·Minho·

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Para Lee, bailar era su pasión; era lo que más amaba en este mundo y su sueño era poder al fin entrar a una compañía de danza contemporánea tas tantos años de duro entrenamiento y estudios. A sus 25 años, ya había perdido la cuenta de cuantas horas había pasado bailando a lo largo de la secundaria, cuando empezó a dejar de lado los estudios por la danza, una mala decisión... Sus padres descubrieron lo que hacía cuando el boletín de notas del primer trimestre de su segundo curso de secundaria llegó. Le advirtieron de que si su pasión empezaba a hacer que dejara los estudios, no le dejarían seguir bailando. Eso llevó a un muy joven Lee a explotarse trabajando para poder llevar un curso medianamente aceptable y a su vez practicar durante horas para conseguir su sueño. Al poco tiempo, unos 7 meses, empezó a notar las secuelas físicas de haber empezado a tomarse enserio todo a la vez; su cuerpo pesaba por tantas horas en movimiento y por las heridas en rodillas y pies que acumulaba por el ballet, deporte que odiaba. El único problema era es, el ballet; lo odiaba con todas sus fuerzas. Él estaba hecho para comerse el espacio, para hacer movimientos amplios y fluidos, no algo tan estirado y estricto. Las rodillas le ardían en cada plié, sus tobillos escocían en cada salto y su espalda dolía en cada arabesque... Pero Minho sabía que necesitaba saber como nadie sobre el ballet para poder ser de los mejores en danza contemporánea ya que, esta tenía una extensa base de danza clásica... Lo odiaba pero no se rendiría.

Tras años y años de trabajo duro preparándose, se presentó a las audiciones para entrar al conservatorio de danza profesional. En aquel sitio se impartían clases de contemporáneo profesional, jazz-contemp, ballet y danza española; estuvo a punto de no pasar la prueba debido a sus nervios pero finalmente lo consiguió. Cuando le llegó un correo electrónico comunicandole su acceso, no paraba de llorar abrazando a su mejor amigo, BangChan, mientras el mismo le felicitaba continuamente y le recordaba que se merecía entrar como nadie por su trabajo persistente y todo el dolor y lagrimas de frustración acumuladas.


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