Bueno, ahora estaba aceptando que tal vez un personaje ficticio de mi libro había cobrado vida, no estoy cayendo en la locura cierto.

— Ya está oscuro, así que cómo soy una ayuda para ti es mejor que duermas temprano — me aconsejó Antoní.

— Y dejar que me mates miestras duermo eso ni pensarlo — me niego.

— No lo haré.

Aunque pensándolo bien podía hacer algo.

                   
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— ¿Por que estoy aquí?

Lo había llevado a mí bañó.

— Ésto amigó mío es tu nueva habitación.

— Está habitación es un tanto extraña — me dice.

— Te acostumbrarás, aquí están unas mantas y una almohada — se las dejó encima del retrete.

— ¿Y en donde dormiré?

— ahí —  le señalé la bañera, y procedo a cerrar la puerta con llave.

— Sabes que puedo atravesar la puerta — expresa el.

— Si lo haces dormirás en la calle.

— Sabes que pensándolo bien tengo mucho sueño, buenas noches.
  
                  
                 
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— ¿Oye que es eso que está al lado de mi cama?

Me despierto  de pronto, era Antoní al lado de mi cama, vi la hora en mi despertador, ¡Eran las 3 de la mañana!

— ¡Acaso no ves la hora psicópata! — le reclamé.

— Perdón, es que no puedo dormir. Pero lo que está en mi habitación es un cardero, y había también creó que era para remover el agua el cardero, ahí cocinas.

— De que estás hablando no hay ningún cardero ahí.

— Si lo hay, ven

Fui de mala gana.

— Ves — me señaló la taza del bañó.

— Si eso es, tienes hambre.

— La verdad no.

Fui rápidamente a la cocina para evitar  el tema y también ha prepararme un esquisto y fantástico cereal, si eso es lo que  se hacer.

— ¿Y eso que es eso? — me señala ahora  la cocina.

— Aquí preparó la comida. A tí que te pasa no sabes nada.

— Vengó del mediados de siglo, todo esto es nuevo para mí.

— Pero viste mí vida, debes saber que es todo ésto.

— En realidad, solo se tus recuerdos  más importantes y los nombres de tus familiares y amigos.

— Genial — digo, abro la nevera y tomó el cartón de leche.

— ¿Por qué esa máquina tiene comida adentro? — otra vez con sus preguntas isesantes.

— Es una maldita nevera.

— Mejor no te  preguntó nada si te vas a poner así.

— Es que en mi libro no eras tan insoportable.

Se queda callado por un momento.

— Me vas a decir o no — expresa.

— ¡Ya cállate!

               
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Después de una madrugada agotadora respondiéndole todas las preguntas al insoportable  de Antoní, ya podía arreglarme para ir a clases.

Salí con mi ropa habitual y...

—En serio vas a salir así.

— Que tiene.

— Es que es muy....

— Muy que — lo interrumpo con brusquedad.

— Muy desaliñado.

— Entonces que me pongo, especialista en moda — me burló.

— Tal vez un vestido o una falda.

— No gracias, adiós — tomó mi mochila y me voy rápido.

Cierro la puerta y voy rápido al elevador, tengo esperanzas de que no me haya seguido. Cuando ya estoy dentro del el elevador...

— Espérame — me grita.

Yo con todas las fuerzas del mundo le doy al botón de bajar para así perderlo, logra bajar antes de que el entré, procedo a suspirar de el gran alivió que sentía.

— Casi te vas sin mí — volteó rápido y ahí está.

— ¿Como entrante? — le pregunto.

— Por arriba.

Pasó mis manos por mi cara casi como un castigó, no lo soportaba.

— ¡Próxima parada la universidad!

¡Que se callé, que se callé, que se callé!

Entré la fantasía o la realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora