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Meave es terca, pero puede admitir que no tiene buenas ideas. Todos sus planes son más bien impulsos, no los piensa con profundidad sino que responde a su deseo inmediato. Como este plan loco de venir a New York y vivir con su amor imposible en el mismo diminuto departamento, donde apenas caben las dos.

—Y otra vez dejaste a medio hacer tu cama.

Se queja Evie mientras termina de tender la cama por ella. Meav tiene el vago recuerdo de haber estado haciendo su cama y luego se aburrió y se fue a hacer otra cosa, cree que lavarse los dientes, y por supuesto se olvidó de su cama destendida.

—Dios, no entiendo como haces para vivir así.

Evangeline juzga el desorden que Meave se esfuerza tanto por mantener dentro de su habitación y evitar que se propague por el resto de la casa.

—Yo entiendo donde están mis cosas, no las toques...

—Tarde.

Ev ya esta levantando la ropa del piso y tirando a la basura algunos papeles esparcidos por doquier. Meavs suspira y la deja ser.

El teléfono suena y como Ev esta ocupada, Meave se ofrece a atender.

—¿Hola?

—Hola, ¿Ev querida?

Pregunta con una dulzura falsa y empalagosa una voz que conoce muy bien.

—No, Meave.

—Ah, eres tú. Dale el teléfono Evangeline, Wikins.

Meavs tiene la tentación de decirle a Katherine que su hija no está en casa para que no pueda molestarla, pero sabe que Evie se enojará con ella si no le avisa que llamó su madre.

—Teléfono, tu mamá. —informa, con una mueca.

Evangeline deja lo que está haciendo para escuchar a su madre seguramente victimizarse y buscar formas de llevar de regreso a Ev a su casa en el pueblo.

Meave no puede llegar a describir lo que odia a esa mujer por lo mal que le hace a su mejor amiga escucharla todos los días.

Nunca ha odiado tanto a nadie como a Katherine Laurenz, ni siquiera a sus padres. Es como si Katherine tuviese el terrorífico súper poder de robar la energía vital a través de sus conversaciones telefónicas, ya que después de estas Evie solo quiere encerrarse en su cuarto, tirarse en la cama y no saber de nadie por mucho tiempo.

―¿Todo bien?

Le pregunta Meave una vez que corta la llamada, a pesar de ya saber la respuesta. Evangeline se encoje de hombros, pero se sienta al lado de Meave en el sillón en lugar de irse a la habitación, lo cual es algo bueno.

―Hagamos una cosa, voy a abrir la cerveza.

―Ni siquiera me gusta la cerveza―Ev arruga la nariz.

―Pero la necesitas. Cualquiera necesita un poco de alcohol después de haber mantenido una charla de media hora con Kathie.

Se levanta del sofá y saca de la heladera dos latas de cerveza, le ofrece una a Evie que, sorpresivamente la acepta sin chistar. Maevs la mira atontada mientras ella abre la lata y toma un trago largo.

―Hoy fue especialmente malo, ¿No?

―Siempre encuentra de qué quejarse. Si no es por el "qué dirán" de que me fui a vivir con otra mujer afuera del pueblo, es por alguna de sus dolencias, que aumentaron abruptamente justo después de que me fui. Seguro es hipocondriaca, o algo así diría Belle.

―No soy psicóloga, pero no hace falta serlo para saber que tu mamá esta mal de la cabeza ―Evie alza una ceja, como una advertencia―No me mires así, sabes que tengo razón.

Desastre indecente |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora