Capítulo 3

15 0 0
                                    

Una vez se había alejado lo suficiente del Arrecife de los Tiburones, Marinette pudo tranquilizarse, respirar y luego comenzar a notar su entorno.

Le parecía extremadamente extraño no haberse topado con ningún banco de peces o algún molusco perdido. Ni siquiera las estrellas de mar rondaban la zona y eso que, normalmente, no se movían de su área favorita una vez la encontraban. De hecho, el mar se veía extrañamente vacío y todo a su alrededor parecía dormido.

—Esto es extraño — comentó para sí misma—. ¿Dónde se habrán metido todos?

La sensación de estarse olvidando de algo importante comenzó a nacer en su pecho y se acrecentó exponencialmente al llegar al reino y encontrarlo completamente vacío. Si había alguien, debía estar durmiendo en su concha porque la quietud era total. No era común que aquello sucediera y a Marinette le daba la impresión de que se había perdido algo.

No dedicó mucho tiempo a pensar en eso, sin embargo, puesto que debía ir a su lugar especial y esconder su tesoro recién encontrado. Tomando el desvío donde normalmente se reunían los cangrejos, se acercó a lo que parecía un conjunto rocoso, pero en realidad era la entrada secreta a su guarida, en la que ocultaba sus hallazgos y los protegía de padres curiosos y niños traviesos.

Sin embargo, no consiguió llegar, o no al menos sin ser vista por su mejor amiga.

—Hasta que apareces, Marinette.

—Alya —Marinette se volteó rápidamente, escondiendo con una mano su bolso tras su espalda y colocando la otra sobre su corazón—. Casi me provocas un ataque. ¿Por qué te acercas tan sigilosamente?

—Que yo me acerco sigilosa —repitió Alya con ironía—. ¿Qué haces tú nuevamente por una zona no concurrida del reino y asustándote con tanta facilidad?

—Soy la princesa del Rubrum Mare, es normal que nade por él.

—Ajá. Voy a fingir que te creo, y también voy a fingir que no sé que has ido otra vez a buscar objetos de los humanos.

—¿Cómo lo sabes? —Marinette estaba en serio sorprendida.

—Te lo tengo que describir, ¿en serio? —Alya parecía exasperada, posiblemente porque lo estaba—. Marinette, llegas escondiéndote, algo en lo que eres muy buena, pero te conozco desde que éramos niñas. Tu fascinación por los humanos y sus objetos es extraña hasta para mí, pero es una realidad. Aprovechaste que no habría nadie en el reino hoy y simplemente te escabulliste al Arrecife de los Tiburones a pesar del peligro, para encontrar otro artículo raro que guardar en tu colección. ¿Me equivoco en algo?

Obviamente no y eso provocó que Marinette hiciese una mueca mezcla de molestia y frustración. Pero Alya era su mejor amiga, estaba segura de que no la delataría. Por otro lado, algo de lo que Alya había dicho llamó su atención. Aquello de que "no habría nadie en el reino hoy" le recordaba la sensación de estar olvidando algo extremadamente importante, sin embargo se le seguía escapando, como quien trata de contener la espuma del mar en su mano.

Alya siguió hablando y la sensación, aunque no desapareció, se minimizó bastante.

—Bueno, y ¿qué objeto encontraste esta vez?

Marinette sintió cómo se dibujaba una sonrisa en su rostro y sacó, del bolso que había estado sujeto todo el tiempo a su espalda, su nuevo artículo humano.

—Mira esto, Alya, ¿no crees que es maravilloso?

—No, la verdad es que no. —Contestó Alya mirando aquel objeto con extrañeza y respondiendo con evidente tono sarcástico. Marinette simplemente la ignoró.

La Sirenita. Luchando por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora