Capitulo Doce

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Encantamientos era una de sus clases favoritas, junto con Defensa Contra las Artes Oscuras, y ambas asignaturas le gustaban menos que Herbología, las primeras dos, porque le daban material para seguirse luciendo en el club de duelo, y Herbología simplemente por amor al arte, sin contar que el profesor Longbottom siempre le había dicho que era la mejor del curso, aunque ella estaba completamente convencida de que era la mejor de todo el cuerpo estudiantil.

Se dió el lujo de ufanarse un poquito, le encantaba reafirmar que era la mejor y más talentosa bruja en Hogwarts, y estaba totalmente segura que su novio era el mejor y más talentoso mago en ambos colegios en los que ha estado.

Realmente se sentía en la gloria, y un arranque de bienestar la invadió, olvidando que estaba "molesta" con Max, tan pronto tuviera la oportunidad lo devoraría a besos, se lo merecía por ser el único hombre en todo el mundo digno de ella.

Entró al aula, y se encontró con que el profesor Flitwick estaba jugueteando distraídamente con un niffler de peluche mientras miraba a la ventana, parecía un niño muy bigotón y con algunas arrugas.
Cassandra contuvo la risa y tomó asiento en la primera fila.

Llegaron más "compañeros" que fueron sentándose en sus lugares y al final entraron los Frey, tan pronto posó sus bellos ojos en ellos, notó como se le endureció la mirada y una expresión ceñuda se hizo notar, aún tenía bastante resentimiento contra ese par, los había ignorado las últimas tres clases, pero ahora estaban ahí, de pie como idiotas a media aula, se habían quedado helados tras ver la mirada fulminante que Cassandra les estaba dirigiendo.

- Señores Frey, hagan favor de tomar asiento - sonó una voz con un leve tono de exasperación, Flitwick había dejado el niffler en su escritorio y miraba con una curiosa expresión a los gemelos, una mezcla de enfado y lástima.

Ambos se apresuraron a sentarse al fondo del salón con pesadumbre.

- Correcto, bienvenidos al cuarto curso de Encantamientos, estamos ya en camino de los OWL, así que esperen un aumento en la curva de aprendizaje, el día de hoy, iniciaremos con el encantamiento convocador.

La clase fue más complicada de lo que esperaba, le costaba hacer que los almohadones que usaban para practicar acudieran a ella, y se sintió bastante frustrada cuando vió que los Frey hacían el encantamiento con suma facilidad, como si lo llevaran haciendo desde hace años.

Tras serenarse un poco pensó que posiblemente ese era el motivo, seguro que se les daba bien, de la misma manera que a Ivy el Desvanecedor, o ella misma con el Atmosférico, no pudo evitar pensar en qué hechizo sería la especialidad de Max, se lo preguntaría después.

Justo un par de minutos antes de que sonara la campana, logró completar correctamente el encantamiento, por lo que para su gran alivio quedó exenta de hacer de tarea una redacción sobre la teoría del encantamiento convocador.

Estaba bastante cansada, había sido un día agotador, y eso que apenas era poco más de las tres de la tarde.

De buena gana se iría directamente a su dormitorio a dejarse caer en su mullida cama y no moverse hasta el desayuno, pero rechazó la idea, la idea de ver a Max le gustaba mucho más, al pensar eso sintió un pinchazo de dolor, le había dicho que lo vería en la cena, lo que significaba que tendría que esperar tres horas más para eso, había sido muy estúpida al actuar de esa manera.
Podría ir a buscarlo a la biblioteca, pero su orgullo se lo impidió, así que con toda la pesadez del universo, pensó que mejor adelantaría algo de los deberes que tenía que hacer.

Casi a las seis de la tarde, tomó asiento en el Gran Comedor, en la mesa de Slytherin, por lo que con un gruñido de frustración se levantó nuevamente para sentarse en la de Ravenclaw, realmente debía estar cansada como para cometer un error tan tonto.

Destinados a la magia definitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora