Capítulo 1

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La tierra es vasta y poderosa.

El mar es profundo y misterioso.

Pero la unión de ambos es... inconmensurable.

Había una vez... porque todo cuento debe comenzar de esa manera...

En un lugar lejano, de cuyo nombre pocos saben, existía un reino próspero y encantador. Sus habitantes eran felices, y sus monarcas eran reflejo de esa felicidad, o al menos así fue hasta que la tragedia asoló aquel bello lugar.

Sin embargo, nuestra historia no comienza precisamente en este reino, sino en otro que, si bien se encontraba cercano, estaba protegido de la vista de aquellos que habitaban la tierra por el inmenso y profundo mar.

El mar siempre ha constituido un misterio: hermoso como nada, inalcanzable para los humanos y lleno de maravillas desconocidas.

Y, entre esas maravillas, las sirenas eran de las más míticas.

Pero existían, y vaya si lo hacían.

Y esta historia da comienzo en un día de gran felicidad para todos los habitantes marinos.

El nacimiento de un bebé siempre era motivo de celebración, pero si además ese bebé resultaba ser una muy esperada niña, la alegría aumentaba. Si a ello le sumamos que la pequeña en cuestión era la más pequeña de las princesas del gran reino marino, la algarabía era tal que llegaba hasta el último rincón de los Siete Mares.

Y, justamente, hasta el último rincón de los Siete Mares había llegado la invitación de los reyes del Rubrum Mare para celebrar el nacimiento de su pequeña niña y realizar su ceremonia de nombramiento. Si bien este ritual se debía llevar a cabo con cada una de las criaturas nacidas en el mar, en el caso de las sirenas, juradas y admiradas monarcas de la vida marina, se convertía en una fiesta por todo lo alto y que determinaría, no solo el destino de la sirena o el tritón en cuestión, sino también el de todos aquellos que se relacionasen con este en un futuro.

Por esta razón, siendo como era la recién nacida la hija de los únicos reyes marinos que aún no habían tenido descendencia, la algarabía era total... o bueno, casi. Sin embargo, de la única criatura que no se alegraba por el nacimiento de la pequeña no narraremos nada por ahora. No empañaremos la alegría de todos.

Acababa de llegar el rey del Mesogeios Thalassa, quien, con expresión feliz, abrazaba al recién estrenado padre y trataba de captar algo del pequeño e inquieto bulto que sostenía la reina. El padre de la pequeña, el gobernante del Rubrum Mare, el gran Tritón, al que todos los allegados llamaban Ton, se resistía a dejar a cualquiera ver a su pequeña hasta que llegara el momento de la ceremonia.

—Por todos los mares, Ton, pareciera que te avergüenzas de la criatura. —Dejó caer risueño su amigo Jagged.

—¿Cómo se te ocurre pensar eso? Yo no podría estar más orgulloso de mi pequeña, pero es que quiero que ella los sorprenda a todos, y créeme cuando te digo —añadió con una sonrisa torcida—, que será una gran sorpresa.

—Jagged, por todos los moluscos, ¿cómo pueden soportarte Penny y Anarka? —preguntó claramente molesta la reina del Mare Hadriaticum, la gran Amelie, haciendo referencia a la actual esposa del rey y a la anterior y madre de sus hijos, respectivamente. —Ningún padre se avergüenza de sus hijos. —Y acarició tiernamente su prominente abdomen. —Más bien son Juleka y Luka los que deben avergonzarse de ti.

—¡Cómo te atreves! Mis hijos jamás se avergonzarían de mí, maldita anémona.

—¡¿CÓMO ME LLAMASTE?!

—Bueno, bueno, cálmense los dos. —La voz de Sabine, esposa de Ton y madre de la recién nacida, se hizo escuchar con calma, pero con contundencia, no quería discusiones sin sentido que pudieran alterar a su pequeña. — Jagged, sabes que Ton se toma los comentarios de forma muy literal y tú, Amelie —dijo dirigiéndose a esta—, no puedes estarte alterando. Sé que este es tu tercer embarazo, pero aun así no debes tener sobresaltos.

La Sirenita. Luchando por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora