Capítulo 2

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Abrí mis ojos de golpe cuando sentí un impulso repentino como de esos pequeños sustos de cuando caes en cuenta que la alarma no sonó y ahora estabas tarde para la escuela.

Sobre mi escritorio el desordenado caos de colores en el. Papeles picados, tijeras, pegamento, un revoltijo sin certeza. Eso me hizo caer en tiempo haciéndome levantar de golpe dee la silla. Me erguí al instante por dolor de como había dormido. Aunque adolorida, mis plan permanecía vivo.

Ayer fue el cumpleaños de papá, esperé hasta el olvido mientras creaba flores de papel en la madrugada callada para él. El tiempo se desvaneció, y el sueño terminó sumergiéndome. Al mismo tiempo que me colocaba mis slippers me comencé preguntar si papá había visto lo que le estuve preparado con esfuerzo la noche anterior.

Mi sonrisa se expandió de oreja a oreja, llena de alegría, descendiendo los escalones, casi saltando, con las flores en armonía. Emocionada por saber cuál había sido su reacción. Pero esa sonrisa se desvaneció al entrar en la sala, al instante. Una sirvienta retiraba la decoración, mi corazón se hizo distante.

Desvié mi mirada hacia el comedor, donde papá desayunaba, Sergio, con su café en mano, vestido de negro, sin pausa. No recordaba haberlo visto de otra manera, en verdad, Siempre envuelto en su traje negro de trabajo, en su realidad.

Coloque las flores detrás de mi espalda mientras comencé acercarme al comedor donde mi plato estaba recién preparado. Ni siquiera levantó su cabeza para mirarme cuando me senté frente a él.

—Buenos Días.

—Me resbale en la mañana por esas estupideces que tenías en la sala, ayuda a recogerlas.  —Su voz, como una ráfaga helada, hizo que mi estómago se retorciera.

—¿Qué estupideces? —Intenté ignorar una sensación que se aproximaba. Necesitaba aclarar lo que acaba de decir.

—Esos globos.

Mi cabeza giró hacia la entrada de la sala, donde estaban los globos con otras cosas de decoración. Las cosas que yo misma me esforcé en preparar. Él tomaba de su café con parsimonia, observando su laptop sin mirarme. Como si estuviera absorto en un mundo ajeno, sin ninguna gana de amarme.

—¿Hablas de la decoración? Lo hice ayer para tu cumpleaños, pero llegaste tarde así que no lo vistes.

—Que mal gasto de dinero. No me andes haciendo estupideces que por poco y me joden el brazo.

Cada palabra que salía de sus labios era como un cuchillo afilado, Traspasando mi corazón y dejando heridas de dolor desgarrado. Mientras sostenía su taza de café, ajeno a mi presencia, Mi alma se congelaba, sintiendo su indiferencia.

—Lo siento, solo quería hacerte algo lindo.

—Termina de recogerlas cuando acabes con tu desayuno.

Sus ojos no se despegaban de la pantalla, absorbidos por su mundo de trabajo, Mientras yo, en silencio, me sumergía en un mar de soledad y desolación.
Sus gestos fríos y distantes, como un invierno sin fin,
Hacían que mi corazón se congelara, sin esperanza de un nuevo comienzo.

El humo del café se elevaba, como una cortina entre nosotros dos, Separándonos aún más, creando un abismo insalvable entre nuestros seres.

Y así, su voz fría resonaba en mi interior, como un eco desolador, Recordándome que el amor se había marchitado, sin ningún resplandor.

Tomaba su café con indiferencia, mientras yo me desvanecía en silencio, Deseando que algún día vuelva a sentir el calor de su abrazo, sin desprecio.

papá ausente -jjk Donde viven las historias. Descúbrelo ahora