"Feliz veintidós de febrero" pronunciaron al unísono, cuarenta y cinco años después, Joseph y Donatella, mientras compartían ese entrañable recuerdo con sus encantadores nietos.
—¿Y no usaste un vestido de princesa, abuelita? —cuestionó con su característica inocencia la pequeña Sasha, de siete años.
—No, cariño, opté por una elección más cómoda —aclaró Donatella con una elegancia que no dejaba de sorprender.
—Abuelito, ¿de verdad querías llorar cuando mi abuela leyó sus votos de amor? —preguntó entre risas el pequeño Cody, de cinco años.
—¡Por supuesto que sí! —respondió Donatella.
—¡Me contuve, pero no lo hice! —alegó Joseph con una sonrisa.
—No discutan, podrían tropezar —advirtió Dollan, de doce años.
—Joe, Dollan tiene razón... mejor acepta que lo hiciste y terminemos con esto.
Donatella no había perdido su carisma, y era evidente que Dollan había heredado ese rasgo de ella.
—Bien, Cody... sí, lloré por horas. Descuida, Dollan, estoy perfectamente establecido en este sofá —Joseph manifestó con la calidez que lo caracterizaba.
Los pequeños reaccionaron con risas compartidas junto a sus abuelos.
—Abuelita, ¿nuestro tatarabuelo Nicholas era una buena persona? —preguntó Sasha.
—Claro que sí, pequeña... el mejor —respondió Donatella con gran nostalgia.
—Oh, cómo desearía haberlo conocido, así como a nuestros bisabuelos, Dollan y Louis... Estoy seguro de que ellos no le dirían a mamá que olvidé hacer mis deberes —Cody deslizó su comentario con un toque de humor.
—¡Si lo hago, es por tu bien! —Joseph compartió un momento de risas cómplices con su familia.
—A mí me hubiera gustado poder viajar con él y nuestra tatarabuela Devmani —dijo Dollan.
—¡Y a mí me hubiera encantado conocer miles de flores como mi tatarabuela Devmani! ¡O cultivar plantas con nuestras bisabuelas Susan y Charlotte! —añadió Sasha.
—Mis adorados pequeños... Estén donde estén, puedo sentir su inmenso orgullo por cada uno de ustedes. Son niños de una dulzura conmovedora, dotados de una nobleza y sabiduría que desafía su edad. Desde el cielo, tanto sus tatarabuelos como sus bisabuelos desean con fervor verlos triunfar —Donatella habló con una emoción profunda en su voz, llena de amor y nostalgia por las generaciones pasadas y futuras de su familia.
—Nosotros, desde este plano terrenal, también compartimos el mismo deseo hacia ustedes—Joseph hizo eco de la ternura que impregnaba la sala.
—Exactamente, y por eso estamos dispuestos a brindarles apoyo en sus estudios... —Donatella tomó la palabra con elegancia.
—Acompañarlos en aventuras alrededor del mundo... —Joseph continuó de forma gallarda.
—Y plantar juntos una multitud de flores, tanto en la cabaña como en el jardín —Donatella culminó sus palabras con distinción.
Los pequeños Dollan, Sasha y Cody se precipitaron hacia los brazos de sus abuelos. Cada una de las historias familiares se convertía en un relato inolvidable.
La puerta se abrió de repente, y Louisa Nicole, la madre de Sasha y Dollan, entró junto a su hermano Charles Sehúl, el padre de Cody. Esta familia irradiaba encanto y gracia a lo largo de generaciones.
—¿Contando anécdotas? —preguntó Charles Sehúl.
—¡Estamos planificando un viaje, papi! —Cody exclamó con gran entusiasmo.
—¿En serio? ¿A dónde van? —preguntó Louisa Nicole.
—¡A recorrer el mundo entero, mami! —respondió Sasha con emoción.
—¡Inceíble, no puedo esperar! —dijo Louisa Nicole emocionada.
—Y el postre que está en el jardín tampoco puede esperar, niños —comentó Charles Sehúl.
—¡Postre, postre! —gritaron los tres niños.
Los pequeños corrieron hacia el jardín, seguidos por Charles Sehúl, dejando a Joseph y Donatella a solas con su hija, Louisa Nicole.
—Mamá, papá, ¿no vienen? —preguntó su hija.
—En unos minutos, hija —respondió Joseph.
—De acuerdo, iré con los niños. No tarden mucho, estamos celebrando su aniversario de bodas —dijo Louisa con una sonrisa.
—¡No tardaremos! —aseguró Donatella.
—¡Guarden un poco de postre para nosotros! —añadió Joseph.
Louisa Nicole se retiró, dejando a Joseph y Donatella a solas en la habitación, ante la vitrina que atesoraba los recuerdos de su familia: el globo de papel del 22 de febrero, la hoja donde Donatella plasmó sus votos de amor y las páginas donde Joseph relató su historia con Donatella cuando ella estuvo en coma.
—¿No es hermoso, Joe? —susurró Donatella con admiración.
—Hemos logrado tanto, Donatella.
—Nos casamos en la costa más hermosa, cumplimos cada uno de nuestros sueños y construimos una hermosa familia...
—Lo hicimos, Donatella. ¿Y sabes una cosa?
—¿Qué sucede? —inquirió Donatella.
—Sucede que, a pesar del tiempo que ha transcurrido, no dejo de enamorarme de ti ni de la vida que hemos creado juntos —Joseph sostuvo la mirada de Donatella con amor.
—Te amo, y siempre lo haré.
—Sé que me amas, tanto como yo a ti.
—Feliz 22 de febrero, mi amor.
—Feliz 22 de febrero, mi cielo.
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En busca de tu voluntad: Nada puede obstruir nuestra conexión
RomanceLas vicisitudes de la vida de una joven la conducen a encrucijadas desafiantes, donde se verá inmersa en un dilema entre el amor y la posesión ejercida por un tercero que emplea la vulnerabilidad como una arma afilada. Ante ella se despliegan decisi...