chapter one.

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── ...Los horrendos asesinatos en serie se han detenido, pero la policía aún no tiene noticias de quién podría haber sido el perpetrador...── LA MANO PERFECTAMENTE ARREGLADA DE LA RUBIA APAGÓ LA RADIO.

En el auto reinaba el silencio, nadie quería saber nada más de aquellos asesinatos que habían acabado con su paz. Por lo que se encontraban yendo al aeropuerto. A su padre, Julian, le habían dado la oportunidad de cambiar de sede, debido a los sucesos. Su hija siendo atacada y saliendo apenas de las garras de un asesino en serie no era una buena manera de pasar la última semana de vacaciones, por lo que, a primera hora del día siguiente, Julian pidió por un cambio de sede a un lugar tranquilo, y siendo él alguien importante en la empresa en la que trabajaba desde hace años, se lo concedieron, junto con algunos beneficios. El lugar al que se dirigían era un pequeño pueblo, alejado de cualquier cosa que ellos conocieran, básicamente era como un pueblucho para ellos, pues provenían de dónde nadie dormía y las luces siempre estaban prendidas, sin importar la hora; la gran ciudad, Nueva York.

Woodsboro parecía ser un gramo de sal en el salero, algo aburrido y desabrido, pero era lo que Julian quería.

Su padre era alguien importante, un hombre de negocios, alguien que viajaba seguido, pasaba poco tiempo con su familia y engañaba repetidas veces a su madre. Eso ya era algo que ambas mujeres sabían. Otra razón por la cual se estaban mudando; sus padres querían remontar la familia, y su matrimonio.

Su madre, Clodette, por otro lado, era la esposa perfecta. Rubia, alta, estilizada, con brillantes ojos azules que Perséfone había heredado, con una mezcla de los miel verdosos de su padre. Buena cocinera, buena ama de casa y buena modista. Clodette tenía muy buenas cualidades, pero si había algo que tenía en común con su esposo, es que ella también lo engañaba.

Por dónde se viera, la familia estaba hecha trizas desde hacía años, casi desde que Perséfone era una niña.

Y Perséfone, bueno... Ella nació y creció bajo el manto de un matrimonio en ruinas, con poco o nada de amor paternal y maternal. La adolescente es hija única también, por lo que lo único que llegó a conocer, en realidad, fue la soledad.

La niñez de Perséfone fue solitaria y dura, la única validación que obtuvo alguna vez fue de los profesores por su inteligencia, de las amigas de su madre por su belleza y de los niños por su cuerpo. Las niñas no la querían, la odiaban, así que tener amigas no era una opción.

Su pre adolescencia fue igual, sólo que multiplicada. Pronto aprendió, que si no quería sufrir más, debía ser imponente, y lo logró. Se volvió esa persona a quien idolatrar, a quien envidiar, pero jamás dañar, si es que no querían salir mal parados. Era animadora, daba tutorías y era mejor promedio. Todo un ejemplo a seguir.

Pero luego, en la cúspide de sus dieciséis años, cuando tuvo relaciones por primera vez, se dió cuenta, en un desliz, lo mucho que le encantaba infligir y recibir dolor. El sentimiento se quedó tan grabado en su cabeza, y en su cuerpo, que fue difícil no volverse adicto. Su mente lo procesó rápido, más aún luego de darse cuenta que desde pequeña disfrutaba de ello, cuando comenzó a pararse ante los que la degradaban.

A LITTLE DEATH, scream.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora