Poché
Cuando era más joven, había pensado que lo peor que podía hacerme alguien, era lo que mi padre le había hecho a mi madre. Yo era una niña. Mi mamá estaba muy enamorada, pero había sido sólo su amante. En vez de recoger los pedazos cuando le rompió el corazón a ella, le dijo que se mantuviera alejada de él y que volvería a su vida ideal con su esposa perfecta.
Había crecido con un padre que sólo veía de vez en cuando para predicarme sobre los pecados mortales y el arrepentimiento. Pensé que era mejor para un niño no conocer a su padre que tener un hogar roto como ese.
Después de que Daniela se fue, me quedé de pie justo en la puerta, jadeando y sin poder respirar.
Había pensado que hacerlo todo sola sería muy difícil. Ahora, sentía que sería imposible. Pero no quería darle a Daniela nada de lo que arrepentirse, y a mi hijo una vida de miseria.
No se lo dije a nadie, por supuesto. Por alguna razón, supe instintivamente que quería al bebé, aunque en el pasado no había pensado que quería tener hijos. Ahora que la realidad estaba sobre mí, me sentía diferente. No podía sentir otro instinto que el de protección por este ser que ahora me pertenecía y que debía cuidar en mi vientre.
Pero no podía olvidar que también tenía que proteger mi propia carrera y la de Daniela. No se podía saber que habíamos tenido sexo y creado a este bebé. No parecía importarle lo suficiente su carrera como para protegerla, pero yo lo haría por ella porque ese era mi trabajo.
Pasarían dos meses antes de que se me notara la barriga, y si cambiara mi estilo de vestir, podría ocultarlo un poco más. No quería que nadie en la oficina lo supiera hasta que tuviera decidido lo que iba a hacer.
Ni siquiera había podido decírselo a Lucía. No sabía qué decir ni cómo decirlo. No sabía qué respuesta esperar de ella, y eso había sido igual de aterrador.
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El avión llegaba tarde. Esperé en la sala de pasajeros, bebiendo jugo de naranja que sabía a mierda, considerando el precio que había pagado por él. Tomé una revista, hojeándola sin asimilar nada. Tenía que volar a Houston, Texas con los Tiburones. Estaban jugando un partido fuera de casa contra los Houston Hornets, y el entrenador Thompson no sólo me había implorado que viera el partido en vivo después de todo lo que había hecho por Daniela, sino que también me había comprado una entrada.
No era en primera fila, por supuesto, pero lo prefería así. No quería sentarme con los otros jugadores, y ocupar ese tipo de espacio cuando en realidad me sentía como un don nadie.
Tampoco quería mirar a Daniela cuando obviamente no quería tener nada que ver con ella.
Al llegar, me llevaron al Crown Plaza, un hotel de cuatro estrellas que tenía todo lo que podía necesitar. Era lujoso y grande, un verdadero placer. Me di un relajo en una gran bañera, en el momento en que tuve tiempo para mí misma.
La noche antes del gran partido, llamaron a mi puerta. Cuando la abrí, Lucas Hernández se paró frente a mí. Era la estrella del running back, un hombre sólido con una sonrisa amable y el mejor amigo de Daniela.
—¿Puedo hablar contigo un momento?—, preguntó.
Asentí con la cabeza y lo dejé entrar en la habitación. Caminó hacia el centro y se dio la vuelta.
—No quiero entrometerme, Srta. Garzón, pero no puedo evitar notar que hay algo entre usted y Daniela.
No supe que decir, después de todo mi esfuerzo por alejarme y mantener mis emociones a rayas, este chico entraba y me refregaba en la cara algo que yo estaba luchando por olvidar
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Amor en Juego (Adaptación Caché)
Roman d'amourYo me regia por una ley: Los clientes están fuera de la liga. Calle G!P