~ 𝗺.𝘀𝗻 𝘅 𝗽.𝗷𝗵
༶ Park Jihyo, un icono de Hollywood, ya se encuentra a su tercera edad, decide al fin contar la verdad sobre su vida llena de glamour y escándalos... Especialmente sus maridos.
Sus secretos más preciados serán liberados en larg...
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Despierto media hora antes de que suene la alarma. Reviso mis e-mails, incluso uno de Frankie que, en la línea del asunto, me grita con mayúsculas «TENME AL TANTO». Me preparo un pequeño desayuno.
Me pongo un pantalón de vestir negro y una camiseta blanca con mi blazer de espiguilla preferido. Me recojo los mechones largos y apretados en un moño sobre la cabeza. Omito las lentillas y elijo mis gafas de armazón negra finas.
Al mirarme en el espejo, observo que tengo el rostro más fino desde que Chan se fue. Si bien siempre he tenido contextura delgada, cuando aumento de peso se me nota primero en el trasero y en la cara. Y estando con él —durante los dos años de noviazgo y los once meses de casados — aumenté varios kilos. A Christopher le gusta comer. Y mientras él madrugaba para salir a correr, yo me quedaba durmiendo.
Ahora me miro, más delgada y compuesta, y me siento segura. Me veo bien. Me siento bien. Antes de salir, tomo la bufanda de pelo de camello que me regaló mi madre en la última Navidad. Luego pongo un pie delante del otro, y así llego al metro, a Manhattan y a la elegante zona residencial.
Jihyo vive muy cerca de la Quinta Avenida, con vista al Empire State. Por todas mis investigaciones en Internet, sé que además tiene una residencia en la playa cerca de Málaga, en España. Tiene este apartamento desde finales de la década del 60, cuando lo compró con Kang Daniel. Heredó la casa de la playa al fallecer Minatozaki Yuto, hace casi cinco años. En mi próxima vida, por favor, recordadme que me reencarne en una estrella de cine con buen trasero. El edificio de Jihyo, al menos desde el exterior —piedra caliza, de preguerra, estilo Beaux Arts— es extraordinario. Incluso antes de que entre, me recibe un portero mayor, buen mozo, de mirada serena y sonrisa bondadosa.
—¿Qué se le ofrece? —me pregunta.
El solo decirlo me da vergüenza. —Vengo a ver a Park Jihyo. Me llamo Myoui Mina.
Sonríe y me abre la puerta. Es evidente que me esperaba. Me acompaña al ascensor y pulsa el botón del último piso.
—Que tenga un buen día, señorita Myoui —dice, y desaparece al cerrarse las puertas del ascensor.
A las once en punto, toco el timbre del apartamento de Jihyo. Me atiende una mujer de jeans y blusa roja con pintillas amarillas como una fresa. Aparenta unos treinta años, quizás algunos más. Es asiática, y tiene el cabello lacio, negro azabache, recogido en una cola de caballo. Tiene en la mano una pila de correspondencia a medio abrir.
Sonríe y extiende la mano. —Debes ser Mina —dice, mientras extiendo la mía. Parece la clase de persona que realmente disfruta al conocer gente, y ya me cae bien, a pesar de mi promesa estricta de mantenerme neutral hacia todo lo que encuentre hoy. —Yo soy Son Chaeyoung.
—Hola, Chaeyoung—la saludo—. Encantada de conocerte.
—Igualmente. Pasa.
Chaeyoung se hace a un lado y me invita a entrar con una señal. Apoyo el bolso en el suelo y me quito el abrigo. —Puedes ponerlo aquí —dice, al tiempo que abre un armario que está en la entrada del recibidor y me entrega una percha de madera.