Erebus y Draven me guiaron al exterior de aquella sala abarrotada de oídos agudos.
Los seguí de cerca, ambos caminando por delante mío en silencio. Ambos eran la viva imagen de la oscuridad, la sombra y el frío crudo.Draven lucía su típico traje oscuro con remolinos rojos, combinando con su pelo también oscuro exceptuando el par de mechones pálidos. Su piel blanquecina como porcelana contrastaba con su traje, resaltando sus facciones.
Erebus no iba vestido muy diferente, aunque su traje no contenía remolinos rojos, sino que el único detalle era la costura de hilo plateado apenas visible. Su piel estaba ligeramente besada por el sol, su pelo era igual oscuro, aunque carecía de los lunares de los tratos entre demonios.–No arrastres las alas– me aconseja Draven, u ordena, no sabría distinguir su tono en este momento–. Es signo de debilidad.
–No es cómo si me viera fuerte– respondo por mi parte rodando los ojos en frustración.
Me veía vulnerable en demasiados aspectos. Mi falta de control con las alas, mi palidez enfermiza provocada por el tiempo encerrada, mi cara de cansancio mental... Era la terrible imagen de la debilidad.–No se trata de verse fuerte, sino de serlo– responde Erebus, mirándome por encima de su hombro– Nadie pensará que eres débil, tu poder retumba por todas partes. Nadie sabe cuál es tu límite, solo tú, y eso te hace aún más peligrosa.
–Mi límite podría ser más bajo que el de ellos.
–Pero no lo sabrían, y tendrías esa ventaja.Yo tampoco lo sabía. No conocía mi límite porqué jamás tuve que llegar a este. Mi poder demoníaco había sido empleado pocas veces, y jamás en situaciones de riesgo que me empujaron a usar más poder de lo usual. Por lo que no conocía si mi poder era extenso y vasto, o corto y diluido.
En todo caso, había absorbido bastante poder últimamente. Gota por gota, les iba drenando el poder a los príncipes demonio. No me arriesgué a absorver un poco del de La Sombra, sería una imprudencia que me costaría caro, pero había tanteado este, rozadando mi poder con el suyo intentando descubrir qué tan poderosa era, qué tanto se necesitaba para vencerla.
–Tu ventaja es que nadie sabe algo más que tu reputación– comenta Draven cruzándose de brazos–. En cambio tú sabes todo sobre ellos, o lo sabrás.
–¿Cómo lo sabré, exactamente?Erebus me extendió su mano, una cubierta con un guante de cuero. Tragué saliva por el familiar tacto de ese material contra mi mano.
Dio un tirón sorpresivo, dejándome a una distancia escasa se él. Su mano sujetó mi mandíbula, sus ojos viajaron por todo mi rostro. Aguanté la respiración por la expectación. No sabía si debía ponerme a la defensiva, pues era un espíritu, o quedarme quieta y esperar.
–Mi descendiente sabe escoger muy bien– ronronea, y por primera vez veo que una sonrisa se asoma en su rostro, pero aún siendo la sonrisa una muestra de sentimiento, esta lucía vacía– ¿Sabes por qué estoy aquí?
–Eres un espíritu, no me extrañaría que estuvieras esperando por el Torneo.
–Estoy aquí, en este lugar de juegos tontos, porqué mi descendiente me a rogado para que te proteja.Mi respiración se atascó en mi garganta, incrédula por lo que decía.
–¿Khaos...?
Su sonrisa desapareció de golpe y soltó mi rostro, dando un paso hacia atrás y cerrando los ojos con fuerza.
–Te advertí que no sería indoloro estar en su presencia– suelta Draven, su expresión aún pétrea.
–¿Indoloro?– pregunto sin entender a lo que se refería.
Erebus sí que había mostrado ese sentimiento: dolor. Se había llevado dos dedos a su entrecejo y masajeando la zona.
–Eres un demonio que ha vivido entre vivos. Un demonio con el favor de un espíritu. Eres descendiente de dos reyes, uno hada, y otro humano inmortal. Eres pareja de un descendiente de un espíritu. Y súmale que eres la participante de La Sombra– medio explica Draven– Eres letal aquí, solo un toque tuyo y podrías acabar con alguien, sea demonio o espíritu.
–Eso no tiene sentido, los príncipes demonio no han sido heridos, tú no has sido herido.
–Yo por el trato que nos une, soy inmune a tu daño. Y los príncipes saben que eres peligrosa, tienen sus propias protecciones.
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El Mar de los Desechos
FantasyEl Medio era un lugar de oscuridad asfixiante, luz cegadora, mal ardiente y deseos pecaminosos. Estar ahí era sinónimo a estar muerto. Estar ahí es un recordatorio de que no estaba en el continente con sus seres queridos. La guerra en el continente...