Luz & Antonella

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Horas después, el sol comenzaba a asomarse en el horizonte. Eran las cuatro de la mañana, y el frío ambiente reinante no era impedimento para que Joseph continuara profundamente dormido. Donatella, consciente de la situación, sabía que con la compañía de una cálida manta, era improbable que Joseph se despertara.

Donatella decidió darse una refrescante ducha y buscar una vestimenta más cómoda antes de dejar la casa de los Buunk. Así, partió hacia la clínica de rehabilitación de la que había salido tan solo un día atrás.

Una vez en la recepción, Sonia la reconoció al instante.

—¡Donatella! Qué sorpresa verte tan pronto, apenas te fuiste ayer y ya nos echas de menos —expresó Sonia con un tono sarcástico.

—Vengo a ver al doctor Petróv —solicitó Donatella.

—Seguro que simplemente olvidó recetarte tus medicamentos y ya estás preocupada —respondió Sonia con desdén.

Sin embargo, Donatella decidió no responder con provocaciones ante la actitud de Sonia.

—Doctor Petróv, hay alguien aquí para verlo —informó Sonia.

—Ahora no, Sonia —respondió Jacob con apatía mientras estaba de espaldas.

—Será solo un momento —interrumpió Donatella.

—¡Te dije que no podías pasar! —Sonia se mostró visiblemente molesta con Donatella.

La mirada de Jacob se iluminó al identificar a la visitante.

—Sonia, retírate, por favor —ordenó Jacob.

—Claro, doctor —acató Sonia.

—Donatella, ven, siéntate —Jacob se mostraba entusiasmado.

—Bueno... —Donatella aún no estaba segura de lo que hacía.

—¿Qué te trae de vuelta aquí? —preguntó Jacob.

—Jacob, fuiste extremadamente cruel con nosotros, hiciste todo lo posible para separarme de la persona que amo.

—Lo sé, y lamento profundamente mis acciones —respondió Jacob sinceramente.

—Pero, también fuiste un buen amigo conmigo, el primer amigo que me escuchó y me ayudó a estudiar, sin obligarme a hacer cosas que no deseaba. Quizá soy muy propensa a confundir cualquier gesto de amistad, pues aún no comprendo completamente el significado de esta. Sin embargo, tú te aproximaste mucho a ello.

—Agradezco tu franqueza, Donatella. Quiero que sepas que siempre estaré aquí cuando me necesites, aunque sé que eso no ocurrirá.

—¿Cuándo fue la última vez que visitaste la tumba de Antonella?

—Nunca lo hice. No conozco su lugar de descanso final. Nunca tuve el valor de buscarlo y lo lamento profundamente, porque nunca pude despedirme de ella.

—¿Te gustaría hacerlo ahora?

—¿Qué?

—Puedo acompañarte.

—¿Por qué querrías hacer esto, Donatella?

—Siento que debo agradecerte por lo que me brindaste mientras estuve aquí, antes de cortar todo lazo contigo.

—¿Tienes la intención de no volver a tener contacto conmigo después de esto?

—Jacob...

—Está bien. Me lo merezco después de todo.

En busca de tu voluntad: Nada puede obstruir nuestra conexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora