⚫️ Capítulo 4

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Lo supo desde el inicio. Solo tuvo que verlo a los ojos para saber que aquel no era Atsushi. Fue instinto. Cuando abrió los ojos se sintió sudar, fue la primera vez en la que no supo cómo actuar, y por eso lo primero que decido hacer fue tocarle la cara, para desactivar su actividad mientras investigaba qué era lo que había pasado, ¿pérdida de memoria? ¿Repentino cambio de personalidad? Por su cabeza pasaron cientos de enfermedades mentales y todas se evaporaron cuando aquel Atsushi comenzó a desvariar, contando una historia que solo podía imaginar, tan real como uno de sus sueños. Entonces comprendió. Le había arruinado la vida a aquel chico.

Y fue incapaz de no sentir una gran culpa en el interior. Una enorme culpa que no pudo callar porque, de saberlo, también hubiera utilizado todo lo que hubiese tenido a su mano para salvar a Odasaku. Era sencillo. Estaba dispuesto a sacrificar a cualquiera con tal de poder leer algo de Odasaku. La cuestión moral no le importaba. Ni mucho menos las personas que tuviera que sacrificar.

Sabía que tenía una obsesión enfermiza.

Y la culpa llegó al ver a Atsushi tan desesperado. Dolorosamente angustiado. Por eso decidió llevarlo una vez de la mano. Si había una manera de regresarlo a su mundo no le interesaba. No importaba, le había arruinado la vida, ahora le tocaba hacerse cargo con él. El Atsushi de su mundo estaría bien donde fuera, no tenía que preocuparse por él, además, en aquel otro mundo estaba Odasaku, no debía sobrepensarlo. Todo estaría bien. 

Sin embargo, se dio cuenta que aquel Atsushi era muy diferente al que conocía. Una extraña combinación entre la inocencia y sinceridad del otro Atsushi y la turbia resilencia de Akutagawa. Una mezcla de oscuridad y luz bastante interesante. Su personalidad le intrigó desde el inicio y sintió aún más curiosidad al percatarse de la manera en la que lo miraba, cuando serio sus ojos dorados parecían devorarlo en una perfecta armonía con el tigre de su interior. El aire faltaba en sus pulmones cuando Atsushi se dirigía a él y lo miraba de esa manera.

Tiene que admitirlo, se enamoró de Atsushi la primera vez que lo vio sonreír, con tanta ingenuidad, tan pequeño y lindo; inocente, como si no tuviera una culpa que le atormentara por dentro cada vez que respiraba. Fue partir de esa sonrisa que decidió llamarlo Atsushi, nada más.

Por más que lo piense lo suyo es indecoroso, demasiado. Enamorarse de su discípulo es el primer gran no que aparece en su cabeza, aunque por supuesto que ante cada no que aparece un nuevo reto interesante toma forma dentro suyo. Pero con Atsushi es diferente, no puede. Simplemente es imposible enamorarse de aquel chico justo después de enterarse que le arruinó la vida. No es moral, ni ética; es culpa. Una que le pertenece completamente. No puede con la idea de estar aprovechándose del otro, una vez más. Algo le inhibe de ser el hombre coqueto que liga a todo el mundo con el tigre. Demasiado pesar. Y por eso, ante esa disyuntiva caótica lo que considera más fácil y simple es no hacer nada. Dejar que las cosas fluyan. Sabe lo que es un amor secreto, puede ser discreto y puede ser no tan discreto cuando guste, es cuestión de ánimo y jugueteo.

Solo que no esperaba que en algún momento Atsushi empezara a corresponderle.

Lo nota casi de inmediato; la primera vez lo dejo pasar, cuando en su ligera discusión con Yosano, Atsushi dijo algo que podría malinterpretarse, lo dejó pasar porque era algo sin importancia, lógico si se tomaba en cuenta que no estaba familiarizado con ese tipo de eventos. Lo dejó pasar porque en ese momento todavía no podía definir nada, la situación aún no estaba en sus manos, aún sentía que el chico era un completo desconocido, alguien peligroso en el cuerpo del tigre, por eso lo abrazó por la espalda, para anular sus habilidad, por eso se la pasó tocándolo toda la tarde, para evitar cualquier inconveniente, fue después, en esa mismo momento, cuando el cotidiano caos se armó en la oficina cuando lo vio sonreír. Con sus ojos bicolor despejados de tristeza y una sonrisa que desde el primer instante le dejó sin palabras.

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