Mi madre había sido corista en producciones off Broadway. Había emigrado de Corea a los diecisiete años con mi padre. Cuando fui mayor, descubrí que «corista» era también un eufemismo para «prostituta». No sé si ella lo era o no. Me gustaría creer que no, no porque sea vergonzoso sino porque algo sé de lo que es entregar tu cuerpo a alguien cuando no quieres hacerlo, y espero que ella no haya tenido que hacer eso.
Yo tenía once años cuando ella murió de neumonía. Obviamente, no tengo muchos recuerdos suyos, pero sí recuerdo que olía a vainilla barata y que hacía un caldo tailandés delicioso. Nunca me llamó Jisoo, solo yeobo, lo que me hacía sentir muy especial, como si yo fuera suya y ella, mía. Por encima de todas las cosas, mi madre quería ser estrella de cine. Estaba convencida de que, si lograba entrar al mundo de las películas, podría sacarnos de allí y alejarnos de mi padre.
Yo quería ser igual a ella.
Muchas veces he deseado que, en su lecho de muerte, hubiera dicho algo conmovedor, algo que pudiera llevar siempre conmigo. Pero no supimos lo enferma que estaba hasta que todo terminó. Lo último que me dijo fue: «Dile a tu padre que estaré en la cama».
Después de su muerte, yo lloraba solo en la ducha, donde nadie podía verme ni oírme, donde no podía distinguir dónde terminaban mis lágrimas y empezaba el agua. No sé por qué hacía eso. Solo sé que, al cabo de unos meses, pude ducharme sin llorar.
Y luego, el verano posterior a su muerte, empecé a desarrollarme.
Mis pechos empezaron a crecer, y no paraban. A mis doce años tuve que hurgar entre las cosas de mi madre para ver si encontraba un sujetador que me sirviera. El único que encontré era demasiado pequeño, pero me lo puse de todas formas.
Cuando cumplí trece años, medía un metro sesenta y tres, tenía el cabello castaño oscuro y brillante, piernas largas, piel morena clara y unos pechos que estiraba los botones de mis vestidos. Los hombres me miraban cuando caminaba por la calle, y algunas chicas de mi edificio ya no querían estar conmigo. Me sentía sola. Sin madre, con un padre violento, sin amigos, y con una sexualidad en mi cuerpo para la cual mi mente no estaba preparada.
El cajero de la tienda de la esquina era un chico llamado Billy. Tenía dieciséis años y era el hermano de la chica que se sentaba a mi lado en el colegio. Un día de octubre, fui a la tienda a comprar caramelos y me dio un beso.
Yo no quería que me besara. Lo empujé para apartarlo, pero me aferró del brazo.
—Vamos, no seas así —me dijo.
El local estaba vacío. Sus brazos eran fuertes. Me sujetó con más fuerza. Y en ese momento, supe que iba a quitarme lo que quería, se lo permitiera yo o no.
Así que tenía dos opciones. Podía hacerlo gratis. O podía cambiarlo por caramelos.Durante los siguientes tres meses, me llevé lo que quería de aquella tienda. Y a cambio, lo veía todos los sábados por la noche y le permitía quitarme la camiseta. Nunca sentí que tuviera mucha alternativa en ese asunto. Que me desearan significaba que tenía que satisfacer. Al menos, así lo veía por entonces.
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Park Jihyo's Secrets | sahyo
Fanfiction~ 𝗺.𝘀𝗻 𝘅 𝗽.𝗷𝗵 ༶ Park Jihyo, un icono de Hollywood, ya se encuentra a su tercera edad, decide al fin contar la verdad sobre su vida llena de glamour y escándalos... Especialmente sus maridos. Sus secretos más preciados serán liberados en larg...