𝓔𝓷𝓽𝓻𝓮 𝓪𝓶𝓮𝓷𝓪𝔃𝓪𝓼 𝔂 𝓹𝓻𝓸𝓶𝓮𝓼𝓪𝓼 - 𝓹𝓪𝓻𝓽𝓮 3

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Felix

Luego de que Hyunjin los viera se encerró en su cuarto llorando toda la noche. Se sentía como la peor persona a pesar de que no era su culpa.

Debí haber insistido para verlo en la semana. Se reprendió.

Todo su mundo se estaba derrumbando: primero, lo amenazan con matar a su novio; lo obligan a comprometerse con alguien a quien no ve más allá de un hermano y ahora estaba perdiendo las pequeñas posibilidades que tenía de algún día estar con su novio sin la presión de su padre.

En esos momentos solo deseaba la posibilidad de tener a su mamá con él, que lo consolara diciéndole que todo iba a estar bien y que hallarían una solución. Pero ninguna era posible, la señora Lee estaba en un viaje de negocios y ella siempre buscaría la forma de excusar a su esposo diciéndole a Felix que hace lo que hace por el bien del menor.

Y la verdad, no estaba de humor para escuchar a su dominada madre. Lo que Felix buscaba en su progenitora lo encontraba en la madre del pelirrojo. Recuerda que su suegra se espantó un poco cuando supo de su relación, recuerda pensar con miedo que ella no lo creía suficiente para el mayor o que fuera una homofóbica. Pero ella les aclaró que solo le había dado miedo que si terminaban eso destruyera su amistad -no sonó muy convincente en aquel entonces-, y con el tiempo, la señora Hwang se había convertido en la madre que siempre deseo.

Su corazón se oprimía al recordar que estaba perdiendo lo que tanto amó, atesoró y cuidó por años.

—Me quiero matar— Después de la huida de Hyunjin fueron a la casa de Seungmin —No soporto estar sin él

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—Me quiero matar— Después de la huida de Hyunjin fueron a la casa de Seungmin —No soporto estar sin él.

—Lee Yongbok, quita esas ideas de tu cabeza.

—Es la verdad, Jeongin. No quiere ni estar en la misma habitación que yo— Escondió su rostro entre sus rodillas.

—Arriesgándome a sonar como un puto insensible— Kim se acercó —Baja las patas de mi sofá, es blanco— El de mechas azules tomó de los tobillos al australiano menor obligándolo a bajar los pies.

—Perdón.

—Bueno, bueno. Dejando de lado lo del sofá, dígannos que está pasando— Les contaron desde cómo inició todo hasta ahora —Definitivamente tienes un novio terco como mula.

—Y eso me hace cuestionarme si aún es el hurón del grupo— Dijo el de pelo bicolor, dándole la razón a su novio.

—Habló el anciano.

—Deja de decirme así— Puchereó —Felix— El nombrado lo miró con ojos cristalinos, lo que le destrozaba el corazón a Chan —Esto que voy a decir te puede sonar mal, pero ustedes tienen un amor muy raro.

—Del tipo que solo tienes una vez en tu vida, dándote la señal de que no debes dejarlo ir— Terminó el segundo mayor —Suena enredado, pero queremos decir que no puedes rendirte.

𝓔𝓷𝓽𝓻𝓮 𝓪𝓶𝓮𝓷𝓪𝔃𝓪𝓼 𝔂 𝓹𝓻𝓸𝓶𝓮𝓼𝓪𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora