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◇Ley◇

El Torneo ya había empezado y yo aún no había llegado.
Para cuando aterricé en la arena, el rugido furioso de emoción del público me ensordeció.
Estar aquí traía recuerdos de la CAE, competición que jamás llegó a finalizar.

Recojo mis alas anteriormente extendidas, las plumas crujiendo sutilmente ante el movimiento. El color blanco apenas y era perceptible gracias al dorado que ahora las recubría. El traje de combate que llevaba era una copia de los que usaba para entrenar, flexible y cómodo, además de resistente a las masas de poder que estaba por liberar.

–La demonio blanco a acabado por presentarse finalmente– expresa el comentarista, ganándose más ovaciones–  Justo a tiempo para que la lucha comience.

El Torneo era un uno contra uno. No me extrañaba que yo representara a los demonios, pero no le esperaba a quien representaba a los espíritus.

Erebus, en pié con las manos en los bolsillos y su rostro como siempre inexpresivo me mantenía la mirada sin siquiera perturbarse. Vestía un traje de combate casi idéntico al mío, menos por el detalle de que el suyo tenía espirales plateados que ascendían desde las mangas hasta el pecho y descendían por sus piernas creando un patrón intrincado y llamativo.

–Que gane el mejor.

Tensé mi espalda, levantando mis alas lo más que pude del suelo, provocando el sonido de chispas mientras empezábamos a caminar los dos formando un círculo. Había quitado sus manos de sus pantalones, dos dagas ahora reposando en sus palmas.

–Ni siquiera estabas en la ronda eliminatoria– es lo primero que logro decir, mi voz rasposa, baja.
–No necesitaba probar mi fuerza. Todos los espíritus saben que no tengo rival. No entre ellos, al menos.
–¿Entonces tu plan era observar mis entrenamientos, conocer mi potencial, y usar ese conocimiento en mi contra?
–Quizás.
–Astuto, no lo habría visto venir. Felicidades– suelto haciendo una mueca– ¿Por qué no nos dejamos de charlas y empezamos a jugar?
–Estaba esperando a que lo dijeras.

Ambos saltamos al mismo tiempo contra el otro. Bloqueo las dagas envolviendo mi propio cuerpo con el polvo dorado, creando una especie de segunda piel protectora.

Invoco los tentáculos a la vez que me impulso hacia el aire, usando mis alas para mantenerme en suspenso y no descender.
Los tentáculos le arrancan las dagas y penetran su cuerpo, absorbiendo parte de su poder. Pero no era suficiente pera dejarlo fuera del tablero.

Una neblina azul oscura rodea mis poderes y los hace desaparecer, evitando que absorba más de él.

El poder del caos, la destrucción. Había carbonizado mis tentáculos.

Pero yo había absorbido parte de ese poder.

Me precipito hacia él mientras exhalo con fuerza. Cierro mi puño y antes de que él pueda apartarse lo impacto contra su rostro.

–Eso ha sido más satisfactorio de lo que imaginé– suelto en una rosa entrecortada.
–Veo que prefieres los golpes limpios, sin magia– responde mientras se pasa una mano por la mandíbula.
–Ves bien. Demasiado bien quizás ¿No te apetece perder un ojo?
–Te reto.

Sonrío de lado y finjo que mi objetivo ahora era su rostro.
Dejamos de lado la magia y los centramos solo en los golpes. Logro asentarle unos cuantos que estaba segura habrían tumbado a cualquier vivo, y él logra darme unos que hacen que el sabor de la sangre impregne mi lengua.

Pero la adrenalina cancela todo y mi mente se centra en solo un objetivo: estaba a dos pasos de regresar. 
Y si para ello debía pasar por encima del cadáver de Erebus, lo haría.

Logro agarrarle un brazo y tocerlo hasta que escucho el inconfundible sonido de un hueso separándose de otro. Él ruge por un segundo antes de con su pierna lanzarme hacia atrás de un golpe en el vientre.

Pánico me invade por un segundo, llevando mi mano hacia mi barriga ahora plana.
Plana. Ellos ya no estaban aquí.

El golpe contra el suelo me desorienta, el techo empezando a dar vueltas ¿O era yo?

Cierro los ojos con fuerza, logrando escuchar los pasos fuertes y lentos de Erebus acercarse cada vez más.

Siento el filo de un arma fría contra mi garganta, y yo respiro con fuerza.

No habíamos acabado, yo no lo había hecho.
Los gritos que animaban a Erebus a acabar conmigo me llenan de coraje, hasta el punto en que sé que ya no guardaba mi aspecto.

Con ambas piernas lo empujo a él, un pié a cada lado de su ingle.
Sale él volando esta vez, la daga que antes presionaba mi garganta ahora en el suelo a mi lado.
Agarro el puño de esta, con la intención de observarme en el filo. Mis dedos habían dejado de serlo, ahora pasaban a ser garras pálidas y afiladas que podrían rallar diamantes. Me observo en la hoja plateada y veo mi rostro ser protagonizado no por dos ojos grises, sin chispa, sino por unos completamente blancos. Del pelo blanco que había recogido previamente en una trenza ahora sobresalían dos cuerpos igual de puntiagudos que las garras, de un color incluso más blanco que el de mi cabello.
Mi piel parecía haber perdido todo color rojizo a causa de la sangre, ahora pasando a un tono igual que el de la nieve, un gran contraste con el cuero negro que me cubría.
Sonrío, mis labios lo único que parecía aún tener color, pero solo por la sangre que previamente los había manchado.

Me pongo en pié usando mis alas para estabilizarme. Estas también habían cambiado, ya no habían plumas suaves a la vista, solo la superficie membranosa y blanca. Éstas también se habían transformado.

Erebus, a escasos metros de mi, jadea ante la transformación, ahora más que nunca consciente de que me había subestimado.

Ladeo la cabeza y lanzo la daga a sus pies en un gesto desafiante, indicando el verdadero inicio de la pelea.

–La necesitarás– son las únicas palabras que suelto.
Mi voz también había variado, ahora más calmada, cruda. Tenía aquél tono de amenaza sin tener exactamente esa intención.

Erebus se inclina lentamente y recoge el arma sin apartar sus ojos de mí en ningún momento.

–Draven decía que jamás te transformabas.
–Estás en mi camino, espíritu– respondo lentamente, en voz lo suficientemente baja para que solo él pueda ser testigo de mis palabras– Puedes rendirte, y no te heriré. O puedes luchar hasta que acabe contigo para continuar con mi camino.
–Supondré que tienes planes fuera de los deseos de tu líder.

Sonrío, mi única respuesta.

–Bien. Pues luchemos– susurra su sentencia.

♤Él vuelve a aparecer pero tú no. Sus palabras me hacen temblar de anticipación y terror, espero tu regreso pero temo el camino que vayas a escoger, porqué este puede o acercarte a nosotros o perderte para siempre♤

El Mar de los Desechos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora