3. Jun

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Pedimos sopa dulce de maíz, lubina al horno con miel y una botella de vino blanco.Durante un rato, hablamos de cosas sin importancia, nada personal.

Una sensación familiar flotaba entre nosotros y relajaba el ambiente. El calor de una intimidad compartida que, de repente, notaba en la piel como si el tiempo no hubiera pasado.

Minah apenas había cambiado desde la última vez que la vi. Aún recordaba ese día, frío y tormentoso, tan gris y triste como nuestra despedida. 

Las vueltas que da la vida. Puedes intentar predecirla, y solo perderás el tiempo. No hay leyes que la controlen. Ni fórmulas. No es una ciencia exacta, por mucho que intentemos calcularla. Está compuesta por casualidades, posibilidades, variables y los caprichos de un destino que suele ser bastante capullo y no dudará en reírse en tu cara si tiene la oportunidad. Yo casi podía oír sus carcajadas en ese momento.

—¿Cuánto ha pasado? —me preguntó Minah. 

—Tres años. 

—¿Tanto? —Apoyó los codos en la mesa y la barbilla en sus manos entrelazadas—. Te han sentado muy bien.

—¿Tú creés? 

—Estás muy guapo. 

—Tú estás increíble. 

—Mentiroso.  

Sonreí. Aún se ponía nerviosa cuando recibía un cumplido, como si de alguna manera no se sintiera digna de ellos.

—¿Cuándo has vuelto? —me interesé.

—Hará un par de meses. En cuanto finalicé el posgrado,papá me obligó a regresar. Ahora trabajo con mi hermano. —Eso era lo último que querías hacer. 

—¿Y cuándo han importado mis deseos? —Se encogió de hombros y negó con la cabeza—. A veces creo que mi padre encargó la placa que cuelga de mi puerta el mismo día que nací. —Suspiró y su mirada se perdió por un momento, antes de posarse de nuevo en mí—. ¿Y qué hay de ti? He oído que por fin has montado tu propio estudio.

—Sí. 

—¿Sí? ¿Y ya está? —Rompí a reír y me lanzó un trocito de pan, que atrapé y me llevé a la boca—. ¿Cuánto hace que lo tienes?

—Pronto cumplirá tres años. 

—Entonces, lo creaste al poco de volver de Seúl. 

—Cuatro meses después. Me contempló con la boca abierta

—¿Y cómo demonios consigue un estudiante cientos de miles de libras para montar un negocio como ese? Aún recuerdo cómo lloriqueabas cada vez que te negaban un préstamo. —Frunció el ceño—. ¿Al final te lo concedieron?

—Nunca conseguí el aval.

—¿Entonces?

—No me creerías.

Me miró con desconfianza.

—Siendo tú, seguro que hiciste alguna locura. — Me reí. Pocas personas me conocían tan bien como Minah—. ¿Se trata de algo ilegal?

—¡No! ¿Por quién me tomas?

—Nunca has sido muy sensato.

—Es uno de mis encantos naturales.

Le guiñé un ojo y ella resopló.

—Puedo asegurarte que no lo es. Me llevé las manos al corazón y fingí que me dolía. 

—Te lo contaré para que veas que no tienes de qué preocuparte. ¿Recuerdas el motivo por el que regresé?

—Claro, la East London te concedió una beca para que acabaras aquí tus estudios. 

—¿Y recuerdas a Ren?- Su expresión cambió. 

—¡Cómo olvidarlo! —exclamó en tono mordaz

Sonreí a medias. Ren y Minah solo se habían visto un puñado de veces, durante unas vacaciones de verano en las que mi mejor amigo me visitó en Corea mientras yo estudiaba en el país, y el flechazo fue inmediato: odio a primera vista. Nunca antes había visto a dos personas discutir tanto y por todo.

—Ren consiguió la misma beca y, por aquel entonces,que dábamos mucho con un compañero del campus que estudiaba finanzas. Ese tío estaba muy interesado en los activos digitales...

Guardé silencio mientras el camarero retiraba los platos.

—¿Activos digitales? —me preguntó Minah en cuanto el hombre se alejó.

—Monedas digitales, criptomonedas... ¿Has oído algo sobre eso? —Ella asintió con la cabeza—. Pues este tío se pasaba el día hablando de divisas, cifrados, transacciones y mil cosas más, con tanta seguridad que era imposible no creer en lo que decía.

—¿Qué decía? 

—Que podíamos ganar mucho dinero, si invertíamos en ese mercado. 

—Y lo hicisteis —dijo en voz baja y crítica—. ¿Vuestras becas?

—Al principio dudamos, porque podíamos perder hasta el posgrado si salía mal. Entonces, una empresa de programación sacó a concurso el desarrollo de un juego para móvil, era una gran oportunidad y nos arriesgamos. Le dimos a nuestro amigo todo el dinero del que disponíamos y... 

Sonreí de oreja a oreja.  El recuerdo de ese momento aún me emocionaba tanto como me causaba pesadillas.

—¿Qué? —me apremió Minah. 

—Lo multiplicó en dos semanas. ¡Y nos hizo ganar trescientas cincuenta mil libras en mes y medio! —susurré excitado. 

Minah se llevó las manos a la boca para ahogar un grito.

—Eso fue una locura, podríais haberlo perdido todo, Hae Jun.

—Lo sé, y te juro que nunca más haré algo parecido.

Dejó escapar un suspiro.

—Me alegro de que saliera bien.

—Con ese dinero pudimos alquilar una oficina, comprar equipo y contratar a unos amigos para pujar por el proyecto. 

—¿Y lo conseguisteis?

—No, esa compañía no quiso apostar por un grupo de veinteañeros sin ninguna experiencia y que aún no habían terminado sus estudios. 

—Lo siento mucho. 

—¡No lo sientas! —exclamé—. Ese rechazo nos animó a trabajar por nuestra cuenta y meses después lanzamos nuestro propio juego. Le siguieron otros dos y ahora hemos firmado un contrato con Sony. ¡Sony! Lo estoy logrando, Minah. ¡Mi sueño se hace realidad!

Ella se echó a reír, contagiándose de mi entusiasmó.

—¿Y te sorprende? Porque a mí no. Lo que sí me asombra es que Ren y tú os hayáis convertido en socios. 

—Es mi mejor amigo, ¿con quién iba a hacerlo si no?

—¿Con alguien que no tenga la madurez de un niño de cinco años?

Me reí. Mientras, Minah me observaba divertida. Aunque yo era muy consciente de la preocupación oculta tras esa sonrisa.Una inquietud que yo mismo compartía y que no podríamos evitar para siempre. 

Sin embargo, lo intentamos, conversando sobre cualquier cosa trivial. Entre bromas y risas. Entre miradas alegres, y también precavidas.

—¿Te apetece algo más? ¿Postre? —le propuse al cabo de un rato.

—¡No! Estoy llena. 

—¿Un té? 

—¿Y una copa? Al llegar he visto un pub al otro lado de la calle. Podríamos ir —me sugirió. 

—Suena bien. 

Tú, yo y un tal vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora