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♠︎Khaos♠︎

La sangre en mis venas corría fría, tanto o más helada que los pensamientos que cruzaban mi mente.

Hacía un par de días ya que había dejado la seguridad de mi hogar para unirme al señor Shooter en esta batalla.

Las brujas intentaban retenernos con magia, pero las brujas Nuevas se estaban encargando de ellas.
Por encima de nuestras cabezas avionetas sobrevolaban con rapidez dejando una estela de humo rojizo.

Hombro con hombro, yo y Shooter éramos el terror en esta batalla.
Cuando él apuñalaba, yo acababa de matar, donde yo hería, el acababa de cortar.
Éramos un torbellino de caos y muerte. Valientes ingenuos se nos lanzaban pensando que podrían contra nosotros, pero con solo un chasquido ya no eran más que polvo en el aire.

-Reserva tus fuerzas, muchacho- aconseja el señor Shooter, su larga espada desgarrado desde el ombligo hasta las clavículas a un elfo.

Esa jodida espada cortaba hasta el mismo metal de las armaduras.

-No necesito contención. Tengo suficiente poder para días enteros- respondo rebanando la cabeza de otro elfo.
Era cierto, el mar de poder en mis venas era suficiente como para acabar con todo en un solo latido, pero eso incluiría a los aliados en la zona, y hasta a mi mismo si no me contenía a tiempo.

Pisé con fuerza el suelo con un pié, el barro cubierto de sangre salpicando. Las llamas moradas y azules rodearon a un buen grupo de brujas y elfos, y los consumió.

El señor Shooter, con su pelo a unos dedos por encima de sus hombros, suelto y brillando como plata fundida, maldijo y se alejó enseguida de la zona en llamas. Me fulminó pero yo solo le sonreí.
-Lo tengo controlado, viejo- aseguro.
Me apuntó con su dedo índice, y eso era suficiente para hacerme levantar las manos en señal de rendición. No me favorecía enfurecerlo.

El sol se empezaba a esconder, y cuando acabó de desaparecer por completo, los pocos enemigos sobrevivientes cayeron de rodillas y levantaron sus manos.

Se había acabado.

Habíamos ganado.

Mi regreso a casa era más rápido que el de los demás soldados, pues solo me transportaba directamente a mi baño, sin paradas anticipadas.

Lavarme la sangre de encima era una tormenta. No por la actividad, sino por el remordimiento. No toda la sangre era del enemigo o mía, también eran de soldados amigos, camaradas. Pero permitía que el agua barriera ese remordimiento también, que limpiara la mala sensación y la reemplazara por relajación.

Daylen me esperaba cruzado de brazos, caminando de un lado a otro en mi habitación.
Miré en dirección a mi cama, y vi ahí sentados jugando con un par de peluches a Ónix y Cálix.

No esperé mucho y me dirigí a ellos.

Ambos dejaron de lado los dos dragones de cabezas grandes y alas enormes rellenos de algodón para extender sus manos hacia mí. Dejaron de lado los peluches con un trozo de cinta negra atada en una de las patas de los dragones y se abalanzaron a mis brazos.

-Papa- balbucearon mientras abrían y cerraban sus manos.

Mi corazón se encogió. Siempre lo hacía cuando me llamaban así.

-Hola pequeños- susurro, sentándome junto a ellos y cargándolos- Yo también os eché de menos.
-No quisieron dormir- comenta mi hermano- No hasta que encontramos los peluches, y les permitimos quedarse en la cama de Ley.
-¿Cómo han estado los demás? ¿Very sigue en el campamento?
-Están bien. Y no, no está ahí, me ha dicho que iría a hablar con la reina Heather y el rey Renald.
-Bien...- musito, jugando con las manos de... bueno, mis hijos- ¿Cómo estás tú?
-Tendría que preguntarte yo eso.
-La batalla fue un éxito en lo que cabe. Las bajas han sido mínimas esta vez, y los cuerpos de éstos serán entregados a sus familias.
-¿Dónde está el padre de Ley?
-Lo dejé en el campamento, no quiso venir hasta asegurarse que los heridos se recuperaran del todo.

Daylen soltó un suspiro. No le agradaba mucho el señor Shooter, era un poco... intenso.
Y Daylen se incomodaba rápido cuando le hacían muchas preguntas, o solo lo miraban de más, algo que el Shooter mayor parecía encantrale hacer.

-Ya me voy- acaba por decir. Me da una palmada en el hombro y se retira de la habitación a paso rápido.

Me dejo caer hacia atrás, Ónix y Cálix quedan sentados sobre mi abdomen.
Sus ojos se vuelven interrogantes, como si me estuvieran preguntando algo.
-¿Ya habéis comido?
-Am, Am- balbucean, abriendo y cerrando sus pequeñas bocas donde asomaban algunos dientes, entre ellos, los pequeños colmillos acabados en punta.
-Eso es un sí, entonces- contesto.
Ambos sonríen y aplauden cuando cierro los ojos. Les gustaba hacerme muecas cuando yo cerraba los ojos, pensaban que no les veía. Entreabro un ojo, y veo que se están aplastando las mejillas mientras sacan las lenguas.
Contengo mi sonrisa, mi corazón latiendo con fuerza contra mi pecho.

-A mamá le gustará saber que sois unos pequeños pícaros.

Ambos ríen a carcajadas, unas dulces, inocentes y a la vez traviesas. Eran los sonidos que me habría gustado escuchar con Ley a mi lado tumbada, con nuestros niños entre nosotros riendo.

Dos toques en la puerta me obligaron a sentarme de nuevo, pero sin quitarme de encima a los críos.

-Adelante.
La puerta se abre y esta vez ingresa Ezra, vestido con su traje de combate junto con el ceño fruncido.
-Me acabo de enterar de tu regreso, y de la victoria, y de que tú y tu suegro sois un terror para el enemigo.
-Eso es un alago.
-¿No deberías estar durmiendo la siesta para descansar? Si quieres me llevo a los mini demonios.
-No te preocupes, no quiero dormir, y ellos por lo visto ya no soportan hechar la siesta.

Ambos sueltan sonidos ininteligibles, babeando en el proceso.

-Eso es "odio dormir"- traduce Ezra riendo-. Son un dolor en el trasero por las noches, es imposible hacerles dormir, y lloran a gritos.
-Con el tiempo se acostumbraran a su falta.
-Ha pasado más de un año, Khaos- suspira- Hay que encontrar un modo más rápido de hacerla regresar.
-Estoy en ello, pero por ahora lo único que tengo asegurado es que regresará si gana un torneo extraño de espíritus contra demonios.
-No quiero saber de ese torneo, de hecho, no quiero saber nada sobre lo que hay más allá de esta vida.
-Estoy investigando por mi cuenta, confío en que ganará y que el príncipe Draven y el espíritu Erebus la mantendrán a salvo. Pero buscaré un modo de acelerar las cosas.
-¿Has probado de nuevo a invocarla?
-No puedo invocarla a menos que lo que sea que los gobierne le permita aparecer, y por lo visto se la tiene jurada.
-Eso sí que es una jodida. Pero si necesitas ayuda pregunta, tampoco quiero vivir en la ignorancia para siempre.

Me obligué a sonreir de lado.

-Déjame el tema a mí. Cada uno sabéis qué hacer, ceñiros al plan de Ley. Tengo el presentimiento de que algo va a suceder, y no va a ser exactamente bueno.

La incertidumbre, la tensión, el aura de poder sofocante... Solo había sentido ese poder en tres personas con anterioridad: en Ley, su padre, y el Rey de Todo.
Y si ese aura perteneciera a cualquiera de los tres anteriores, lo sabría. Era diferente, pero de la misma magnitud.

Había aprendido algo: mi intuición no fallaba, y mis sospechas pocas veces eran erróneas.

◆Sueño con estar con vosotros, con regresar y luchar junto a vosotros. Sueño y sueño, y cada vez que lo hago deseo y deseo. Y cuando deseo lucho por ese deseo. Mi plan empieza a construirse en mi mente, pieza encaja con cada pieza ¿Quiere que luche contra un espíritu? Si quiere una lucha digna para recordar, que sea mi contrincante◆

El Mar de los Desechos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora