⚫️Capítulo 2

278 32 20
                                    

Es como ir danzando. Su mentor lo detiene de tal manera de que sus ataques no son letales; noquean. Es como ir nadando en un mar de delicias nocivas, mientras que Dazai lo sostiene por la cintura para cancelar su poder a medida que le murmura cosas al oído.

-Ten cuidado, Atsushi-kun. En la agencia no matamos.

No entiende porque se complican tanto el asunto. Y aunque en un principio le cuesta acatar órdenes se deja llevar por el fluir de su mentor. Suave, deslizándose en el piso como una hoja de árbol recién caída. Descubre una nueva habilidad, una vocación a la que aferrarse. Descubre que no le molesta en lo absoluto dar pasos estratégicos alrededor de todo aquella pista con Dazai colgándole del cuello diciéndole qué es lo que debe hacer, evaporando las garras del tigre cuando algo está por salírsele de control. Cuando olvida la comitiva y quiere dejarse llevar por la costumbre. No pasa. Terminan rápido, al igual que las parejas en las películas que a veces Kyoka disfruta ver, la imaginaria música de aquel extraño vals llega a su fin, su respiración se tranquiliza aunque su corazón le late en los oídos como desbocado, y se da cuenta que en su último movimiento, su mentor para esquivar su ataque se ha inclinado hacia atrás, que él para detener la caída lo toma de la cintura y el castaño para encontrar apoyo lo sujeta del hombro.

En esa posición Dazai le sonríe, con unos ojos llenos de chispa, una emoción palpitante atorada en el pecho, en ese mundo su mentor es más expresivo, más sincero y por alguna manera, a su vez, más peligroso.

-Lo has hecho increíble, Atsushi-kun, temía que se te pasara la mano y nos viéramos en la necesidad de deshacer un cadáver en ácido.

Antes de que pueda preguntarle qué cómo sabe la efectividad de eso, una bandera parece en la superficie de su manantial mental para recordarle que en ese mundo, Dazai dejó la mafia. ¿Por qué? Ninguno de los dos lo sabe, pero mientras que el otro supone que se retiró posiblemente porque se cansó de ella, él sabe que eso no así. Nadie puede escapar de la mafia, te engulle, no te deja traspasar su barreras, como un líquido denso, borrascoso.

En realidad los únicos que lo han logrado, según su memoria, son él mismo y Dazai, ese Dazai. Y él solo pudo lograrlo después de que Dazai lo despidiera. Antes de que saltara.

La inquietud le consume ante ese recuerdo, ante esa duda, ante esa sonrisa que le dirige el mayor con el cabello resbalándole por la frente hacia el suelo y una mirada que no sabe qué significan qué cosas esconde. Van a caer y desea aferrarse a ese momento. ¡Qué no daría para que sus vidas se limitaran a ese momento!, a esa imagen, a ese baile, un baile perpetuo.

-¿Por qué, Dazai-san?

Una caricia en la mejilla, un leve roce.

-No lo sé.

Y es la verdad.

•••

Se encuentra mareado. No entiende porque tanto rodeo sin caso, con lo fácil que es llegar a la meta por la línea recta, pero Dazai le inhibe de hacerse caso. Le lleva por la línea difícil, por los trámites burocráticos, la espera inútil. El papeleo. Su cerebro termina frito al final de la jornada, y sin embargo, siente que no ha hecho nada durante todo el día; pérdida de tiempo. Todo el día se la paso haciendo recados sin sentido en lugar de pensar en una solución a su problema. No quiere estar en ese lugar. No soporta esa falsa pasividad de la agencia. Esos colores cremas y azules que lo rodean, las sonrisas amables de sus compañeros de trabajo, frases de aliento, peticiones estrafalarias, regaños sin llegar a ser más allá de simples llamadas de atención.

No soporta eso y además no le ve sentido. ¿Qué caso tiene su trabajo?

Está bajo esas reflexiones, recostado sobre un escritorio lleno de papeles, cuando en su espalda siente un peso abrumador. Un peso que al momento de percibirlo activa la habilidad del tigre y al mismo tiempo la desactiva. Brillo azul, mariposas congeladas en la eternidad.

Harmed reality Donde viven las historias. Descúbrelo ahora