo violentos puñetazos-. ¿Por qué?, ¿por qué? -preguntaba a los gritos mientras la sangre llenaba su boca y salpicaba todo a su alrededor.
                             
-¿Por qué?, ¿me preguntas por qué? -repetía Yoongi, enajenado como nunca en su vida, golpeándolo cada vez más fuerte-. ¿Necesitas que te lo diga?, ¿quieres que te lo recuerde, hijo de puta?
                             
-¡Basta, basta!, ¡me vas a matar!, ¡basta!
                             
Yoongi se detuvo, agitado, tembloroso. Tenía las mejillas sonrojadas, el cabello alborotado y los ojos encendidos por el odio y el dolor.
                             
-Hijo de puta... Hijo de puta -repitió como si no encontrara más palabras que esas para expresarse.
                             
Bennet permaneció por un momento a la defensiva, aún protegiéndose la cabeza en caso de que la tregua durara poco. Pero cuando Yoongi se echó en el suelo, exhausto, y permaneció allí con los ojos cerrados y las manos hundiéndose despacio en su cabello, bajó lentamente los brazos, tembloroso y alterado. La sangre le caía a chorros por la nariz, claramente fracturada, y manaba también de su boca, de donde habían caído dos dientes. El ojo derecho ya mostraba una hemorragia impresionante, y la mejilla y los labios comenzaban a hincharse con rapidez. Trémulo y aún desconcertado, se llevó una mano al rostro. Atónito, permaneció un momento observando el fluido rojizo brillando en sus dedos con los ojos inundados por el dolor.

Sangre Sobre el Hielo (Yoonmin)Where stories live. Discover now