~ 𝗺.𝘀𝗻 𝘅 𝗽.𝗷𝗵
༶ Park Jihyo, un icono de Hollywood, ya se encuentra a su tercera edad, decide al fin contar la verdad sobre su vida llena de glamour y escándalos... Especialmente sus maridos.
Sus secretos más preciados serán liberados en larg...
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—Jihyo —dice Chaeyoung, que entra a la habitación—. Tienes una cena con Ronnie Beelman en una hora. Solo quería recordártelo.
—Ah, cierto —responde Jihyo—. Gracias. —Una vez que Son sale, se vuelve hacia mí—. ¿Qué te parece si seguimos mañana? ¿A la misma hora?
—Sí, está bien —respondo, y empiezo a recoger mis cosas. Se me ha dormido la pierna izquierda, y la golpeo contra el suelo de madera para despertarla.
—¿Cómo lo ves hasta ahora? —pregunta Jihyo mientras se pone de pie y me acompaña a la salida—. ¿Podrás escribir una historia con esto? —Puedo hacer cualquier cosa —le digo.
Jihyo ríe y contesta: —Así se habla.
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—¿Cómo va todo? —pregunta mi madre en cuanto atiendo el teléfono. Dice «todo», pero sé que lo que quiere decir es ¿Cómo va tu vida sin Bangchan? —Bien —respondo, mientras dejo mi bolso en el sofá y camino hacia la nevera.
Al principio, mi madre me había advertido que tal vez Chris no era lo mejor para mí. Hacía unos meses que estábamos saliendo cuando lo llevé a casa, a Encino, el día de Acción de Gracias. Le gustó que fuera amable, que se ofreciera a poner y a quitar la mesa. Pero por la mañana, en nuestro último día en la ciudad, antes de que él despertara, mi madre me dijo que se preguntaba si Christopher y yo teníamos una conexión significativa. Dijo que no la «veía».
Le respondí que no tenía por qué verla. Que yo la sentía. Pero su pregunta se me quedó grabada. A veces, era un susurro en mi mente; otras veces, un eco resonante.
Cuando la llamé, poco más de un año después, para contarle que nos habíamos comprometido, tenía la esperanza de que mi madre viera lo bueno que era, lo bien que cabía en mi vida. Chris hacía que todo pareciera fácil, y en aquel tiempo, eso me parecía muy valioso y poco común. No obstante, me preocupaba que volviera a expresar su inquietud, que me dijera que estaba cometiendo un error.
No lo hizo. De hecho, solo me brindó apoyo.
Ahora me pregunto si lo hizo más por respeto que por aprobación. —He estado pensando... —dice mi madre mientras abro la puerta de la nevera—. O, mejor dicho, se me ha ocurrido un plan. Saco una botella de Pellegrino, la cesta plástica de tomates cherry y el paquete aguado de mozzarella burrata.