⚫️Capítulo 5

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La ira se desvanece, es una bruma que se desvanece, se disipa en la languidez de sus sentimientos. Se evapora. La sobre estimulación de hace un momento pierde toda su fuerza, toda su razón de ser. Se siente avergonzado.

Avergonzado y cruel. ¿Cómo fue capaz de hablar en esos términos con Dazai? ¿Cómo pudo ser tan incoherente, tan orgulloso, tan terco? Se siente avergonzado por sus palabras; avergonzado y cruel, cruel por tocar los puntos que sabía con antelación que le dolerían, por presionar donde no debía solo por un capricho. Se siente como un malvado, pero sobre todo, siente la vergüenza colorando su piel por el beso. Su cabeza estalla, toda queja se evapora, y mientras sus labios se unen, mientras va descubriendo su torpeza siendo guiada por el mayor, cuando siente que la profundidad de aquel beso va a matarlo, solo puede determinar que Dazai es un hombre muy peligroso. Y que está cayendo en una de las mejores trampas de su vida. Su favorita.

Lo separa, lo hace cuando siente sus nervios sublevándose a los acontecimientos. Se aparta porque no quiere sobrepasarse. No cuando apenas están discutiendo las cosas, por eso determina que Dazai es peligroso; con uno solo de sus encantos es capaz de desarmarlo.

Lo aparta, recobrando su respiración, pero al instante se ve sujeto por la cintura, acercándolo al otro, precargándose que esos preciosos ojos le miran con un brillo que jamás había visto. Un brillo lleno de deseo. El nerviosismo se apodera de él, no cree que eso le esté pasando, algo debe estar mal.

-No estoy mintiendo, Atsushi.

Se estremece, provocando que el otro después de la seriedad de sus palabras sonría. No puede estar pasando eso.

-Usted sabe manejar la situación a su favor- dice con la voz temblándole, él tiembla- un beso no provoca nada en usted, yo lo sé.

-¿Quieres que te vuelva a besar para que veas lo que provocas en mi?

Escucha a su cerebro estallar. Estallar, explotar, fragmentarse.

-No, gracias- murmura de tal manera que incluso a él le parece desconocida; jamás había estado tan nervioso, tan ridículamente ingenuo- quiere que pierda la cabeza para no pensar en la cuestión principal- le acusa recuperando un poco de su sangre fría.

Aunque con Dazai sosteniéndole de la cintura, mirándole de esa manera, es algo casi imposible. Nunca se entreno en un autocontrol de esa magnitud, ni siquiera con el tigre peleo tanto para mantenerlo a raya.

-Tu acusación me lastima, Atsushi, ¿acaso crees que soy del tipo de persona que recurre a la manipulación emocional para obtener lo que quiere?

-Sí. Conozco mis debilidades y usted las conoce mejor que yo. Sabía cómo callarme y me calló.

Su respuesta hace que Dazai ladee la cabeza, con una sonrisa que busca una escapatoria, no quiere tocar nuevamente el tema.

-Supongo que ya no tengo escapatoria, qué molesto- pese al supuesto fastidio que eso le provoca la expresión de su cara no lo manifiesta, es más, parece feliz- Sé que no puedes creer en mi, pero ahora hazlo. Cuando te digo que te quiero, es verdad.

Está apunto de refutar, cuando ve que el rostro de su mentor se pinta de un intenso rojo, un peligroso rojo y no puede evitarlo, antes que su enfado y confusión está el instinto de proteger a ese hombre. Se da cuenta demasiado tarde que le sostiene de la cara y se sorprende de lo caliente que está.

-Está ardiendo, Dazai-san- le dice con angustia, pensando en la posibilidad de que con su beso le haya trasmitido una enfermedad mortal.

Dazai lo suelta de la cintura para cubrirse la cara. Ahora es él quien desea apartarlo.

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