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"¿A dónde fuiste?" la voz de Kurapika lo hace levantar la cabeza de sus propias manos. "Pareces distraído"

Está nervioso, más bien.

En su bolsillo siente el peso de la joyería y lo pone ansioso, quizá estuvo mal tomarse la libertad de comprar algo pensando como se vería en el rubio porque le recordó a él, con la intención de dárselo como si fuera tan simple. No puede fingir que es así.

Este tipo de nervios son nuevos para Chrollo, pero se está acostumbrando demasiado rápido a estar así gracias a Kurapika.

No se refiere a los nervios desagradables que ha sentido en otros momentos de su vida: como la vez que supo de la enfermedad de su madre o cuando el padre de Woble se mudó con ellos al enterarse que Oito estaba embarazada (fue un infierno, el hombre lo vivía acosando). Se refiere al tipo de nervios que le hacen doler el estómago de emoción y no estar más de cinco segundos sin sonreír, la necesidad de hacer algo cada que Kurapika lo mira con sus ojos brillantes hasta que a Chrollo se le pone la cara roja por no lograr sostenerle la mirada y el cosquilleo que queda en cada parte de su cuerpo que el rubio toca.

Ese tipo de nervios que lo hacen seguir avanzando aunque no esté seguro de lo que llegará a pasar, sabe que valdrá la pena la caída si al final su ilusión se destruye.

Y él es un romántico empedernido, obviamente si hay interés genuino y eso es poco comparado con lo que realmente está sintiendo por Kurapika.

No es su culpa, en menos de un mes ha compartido más con el menor de lo que imaginó compartir con cualquier otra persona.

"¿Puedo darte algo?" pregunta antes de arrepentirse, intentando no pensar en otra cosa que lo termine autosaboteando.

Los ojos plateados se iluminan y lo toma como una buena señal.

"¿Qué cosa?"

Kurapika se esperaba muchas cosas, pero admite que le sorprendió que el mayor sacara una cajita blanca de su bolsillo y se la extienda. El corazón se le acelera cuando el regalo es dejado en sus manos, sus ojos viajan desde el rostro del otro chico hasta la caja adornada con un moño de papel rojo, tan sencilla y bonita que no tarda en abrirla por una curiosidad desbordante.

Oh.

Con suavidad por la sensación de que podría romperla, Kurapika saca la delgada cadena de las almohadillas dentro de la cajita blanca y un dije de la flor lirio de tigre lo recibe, de un color naranja con tonalidades rojas y algo transparente. Es delicado, pequeño y aún así le pesa en la palma como si tuviera un mundo entero dentro.

Esto es más de lo que se merece.

Y el hecho de que Chrollo haya pensado en él al ver una cosa así, al conocer el significado de una flor así... No puede ser una coincidencia.

Ante su silencio, el pelinegro se apresura a aclarar: "Lo compré porque pensé que te quedaría lindo, pero si no te gusta-"

"¿Cómo no me va a gustar?" lo interrumpe, dándole una gran sonrisa de dientes blancos que a Chrollo le derrite el alma. "Me encanta, es precioso."

Al regresar la vista al mayor, el aliento ajeno se mezcla con el suyo y él se alza en la punta de sus pies así alcanzar los labios pálidos en un fugaz beso entusiasmado que crea una burbuja a su alrededor, aislándolos del ruido del resto de personas caminando por el shopping.

"¿Sabes el significado de esta flor?"

"No hubiera pensado en vos al verlo si no lo supiera"

Kurapika no necesitó más que eso.

"¿Me lo pones?" dijo y el pelinegro le levantó ambas cejas. "El collar, animal"

La risa grave lo contagia, aunque muerde sus labios para no reír más fuerte de lo que le gustaría por culpa de la emoción que le come el estómago.

Le da la espalda al momento que el collar pasó de manos. Quita su cabello rubio del camino y a los segundos siente la fina cadena acariciar sus clavículas hasta que envuelve su cuello. Con el collar donde pertenece, Chrollo se inclina a dejarle un beso en la nuca y lo atrae a su propio cuerpo con ambos brazos sobre de su cintura.

"¿Vamos?" pregunta el mayor en su oído, arrastrándolo hacia adelante que empiezan a caminar como pato por el abrazo.

— Espera, quiero darte algo también.

Chrollo toma distancia sin dejar de tocarlo. Su curiosidad nace cuando Kurapika mete una mano en el bolsillo del pantalón de su uniforme y saca los anillos que siempre usa ( y que guarda por el colegio). Un anillo en específico llama su atención: plateado con la diminuta forma de una espada grabada en el centro, lo ha visto tantas veces y está acostumbrado a jugar con esos anillos de vez en cuando, mas aún así hay una puntada en su pecho al momento que la joya le toca la piel.

El tipo de nervios que lo recorren cuando Kurapika le pone el anillo en su dedo meñique, definitivamente son nuevos para Chrollo. ¿Cómo algo tan simple puede sentirse demasiado íntimo?

"Sé que no es lo mismo, pero quiero que tengas algo mío" le dijo. Y la mano de Chrollo que no está siendo sostenida por las suyas va hacia su barbilla, levantándole la mirada.

"Para mí es mejor sólo porque es tuyo"

Ah, ¿es normal que el corazón le lata así? ¿Cómo si Kurapika acabara de adueñarse de él?

Para Chrollo, el rostro de Kurapika es un poema, con un bonito sonrojo y una sonrisa de labios apretados que hace resaltar los hoyuelos en sus mejillas. Desde las pestañas rubias largas, sus labios color cereza y las pecas esparcidas sobre el puente de su nariz, sus orbes plateados y un pequeño lunar justo debajo de su párpado, es imposible que exista alguien más perfecto.

Podría pasar noches enteras admirando su belleza, que está mucho más allá de su imaginación.

El delicado collar adorna su cuello, danzando en cada movimiento fluido con la flor del primero de septiembre. Y quizá es una buena señal que el menor haya mencionado el detalle de lo que representa con una feliz sonrisa de ojitos brillantes, lo hace creer que -tal vez- Kurapika también se siente igual.

Chrollo a veces es malo con las palabras, agradece haber encontrado la manera de decirlas.

Por favor, ámame.

Oh, ¿Es eso una confesión?

MY EX'S FRIEND  || AU kurokuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora