Capítulo 10. Festín

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Liliana apartó los pies del cieno carmesí del Luxa. Las provocaciones de Razaketh resonaron en sus oídos y dejó escapar un suspiro.

"Soy demasiado vieja para estas tonterías".

Hizo un giro con los hombros y se echó el cabello hacia atrás. Lo que Liliana sentía en ese momento no eran ni miedo ni nervios: era expectación. Al fin y al cabo, los dos primeros demonios habían sido fáciles de derrotar. El factor sorpresa y lo repentino de los ataques habían jugado a su favor.

Esta vez tenía la suerte de contar con el mejor apoyo del Multiverso.

Jace, ¿me oyes? ―preguntó mentalmente. Escuchó una respuesta lejana.

¡Lili, ¿dónde estás?! ¡Ya vamos! Aquí hay...

Demasiada gente, lo sé. Estoy en la orilla del río, delante del Portal. Jace, ese es Razaketh, el que...

―¿Dónde estás, vejestorio?

La voz del demonio retumbaba en los alrededores.

La multitud que permanecía en la orilla no paraba de murmurar. Quienes no habían huido estaban clavados en el sitio, temblando de miedo e incertidumbre al ver el curso de los acontecimientos.

Liliana frunció el ceño. Sabía que Razaketh intentaría jugar con ella. No caería en su trampa tan fácilmente.

―Liliana, sé que estás aquí...

Se escabulló entre la gente sin apartar los ojos de la silueta oscura que planeaba en círculos sobre el río, perezosamente. Razaketh voló hacia el Portal abierto y buscó entre la muchedumbre con la mirada.

Liliana sintió una sacudida en una mano.

Bajó la vista, sorprendida.

Aquel movimiento había sido... involuntario.

Liliana levantó la mano derecha hasta la altura de los ojos y una sensación de temor afloró en su pecho.

Su propia mano la saludó.

Liliana dejó escapar un gruñido de repulsión y bajó la mano bruscamente.

Solo era un truco para asustarla. No dejaría que el miedo la venciera. Se llevó la mano con decisión al costado izquierdo, donde guardaba el Velo de Cadenas.

El demonio se rio desde lo alto del Portal.

―Ahí estás.

Las palabras le provocaron un escalofrío.

Por el rabillo del ojo, Liliana vio llegar al resto de los Guardianes. No tenían buen aspecto; estaban magullados después de la batalla en la arena. Jace se acercó a ella, pero Liliana alzó una mano para detenerlo. Los cuatro guardaron las distancias y levantaron la vista hacia el demonio.

―No conozco el alcance de sus habilidades ―susurró Liliana con urgencia―, pero es poderoso. Deberíamos...

Su advertencia terminó bruscamente. El demonio bajó las alas y sus siguientes palabras, sencillas, firmes y tranquilas, descendieron hacia la multitud.

Ven a mí.

En cuanto el mensaje llegó a oídos de Liliana, la nigromante sintió cómo su cuerpo se volvía hacia el demonio y el rostro se le descomponía. El laberinto de tatuajes que le cubría la piel se encendió con la llamada de Razaketh y ella gritó en la intimidad de su propia mente mientras su cuerpo, sin prisa ni permiso, caminaba hacia el río de sangre.

 El laberinto de tatuajes que le cubría la piel se encendió con la llamada de Razaketh y ella gritó en la intimidad de su propia mente mientras su cuerpo, sin prisa ni permiso, caminaba hacia el río de sangre

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