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◆Ley◆

Has no tarda mucho antes de rodearme con sus brazos y hacerme girar en el aire.

–Perra dramática– musita mientras me devuelve al suelo–. Tenías que hacerlo ¿No? Cartas de despedida y luego no aparecer. Eres una maldita, Ley Demon. 
–Sabes que amas que haga mis entradas dramáticas.
–Sí, las entradas sí. Las salidas no.

No hablamos mucho más. Ezra colocándose frente a mí con los brazos cruzados.
–Bienvenida a casa, monstruo de las nieves– dice sonriendo con diversión, pero sus ojos vidriosos.
Me río, acercándome yo y dándole un corto abrazo. Y pensar que había querido matarlo apenas meses antes de que fuera al Medio...

Saludo a Harriet, pero no la abrazo evitando mancharla con la sangre que me cubre.

–Es un placer tenerte de nuevo por aquí– dice, sonriendo con calidez. 
–Gracias, Harriet. Tendrás que ponerme al tanto de los detalles, Draven estuvo comentando algunas cosas, pero no creo que haya especificado mucho, ni sido del todo sincero.

Miro al susodicho, quien arquea una ceja inquisitivamente. 
–¿Debería tomar ofensa de la sospecha sobre mi sinceridad?
–Sí, de hecho sí. He descubierto algunos detalles de tu trato con La Sombra, uno en concreto en que estoy por completo en contra. 

Noto que se tensa antes de mirar alrededor, siendo consciente de quienes nos observan. Harriet aprieta los labios y mira hacia otro lado, y supe que ella lo sabía.
Internamente sonreí.

Interesante...

–Mi trato, mi decisión– interrumpe Draven el hilo de mis pensamientos.
–Hablaremos de esto más tarde en privado.  Pero si crees que voy a ignorar el tema estás muy equivocado. Pero no te preocupes, General Susurro se está encargando de devolverles a los diez el mismo trato.
–No dudaba que les devolverías la moneda– responde, sonriendo de lado.
Ruedo los ojos. Había sospechado sobre que estaba siendo herido, física o mentalmente, no lo sabía seguro. Pero había tenido la oportunidad de interrogar a La Sombra yo misma para confirmarlo.

Todos tenían un punto débil. Incluso el ser que parecía no ser más que oscuridad acumulada tenía una mente que destrozar.

Otro par de brazos me rodean con fuerza.
No tardo mucho en devolver el gesto acompañado de un beso en la cabeza de Nevan, quien llora en mi hombro.

–Regresé. Estoy aquí– susurro, sintiendo mis propias lágrimas caer.

¿Cuánto tiempo había pasado?
Se veía más alto, más fuerte incluso... ¿Cómo se verían mis hijos ahora?

–Hay mucho que contar– comenta, su voz amortiguada por la posición en la que estábamos. 
No puedo evitar la sonrisa que cruza de lado a lado de mi rostro. La familiaridad, la calidez, el sentimiento de estar... viva.

No importaba que estuviera muerto, que no hubiera un latido constante o irregular en mi pecho... Estar rodeada de vida me hacía sentir viva. Todos ellos llenaban ese silencio en mi pecho con el sonido de ellos.

–Te escucharé– le respondo, mi voz más rasposa.

Los había echado tanto de menos...
A todos.

Miro alrededor, y sé que sabían qué buscaba... a quienes buscaba. 

Nevan se separa, limpiando su rostro lleno de lágrimas y alguna mancha de sangre que yo le había pegado. Paso mi mano por su frente, limpiando una que él no notó.

Khaos coloca sus manos en mis caderas, empujandome ligeramente hacia él.

–Tienes que cambiarte. Yo iré a buscarlos. Hay alguien más que seguro estará encantado de verte– susurra, su voz suave, calmada.
Lo miro por encima del hombro, teniendo que levantar mi cabeza para poder mirarlo a los ojos, ojos que portaban el cielo, el mar y el bosque en ellos.

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⏰ Última actualización: May 18 ⏰

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